Conos de papel
que se llenan de vacío,
y en lo profundo de su desidia
observa la nada
que se desvanece
como un sueño,
quizás una pesadilla
demasiado cruel como para entender
lo mucho que duele su alma.
Y la brisa corre
lejana,
cercana,
y vuela.
Y permanece sin volar,
en la apagada sombra
que se adormece
con ojos en llamas.
El llanto silencioso
de una paloma,
adiestrada a ocultar
lo que abandonan
sus ojos distantes,
las lágrimas que caen
constantes como goteras
y cómo el papel se deshace
para dejarla caer
en un furioso océano,
que la devora
sin contemplaciones.
El caótico pensamiento
de quien desaparece
sin dejar la habitación.