XVI

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Llegaba la hora de decirse el uno al otro adiós, claro está que es el momento más triste de todos.

Ellos debía despedirse, ella volvía a su país pero él debía seguir navegando por las costas de América Latina, un continente muy alejado de su hogar.

Su viaje había acabado, había conocido personas muy simpáticas, buenas y de diferentes nacionalidades, y con algunas personas, ella había desarrollado un afecto muy especial.

Además de conocerlo a él, había tenido el placer de compartir todas sus cenas con una muchacha muy especial, las dos se habían hecho muy amigas y realmente, era duro tanto para ella como para la muchacha chilena despedirse, después de haber vivido tantas aventuras juntas y momentos maravillosos.

La despedida concernía el alejamiento físico de aquellas y era extremadamente triste saber que no compartirían ni los días ni las noches juntas, por un periodo de tiempo ya no se volverían a ver, la distancia se apoderaría de su amistad, pero las dos sabían y habían prometido que aquella distancia no las separaría, porque como esa frase cliché pero cierta dice: "el amor es más fuerte", y la amistad de estas dos estaba colmada de amor.

No se conocían tanto, no sabían tanto de ellas, no vivían en el mismo país, no estaban una cerca de la otra, pero en ese corto lapso de tiempo que habían compartido viviendo juntas en el mismo hotel flotante, el amor se había adueñado de las dos.

Cuando llegó el momento de despedirse de su amiga, las dos lo tomaron bastante bien, ella se encontraba en la cabina de la joven chilena, habían charlado por un largo rato, se habían tomado una infinidad de selfies y estaban esperando a un muchacho, el cual era amigo de ella y andante de su amiga.

Cuando el muchacho brasileño que esperaban llegó a la cabina, se despidieron los dos de ella y luego de un par de minutos ella abandonó la cabina.

Horas más tarde, se encontró con su andante, realmente ellos no querían despedirse, pero no tenían otra opción, ella debía volver a casa y él no podía quedarse en Buenos Aires.

Sin previo aviso él la beso apasionadamente, sus cuerpos se unieron repentinamente, los brazos de él la envolvieron, ella podía sentir en su piel la calidez de su agraciado cuerpo, ella colocó las manos en su espalda, acaricio cada centímetro de ésta, era grande y suave, sin ninguna imperfección, su piel era tan ardiente como su alma.

Sus ánimas se abrazaban, no podían despegarse, no querían despegarse, sabían que la despedida conllevaba la distancia entre sus cuerpos, la distancia casi perpetua, lo único que podía romper la próxima lejanía entre ellos sería gracias a algún hecho fortuito del destino.

A pesar de que ella si creía en lo fortuito y sorprendente que podía ser el destino, nadie le garantizaba que iba a poder reencontrarse con él en algún momento de la vida, y no poder volver a contemplar su rostro tan singular y bello, le aterraba. Ella divagaba en que a él le pasaba lo mismo, pero nunca se animó a indagarlo.

Las agujas del reloj se movían, el tiempo pasaba, los dos amantes deseaban que las agujas se congelaran y el tiempo dejara de pasar, porque cada minuto que pasaba, amenazaba con despedirlos un poco más rápido, y les recordaba que en pocas horas la embarcación llegaría al puerto, ella desembarcaría y ya no volverían a probar sus deliciosos labios, no volverían a deleitarse con sus cuerpos y no volverían a compartir su calidez.

Sus labios estaban obligados a despegarse, ella debía marcharse y como no quedaba otra opción finalizaron su beso, pero era imposible separar sus cuerpos.

Sus complexiones se habían transformado en una sola, ella posaba su cráneo en el pecho de él, podía oír los latidos tranquilos de su corazón, él con la compañía de ella se sentía en paz, y era un sentimiento compartido.

Él posaba su cráneo en el de ella y se fundían en un abrazo, un abrazo al que no querían ponerle fin.

Sus rostros se encontraron, un beso los unió y su inminente despedida había llegado.

Él la acompañó hasta la puerta, besó sus labios por última vez y ella se marchó.

Fin.


Este cuento está dedicado a vos.

 Amiga, si comparás el mar con el amor que te tengo, el mar parece diminuto.  

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