Cuatro años después

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Era un día soleado. A pesar de que todavía era abril, el día había amanecido inusualmente cálido. El clima parecía querer ser portador de buenas noticias.

Hermione estaba sentada en el jardín de la nueva casa que había adquirido un par de años atrás. Al contrario que la otra, era una vivienda unifamiliar, por lo que disponía de mucho más espacio que antes. Al lado de la chica, un niño de tres años, sentado sobre el césped, jugaba con un muñeco de Víctor Krum volando en escoba, que su tío Ronald le había regalado recientemente. Draco no se había equivocado en nada. Scorpius era su viva imagen. Pelo rubio platino, ojos grises y la misma belleza cautivadora que lo convertía en digno hijo de su padre. Pero además de eso, tal y como el joven Slytherin había predicho, el niño poseía la dulzura, la valentía y la inteligencia dignas de su hermosa madre.

Ojalá Draco hubiera podido ver crecer a su hijo como ella lo había hecho. Lo echaba tanto de menos, que en ocasiones le resultaba duro contener las lágrimas ante su pequeño. No había un solo día en que no recordara su convivencia, sus discusiones antes de darse cuenta de que eran el uno para el otro, y sobre todo sus momentos de amor infinito. Era cierto que el tiempo que tuvieron para estar juntos fue realmente escaso, pero también fue maravillosamente intenso.

- Mamá.- La llamó su pequeño hijo, sacándola de sus recuerdos.

- Dime, cariño.

- ¿Viene hoy el tío Harry?

- Eso creo.- Respondió dedicándole una dulce sonrisa a su retoño.

- ¿Y va a traer la sorpresa?

- Seguro que sí.- Dijo ella convencida.- Sabes que cuando el tío Harry promete algo siempre lo cumple.

- ¿Y qué sorpresa es?

- Yo tampoco lo sé, Scorpius. Tendremos que esperar a que llegue para averiguarlo.

- Quiero que llegue pronto.- Confesó el pequeño ilusionado.

- Seguro que no tardará.- Concluyó la castaña sentándose en el césped junto a su hijo.

Apenas transcurrieron unos minutos cuando sintió una presencia tras ella.

- Hola, Harry. Bienvenido.- Saludó la castaña, sin levantar la vista, suponiendo que se trataba de su moreno amigo.

- Hola, mi amor.- Contestó alguien, cuya voz dejó completamente paralizada a Hermione.

- ¿Papá!?- Preguntó Scorpius, mirando con asombro al hombre que tenía frente a él.

- Hola, mi pequeño príncipe. - Saludó el rubio, arrodillándose para ponerse a su altura. – Sí, yo soy tu papá. ¿Me has reconocido? – Preguntó, emocionado de poder ver al fin a su adorado hijo.

- Le he enseñado fotos tuyas de cuando eras estudiante en Hogwarts, y le he hablado mucho sobre ti. – Respondió, Hermione, viendo que el pequeño se había quedado sin palabras.

- Gracias, Hermione. – Dijo, mirándola con cariño. – ¿Me das un abrazo, hijo mío? – Pidió, dirigiéndose a Scorpius, estirando los brazos hacia él, con inseguridad y temor de ser rechazado. Pero, el pequeño, sin dudarlo un solo instante, se arrojó a los brazos de su padre. - Si supieras cuanto he deseado poder hacer esto. – Añadió, con voz temblorosa debido al sentimiento que lo embargaba.

Tras unos minutos, se puso en pie, todavía con el pequeño en brazos, y se acercó a la castaña.

- Hola, mi amada y hermosa leona. - Saludó de nuevo el rubio, tendiéndole su brazo libre, para que se acercara a él.

Ella, sin dudar un solo instante, y al igual que el hijo de ambos, lo abrazó con fuerza.

- Has vuelto.- Mencionó con la voz rota por el llanto. Mientras los tres se abrazaban llenos de felicidad.

- Sí, mi amor. He vuelto. Esta vez para siempre. Ahora soy un hombre libre, y no permitiré que nada ni nadie vuelva a separarnos.

- Soy tan feliz.- Confesó ella sin poder contener las lágrimas.- ¿Pero cómo es que has vuelto hoy? Es decir, ¿por qué Harry no me dijo nada?

- Era una sorpresa.- Explicó el rubio, todavía rodeando con sus brazos a su mujer y a su hijo.- Se supone que todavía me quedaba un año de condena, pero Harry ha estado moviendo hilos desde hace meses y ha conseguido que pudiera salir antes. No te dijo nada, porque hasta hace un par de días no sabíamos si rechazarían la petición. Pero han aceptado y aquí estoy.- Concluyó abrazándolos con más fuerza.

- Soy muy feliz.- Repitió la Gryffindor, aferrándose al pecho de su amado.

No podía creerlo. Draco había vuelto. Habían sido cuatro largos años de condena en Azkaban. Cuatro años de visitas totalmente restringidas, en la que solo Harry Potter, por su posición en el Ministerio, tenía autorización para poder verlo. Era gracias al moreno que había podido saber cómo estaban Hermione y el pequeño Scorpius en cada momento. Había visto crecer a su hijo gracias las fotos que el Gryffindor le llevaba en sus visitas y a toda la información que le daba sobre los progresos del niño.

Ahora, gracias a Merlín, y al duro trabajo que había realizado Harry Potter durante todo ese tiempo, aquella pesadilla había llegado a su fin, y podría disfrutar de su familia y de su libertad para siempre.

- Te amo, Draco Malfoy.- Confesó la castaña con dulzura.

Te amo, Hermione Granger. Y a ti también, mi pequeñoScorpius.- Concluyó el Slytherin, mientras caminaba acompañado de sus dosamores, hasta el interior de la casa, donde durante mucho tiempo continuaríanviviendo días de aventuras y momentos mejores o peores, pero ante todo, llenosde amor.

Amor SecretoWhere stories live. Discover now