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Poco a poco detuve mi marcha, inspirando hondamente el aire nocturno de mi manada. Había una que otra luz prendida, y ya habíamos pasado el rango de las patrullas, pero aún así se sentía vacío. Extraño.

Moví mis patas con inquietud, y cuando me giré hacia Ilhoon, solté una especie de gemido confuso. Él sólo se sacudió, comenzando a avanzar con tranquilidad. Ahora que ya habíamos llegado, podíamos descansar nuestros músculos, y tomar un respiro.

Seguí al lobo castaño con pasos vagos y dóciles. A veces, a pesar de que me había esforzado mucho para seguir el ritmo en la velocidad a los betas o incluso la fuerza de éstos –llegando a superar a unos cuántos, además-, había momentos en los que simplemente no podía negar mi naturaleza. Tenía un aguante menor al de Ilhoon y era bastante sensible a los estímulos del alrededor. Llegar a mi hogar sólo causaba que el sentimiento de protección y seguridad me sobrecogiera y causara que poco a poco mis músculos cedieran, que mis instintos florecieran, y que buscara recostarme en algún lugar cálido para poder reponer fuerzas. Era como si el interruptor que cambiaba mi modo de "guerrera" a "omega" se bajara sin consultar y se bloqueara ante el cansancio para evitar que me excediera.

Pero no me molestaba. Había aprendido con el tiempo que así era yo y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo, más que abrazar mis cualidades y defectos y enorgullecerme de todo lo que había conseguido ya. Mucho menos me disgustaba la idea de acurrucarme en mi cama, en la seguridad de mi casa, de mi manada.

Cuando llegamos a las puertas de La Cabaña Principal, irguiéndose imponente y orgullosa como la más alta de las edificaciones y donde vivía el alfa junto al beta de la manada y las familias de éstos, Ilhoon se acercó hasta mi cuello y, con cuidado, tomó la cuerda que sostenía el mensaje entre sus fauces, mientras yo bajé mi cabeza para facilitarle la extracción. Cuando nos adentramos, nuestros caminos se separaron, y al llegar a las escaleras adopté mi forma humana. Mientras subía, mis pasos pesados, me dediqué a mirar las marcas del diseño de mi manada que adornaba mi mano derecha –que rozaba la barandilla de seguridad- y subía por mi brazo hasta mi hombro y perdiéndose lejos de mi vista en dirección a mi espalda. Mis muslos desnudos contenían los mismos diseños, recorriendo toda la extensión de mis piernas. Pero para cuando llegué a la planta superior, los dibujos ya habían casi desaparecido.

Recuerdo que cuando aún era una cachorra, aparte de disfrutar la sensación de liberar mi lado animal, lo que más me gustaba era la aparición del diseño de transmutación. Cada manada tenía su propio diseño, y a veces incluso su propia leyenda al respecto, y aparecían justo cuando cruzabas la línea que separaba el cuerpo humano del espíritu animal. Acostumbraba –aún ahora- a creer que incluso aunque a primera vista fueran totalmente diferentes, ambas formas corporales eran un reflejo de la otra.

Cuando llegué hasta mi habitación, no tuve que buscar demasiado para conseguir mi bata de seda azul cielo y colocármela para cubrir mi cuerpo desnudo. Me acerqué hasta el armario y, con sencillez, elegí una falda de mezclilla de un color azul intenso y una blusa blanca de botones. Al recordar que me había pasado todo el día descalza, tomé unas zapatillas negras y discretas que no tardé demasiado en guardar en un bolso junto a otro par de zapatos y algunos otros cambios de ropa. Después de colocarme la ropa interior, vestí lo elegido con anterioridad y bajé con cuidado de no ser demasiado ruidosa hasta la sala de reuniones.

Entré manteniendo el silencio, oyendo las voces de mi padre, el Beta y la de Ilhoon.

— ¿Pero le plantearon todo lo que sabíamos? —la pregunta formulada por mi padre en un tono de voz incrédulo llamó mi atención. Una risa vacía, más como un soplo frustrado, se escapó de entre sus labios—. No puedo creérmelo que aún sabiéndolo todo decidieran retrasarlo.

❝TEASE❞ »kim taehyung, bts v.Where stories live. Discover now