Diez

1.2K 169 53
                                    


Tengo mala suerte en el amor


He perdido una clase, lo que parece carecer de importancia a simple vista, pero no es así. Sin embargo perderme una clase en mi situación actual es lo último que me preocupa. Eventualmente se ha vuelto mi prioridad esconderme para que nadie sea testigo de la escena sangrienta que he dejado en mi pantalón. Es peor que una película de terror o la masacre en Texas. Ni Tarantino podría con esto.

Agote mis opciones. Ya me humille en la enfermería y trate de buscar ayuda en algún alma caritativa del pabellón de mujeres. Hice todo lo que a mi disposición estaba y era lícito. Entonces si, me vi orillada a romper mis principios y tomar medidas drásticas dada las circunstancias.

¿Adivinan lo que hice?

¿Qué habrían hecho en mi situación?

Hice algo malo, y el karma o esas fuerzas naturales que rigen nuestro universo me dieron una lección...

Al no conseguir tampones en la enfermería, por que soy una chico, decidí tomar el camino fácil y robarme unos del vestidor de chicas, pero las cosas no resultaron como las había idealizado en mi fértil y soñadora cabecita.

—¿Qué crees que haces aquí? —pregunta ceñuda, Beebe.

Como cualquier persona normal, consciente de sus acciones y en total racionamiento, traté de pasar por su lado y huir hacia la libertad, idea que Beebe White no compartía, pues se interpuso en mi camino y extendió los brazos negándome la salida.

Mi siguiente acción fue intentar escabullirme por debajo de sus brazos pero ella me agarro de los hombros y empezamos a forcejear cuál niñitas de jardín.

—Déjame —ordene y la empuje sin éxito alguno.

—¿Qué estabas haciendo? —pregunto acorralándome.

—Estas loca —sentencie en medio de jalones tratando de zafarme de su agarre.

—Te van a expulsar por esto.

Como si eso me importara.

—Yo no...

Y pasó.

La camiseta negra que me cubría el trasero ensangrentado se deslizó luego de que el nudito que hice por delante no resistiera más. Entonces ella vio lo que trataba de cubrir, todo tomó su lugar y no le tomó mucho tiempo entender que estaba pasando. No pongo en duda la inteligencia de Beebe pero fui descubierta por la suma de evidencia en mi contra, tampones sobre los mosaicos, pijama manchada... Tarde o temprano alguien notaría que estaba desangrándome e internamente estaba sufriendo de un dolor que ningún hombre entendería jamás.

Todo quedó en silencio, en completa quietud y si no fuese por la mosca que volaba y zumbando paso sobre nuestras cabezas quizá, y solo quizá, Beebe White no hubiera dicho nada.

—E... eres una chica.

Completamente anonadada parpadeo para posteriormente terminar riendo como alguna desquiciada, en tanto no sabía si asustarme por su reacción o salir corriendo.

—Eres una chica.

—¿Es pregunta o afirmación? —cuestione con una pizca de esperanza de que aquello no fuera más que un mal entendido.

—Ahora todo tiene sentido —dijo, clavándole el visto a mi quisquillosa pregunta —. Por eso actúas tan extraño, y eso explica tu voz tan agudita...

Comencé a pensar como convencería a Beebe de guardar mi secreto, mientras ella seguía parloteando.  Parecía haber recibido iluminación.

—y el modo de caminar, y por qué te gusta Mache y...

Alto.

—¡¿Qué?!

Un grupito de mariposas se alojó en alguna parte de mi estómago al escuchar ese nombre y mi pecho comenzó a sobresaltarse, resultado de mi agitado corazón.

Tonto corazón.

—A mi no me gusta Marcelo Kuczynzky.

No debía, no podía gustar de él.

Pero obvio me gustaba, hago esta afirmación por si estáis perdiendo el hilo de esta historia.

¿No hay dudas? Bueno, continuemos.

—Claro que sí —objeto Beebe —. Hasta ya los han shipeeado como parejita. Bueno, ya sabes, algunas chicas les gusta bromear con eso de las parejas homo...

Ya esta. Las chicas pensaban que era homosexual y en poco tiempo los chicos iban a terminar pensándolo también. Tal vez Marcelo ya lo sabía, eso explicaría la distancia que había creado entre nosotros. Esa distancia que mataba, quemaba mi alma y destrozaba mi órgano palpitoso.

Nuevamente exagerando.

—¿Por qué te estas haciendo pasar por un chico? —pregunta Beebe, sacándome de aquellos pensamientos negativos.

La curiosidad brillaba en sus pupilas, y aunque no tenía mínimo interés en confesarle la verdad no tenía otra opción.

—Tengo mala suerte en el amor.

—¿Es por Marcelo?

—No exactamente.

Por primera vez en mucho tiempo termine sinceramente con alguien sobre mi pseudo vida amorosa y se sintió bien sacar todo y que alguien me escuchara sin juzgar, sin interrumpir, sin comentarios. Beebe me escucho y hubo momentos en los que simplemente se reía, trataba de no hacerlo pero era imposible, sobre todo cuando le comenté los pequeños incidentes con Marcelo Kuczynzky. Paso un buen tiempo, y pese a que al principio entre lágrimas recordé a Aaron Parks, terminé riéndome de mí y la situación en la que me encontraba. Era ridícula por donde la viera.

Beebe guardo silencio por unos segundos antes de responder, segundos que se volvieron una eternidad. Podría asegurar que diría algo hiriente, mas no fue así.

—Tratar de entender a las personas es tonto, René. Y mucho más tonto es tratar de entender a los hombres. Las personas siempre te van a sorprender, salen con cada cosa y nunca vas a terminar de conocer a alguien. Nunca.

Lo dijo con tal seriedad que sentía que estaba escuchando a mi propia madre regañándome.

—Ya sabes, somos como las cebollas, nunca nadie termina de pelar nuestras capas de pendejes.

Ambas reímos ante lo último.

—Cada persona es única o como diría una buena amiga mía, somos edición limitada. Tuviste malas experiencias con los chicos, pero no por eso vas a esperar lo mismo de los demás. No todos engañan, mienten, o dañan a las personas que los quieren.

—Supongo que si —respondí.

—Y Marcelo es un buen chico.

Beebe White terminó siendo una persona en exceso condescendiente, me ayudó con mi principal problema, me escucho y como último se ofreció a colaborar conmigo si necesitaba algo o me hallaba nuevamente en un conflicto de tal magnitud.

Cuándo regrese a la habitación Samuel, Patrick, Martín, Alan y el mismísimo Mache preguntaron por mi paradero, por el colchón, por las clases, por mi ropa. Fue una lluvia de interrogantes a lo que únicamente respondí una cosa y no era mentira:

—Estaba con una chica.

Claro que ninguno se fio de mí, por el contrario, se ofrecieron en ayudarme a transformarme  en alguien más varonil e irresistible a las nenas y cito las palabras exactas de mis maestros de la seducción.



Hola.

A las personitas que me siguen leyendo aún cuando mis actualizaciones son cada 4 a 5 meses les mando unos besos bien babosos.

Gracias por leer. <3

Sí, soy un chico Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz