Seis

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Mi tutor de matemáticas

—Estoy bien —Acompaño mi afirmación golpeándome el pecho como si fuera algún tipo de primate, ahogando mis quejidos a causa de un golpe auto propinado. Soy completamente ignorada y el médico del internado insiste en que me desnude. Me abrazo y aferro con tanta fuerza que en dado momento siento que me mareo y comienzo a tambalearme temerosa de ser descubierta.

Las ideas se han acabado, el tiempo transcurre, inalterable a mis deseos más profundos. Escapar.

La ventana parecía ser una salida propicia si no fuera por las rejillas. La única puerta era custodiada por mi compañero, quien con sus brazos cruzados se recargada en la pared. El galeno esta a la espera, atento, presto a ver que hay debajo de la delgada franela.

Oh, que paisaje tan desolado se encontraría.

Ya que importaba. Iba a ser un alivio dejar de fingir que era una chico, pese a que desde mi llegada solo aparentaba ser alguien con problemas de identidad sexual.

La necesidad de aire fresco me llevo a la conclusión de que pronto me desmayaría de no encontrar solución a mi dilema. Necesito agua, aire. Respiración boca a boca.

En el mismo instante que pienso aquello mis ojos, que se me hacen imposibles controlar ya, viajan hacía Mache.

Era inminente, iba a desplomarme sobre la camilla. Adiós a ser un chico.

Por años me había quejado de ser una persona con la peor suerte del mundo, pero por una vez la suerte o el destino soplaban a mi favor. Algo ahí arriba me sonreía. Una enfermera entró a buscar al médico, al parecer una chica necesitaba más atención de la que se me estaba dando a mí. El doctor le pidió a Marcelo que me llevara a mi dormitorio y se retiro.

Samuel Laflamme, mi compañero de cuarto nos recibe en la habitación, no pregunta nada y se lo agradezco. No quiero entrar en detalles ni explicar lo que me pasó, y agradezco que al nombrado sujeto no le importe. La verdad es que comienzo a creer que Laflamme es algún tipo de zombi que devora juegos en la consola. Los dos amigos se quedan en su lado de la habitación conversando, mientras que yo solo atino a cerrar mis ojos.

...

En la mañana la pomada hizo su trabajo y puedo pisar y caminar, aunque cojeando un poco. Lo que resulta gracioso para algunos ya que se pusieron a hacer comentarios muy vulgares y peyorativos.

—Alguien tuvo una noche muy salvaje.

Al principio no lo entendí. Luego Patrick se encargo de explicarme a cabalidad de que iban sus murmuraciones.

Quedé horrorizada, debería mejor olvidarlo y no mencionarlo jamás.

Al llegar a clases no puedo mirar la cara de Marcelo al evocar que lo estuve olisqueando como algún depravado la noche anterior. Marcelo esta sentado un par de asientos delante mío, concentrado en lo que la maestra de matemáticas dicta.

—Tyler —Me sobresalto al escuchar mi apellido. La maestra trae entre las manos su carpeta de registro —. A la pizarra.

Giro mi rostro como poseída hacia mis costados buscando ayuda. Ni siquiera sé de que va su clase. Me pongo de pie y camino adelante como si fuera al maldito infierno. Matemáticas es la asignatura que peor manejo. La maestra me pasa un marcador para escribir en la pizarra acrílica. Los ojos de todos los presentes en el salón están atentos a mis movimientos.

Sí, soy un chico Where stories live. Discover now