Corte y confección.

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Los retazos no visten más
que la vergüenza de lo que pudo ser,
los alfileres no atinan
y se clavan en unas lenguas que
jamás
se        tocaron.

No sabía que el retal más largo
sería el de tu
p
   e
      l
         o,
porque no nos vi nunca más desnudos
que sin ropa.

Y ahora,
nos protegemos con dedales
de nuestros propios pinchazos,
los parches no nos remedian
y nos cosemos las heridas permanentes
que no saben suturar.

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