Flotando

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Irene.

Mi mamá es socia del polideportivo y como todos los miércoles, se reúne con sus amigas a jugar a las cartas. Era socia de un club muy prestigioso cuando conoció a mi padre siendo apenas una joven llena de vida y luego de atravesar las vías de la miseria tras caer en bancarrota mis abuelos, seguido del abandono inminente que nos hizo mi padre para ir detrás de alguien que le ocasionaba mejores placeres, tuvo que despedirse de sus lujos. Ella se vino a vivir a los suburbios con un vendedor de autos que, si me preguntan, era demasiado exagerado para mentir y eso es un motivo por el que jamás le fue bien vendiendo nada. Pero con las mujeres si era bueno, o mi mamá era muy estúpida, porque se fue detrás de él sin pensarlo demasiado. No tengo idea de cómo rompieron, pero un día conoció al idiota de Esteban, que era como un príncipe al lado del vagabundo de su ex, y me prometió que podríamos reconstruir la familia que éramos. Sinceramente nunca se lo creí, pero se me estaba haciendo muy difícil mantenerme por mi cuenta y en el fondo pensé que no iba a ser tan malo. A ver, era seguir durmiendo en la boca del lobo o mudarme a la enorme casa de un abogado, donde tendría mucama y comida todos lo días. Nada de lo que prometió se cumplió, pero siento que no debería quejarme demasiado, hacerlo me hace sentir como una desagradecida.

En este mismo polideportivo conocí a Celeste. Estoy segura que de otra forma no nos hubiéramos cruzado en la vida. Ella procede de una familia cristiana devota que tiene un buen poder adquisitivo y padres influyentes en la comunidad, ambos son cercanos al párroco de la iglesia y les gusta organizar eventos benéficos. De niña ella practicaba tenis, no como hobby, sino de forma profesional para algún día poder competir. Pero un día se cansó y les dijo a sus padres que no tomaría más las clases. Mi madre también me envió a clases cuando era pequeña pero yo siempre fui un desastre en deporte y mi papá se hartó de poner tanto dinero —que no le afectaba económicamente— en una niña fracasada. El último contacto no relacionado al instituto que tuve con el deporte fue el año pasado cuando mi madre me pagó la cuota entera del mes en el gimnasio y asistí apenas dos días. Este verano intentó hacer que fuera de nuevo con la esperanza de que no me pasara todo el día vagueando en la calle —como ella le llama, aunque no tiene idea de lo que hago cuando estoy fuera de casa—, pero cometió el error de darme la plata para que yo fuera a pagarlo. A mitad de mes se enteró por una de sus amigas que yo en realidad no estaba yendo al gimnasio y se me armó la gorda. Por suerte, no se enteró que la cuota nunca se pagó y el dinero me lo deliré en una de las tantas giras que me hacía por esos días.

—Estoy aburrida, me voy —le digo, acercándome a ella. Suele insistir mucho en que la acompañe al club cuando ella viene y sé que es porque quiere que me líe con Taylor Hobbs. Es un muchacho que va a la universidad y practica natación, procede de una familia que nada en dinero y de hecho son uno de los socios más prestigiosos del lugar. Mi mamá detesta a la tía de éste, con quien mantiene una rivalidad mutua, pero entiende que es un buen partido y tras fracasar en su intento por conquistar al padre, volcó sus esperanzas en mí con el hijo menor.

El chico es un verdadero imbécil. Cada vez que se acuesta con una chica, lo desparrama por medio pueblo. Mi mamá dice que si le pongo ganas, lograré hacer que caiga rendido por mi porque yo no soy como el resto de las chiruzas blancas ricachonas y, según sus palabras, necesita una mujer de verdad con sangre latina que le haga saber lo que es bueno. A esta altura se darán cuenta que mi mamá ve muchas telenovelas que le llenan la cabeza de pajaritos. Yo tan solo la escucho y asiento a lo que dice, discutir sus delirios solo empeora la situación.

—¿Ya te vas? Quédate un rato más —dice sin levantar la vista de su mazo. La mesa está envuelta en una densa nube de humo que crea una asquerosa combinación con la variedad de perfumes fuertes que impregnan los cabellos abultados de aquellas mujeres.

La lección© [COMPLETA]Where stories live. Discover now