Discusiones

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Aparecieron en el salón de su pequeño apartamento muggle. Era una sala pequeñita. Disponía de un cómodo sofá de dos plazas, una mesita de té, un pequeño mueble con un viejo televisor, y una librería que ocupaba la mayor parte de una de las paredes de la estancia. La vivienda era sencilla pero acogedora. Se notaba que estaba decorada con mucho gusto.

Hermione, comprobó que nadie hubiera sufrido daños por la desaparición, tras esto soltó a Crookshanks, y con cuidado, y como bien pudo, recostó al rubio en el sofá. Es cierto que el chico no tenía sobrepeso ni mucho menos, de hecho, al cogerlo para llevarlo a casa, notó que parecía más delgado que en los días que estudiaban en Hogwarts, pero también es cierto que era unos veinte centímetros más alto que ella y que la musculatura de la chica no era nada en comparación con la del muchacho.

Al dejarlo en el sofá, le retiró la capucha y le colocó un cojín bajo la cabeza para que estuviera más cómodo. Tras esto comprobó que la expresión de su cara había cambiado. Se mostraba con el ceño y los labios fruncidos, como si alguno de los movimientos realizados le hubiera causado dolor.

La castaña sabía que estaba herido, ya que el rostro del muchacho mostraba golpes y magulladuras, algunas de ellas con sangre seca, pero todavía no conocía en qué condiciones se encontraba el resto de su cuerpo. Antes de empezar a revisarlo, realizó un movimiento de barita, y del cuarto de baño salió flotando un botiquín. Tras otra floritura más, aparecieron varios fuegos mágicos que en poco tiempo consiguieron caldear toda la estancia. Tenía que descubrirlo para poder curarlo, y no quería que se enfriara más todavía, consideraba que ya había pasado suficiente frio durante el tiempo que había estado a la intemperie en aquel estrecho callejón, como para seguir pasándolo ahora, y más teniendo en cuenta que ella podía ponerle remedio.

Cuando ya lo tuvo todo preparado volvió a mirarlo, comprobando que continuaba en la misma posición en la que lo había dejado. Abrió la capa que cubría al chico y comprobó que iba vestido con un jersey negro de cuello vuelto y un pantalón de pinza del mismo color, que en otra época debieron lucir muy bien, pero, ahora, ambos se encontraban desgastados por el uso y llenos de rasgones y suciedad. Levantó el jersey levemente comprobando que el costado izquierdo del chico estaba manchado de sangre, continuó levantando la prenda, ahora con más cuidado, hasta que vio la herida.

- ¡Por las barbas de Merlín!- Exclamó sorprendida y preocupada a partes iguales.

No se esperaba que la herida fuera tan profunda. Era un corte limpio, probablemente provocado por un hechizo cortante, que le cruzaba la parte baja del costado de forma horizontal. La herida, aunque de manera moderada, seguía sangrando. Rápidamente abrió el botiquín y sacó una poción que servía para limpiar las heridas y desinfectarlas. Inmediatamente después le aplicó Esencia de Díctamo, haciendo que cicatrizara de forma instantánea. A continuación le echó Esencia de Murtlap para calmarle el dolor. Tras realizar las curas pertinentes comprobó que la herida había quedado con un aspecto considerablemente mejor. Si seguía realizando las curas de manera correcta y diariamente, tal vez conseguiría que la cicatriz quedara casi imperceptible.

Continuó levantando el jersey en busca de más heridas importantes que curar. Había golpes y rasguños por el pecho y la espalda que carecían de importancia en comparación con la herida que acababa de curar. Igualmente aplicó las pociones y ungüentos necesarios para realizar las curas, e hizo lo propio con las heridas del rostro del muchacho. En cuanto a la zona de las piernas, todavía no estaba mentalmente preparada para ver al Slytherin en ropa interior, de modo que levantó los camales del pantalón para poder observárselas. Al igual que el resto del cuerpo, las tenía con rozaduras y moratones. Los curó lo mejor que pudo y cuando terminó le hizo beber a sorbos una poción reabastecedora, pues suponía que la palidez extrema del muchacho era debida a la pérdida de sangre causada, sobre todo, por la herida del costado. Después le limpió toda la sangre y suciedad que tenía adheridas a la piel. La cara, los brazos, las piernas, el pecho y la espalda; pero sobre todo el costado y la mano con la que se había sujetado este eran los que más sucios estaban.

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