XX

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Poema marítimo y siete penas hechas mares.

Quiero romper la inmensa distancia que nos separa, quiero volver a sentir en mis labios la dulzura que de los tuyos rebalsaba, quiero volver a sentir el gusto a tabaco de tu boca.

Deseado tripulante de aquel navío que me llevó a conocer las costas perpetuas del amor, si solo supieras la falta que me haces, cruzarías nadando los siete mares para venir hasta aquí y cobijarme con tus fuertes y entrañables brazos. Pero la pena que me invade es porque no lo sabes.

Amado marino de aguas saladas, vení hacia mí, calma este dolor que mi corazón siente al haberte perdido, infortunadamente la distancia era algo inevitable para nosotros.

Vos en el mar, yo en la tierra, esperando con ansias el día que vuelvas a este país y pueda encontrarte, congelar el tiempo y quedarme amarrada a vos, como una pequeña embarcación que no quiere despedirse del puerto y seguir rumbo.

Estimado marinero africano, tu mirada me embriagó los ojos y ahora necesito beber una copa de vos, me haces falta como a las rosas les hace falta el sol y el agua para poder vivir, me haces falta como el agua para el barco.

Querido hombre ojos cafés, al beber de tus ojos me he enfermado del insomnio perpetuo, desde la última vez que bebí de tu mirada te necesité, mis ojos no volvieron a cerrarse y me amenazan con no volver a hacerlo, hasta poder contemplar tu mirada risueña otra vez.

Amante mío, te extraño y lo único que calma un poco las punzadas constantes en mi corazón, es el mar, tu mar que me recuerda tu rostro sumamente especial y diferente a cualquier rostro que haya visto alguna vez, tus ojos que son la ventana al paraíso, donde puedo ver la noche constelada y la luna en todo su esplendor, el mar cauto y sosiego acompaña la combinación y cuando cerras y abrís tus ojos, en ese pequeño lapso de centésimas puedo sentirme perdida en la inmensidad del océano pero volvés a abrirlos y estoy de vuelta, sana y salva, ensimismada en las estrellas, el agua calma y el canto de las sirenas.

Como tu nombre sentencia la felicidad te acompaña, eso me alegra, porque cuando volvamos a encontrarnos, tu sonrisa se mantendrá intacta tal y como el día que nos conocimos.

Amado moro de Marruecos, te extraño, vení a mí, volvé a mis brazos, haceme sentir otra vez que soy la mujer más afortunada del mundo por tenerte apoyado en mi pecho, haceme rememorar como sonaban los latidos de tu corazón, haceme acudir a la remembranza de cuan ardiente se sentía tu sangre, haceme conmemorar cómo se sentía ser la mujer más dichosa de los siete mares otra vez.

Cuentos eróticos para eyaculadores precoces y orgasmos prematuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora