Mirada

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Hermione se encontraba en el escritorio de su consulta cuando oyó como unos nudillos tocaban en la puerta.

- Adelante.- Dijo la chica, mientras ordenaba unos papeles y los colocaba sobre un montón de expedientes.

- Buenas, preciosa.- Saludó una voz dulce y varonil.

- Hola, Jer.- Saludó la Gryffindor con una amplia sonrisa.- ¿Qué te trae por aquí?

- ¿Tan rápida te ha pasado la mañana, que ni te has dado cuenta de que ya es la hora de comer?- Preguntó el chico, devolviéndole la sonrisa de forma encantadora.

- ¿Ya es tan tarde?- Exclamó sorprendida, mirando su reloj de pulsera.

- Sí. Así que levanta. Hoy invito yo.- Informó acercándose a la castaña y tirando suavemente de ella para ponerla en pie.

- No es necesario, Jer.- Dijo, sintiendo como subían los colores a sus mejillas tras sentir el contacto del joven.

- Claro que sí, Herms. Tú invitaste la semana pasada.- Aclaró pasándole la mano sobre los hombros, mientras abandonaban la consulta.

Jeremy Clarks era el doctor que ayudaba a Hermione en la clínica. Un hijo de muggles al igual que Hermione. Era cirujano, y todos los martes y jueves acudía para realizar las intervenciones programadas, o las curas. Además también se hacía cargo, junto con la castaña, de las urgencias que requerían apoyo.

Era un chico joven, solo cuatro años mayor que ella. Tenía el pelo también castaño, aunque más claro que Hermione, y liso, el cual le caía sobre los ojos y las orejas de forma sensual. Sus ojos era de color verde claro y su sonrisa conseguía que la leona se transformara en un insignificante gatito de sonrisa tonta y nada elocuente.

***

- Ya estoy en casa.- Anunció la chica con mirada algo soñadora.

- ¿Se puede saber qué demonios te pasa?- Preguntó Malfoy con expresión asqueada tras ver a la castaña.

- ¿Qué quieres decir?- Interrogó extrañada, dejando delante de él la bolsa con comida que le había traído para cenar.

- Hablo de tu cara de bobalicona. - Explicó con sinceridad, mirando qué tipo de comida le había llevado la castaña.

- No tengo cara de bobalicona, serpiente antipática.- Respondió poniendo los ojos en blanco. Ese chico siempre conseguía arrebatarle su buen humor de un plumazo.

- Eso lo dirás tú, Granger. Pero has entrado en casa con esta cara.- Dijo poniendo una expresión grotesca que no tenía nada que envidiar a la de un trol o un babuino. Lo que hizo que la Gryffindor no pudiera reprimir una carcajada.- ¿Se puede saber de qué diantres te ríes?- Preguntó ofendido.

- ¿De qué va a ser, Malfoy?- Dijo todavía secándose las lágrimas provocadas por las risas.- Pues de la cara que has puesto.

- No tiene gracia, Granger.- Rebatió molesto.

- Eso es lo que tú piensas, pero sí que la tiene. Nunca imaginé que te vería con una expresión tan graciosa.- Confesó todavía risueña.

- Lo que tú digas.- Mencionó pasando por alto el comentario de la chica.- Volviendo al tema de antes... ¿piensas decirme por qué tenías esa expresión cuándo has llegado?

- No sé de qué expresión me hablas.- Dijo la castaña cambiando de tema de forma descarada.- ¿Te apetece ver la tele?

- No me cambies de tema, Granger. ¿Y qué demonios es la tele?- Interrogó con evidente curiosidad, observando como la chica cogía un pequeño artilugio muggle y hacía funcionar el aparato cuadrado que había en el salón frente al sofá.- ¡Por Merlín, Granger! ¡¿Qué es eso?!- Chilló sorprendido señalando el aparato con su dedo índice.

Amor SecretoWhere stories live. Discover now