D O C E

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Hola, querido lector:

Escribí esta parte varias veces porque no hallaba con facilidad las palabras que lograsen describir lo que vimos luego de que el experimento funcionó.

Tuve que parpadear muchas veces para asegurarme de que la mujer que tenía ante mis ojos no era producto de una imaginación que esperaba el éxito de todo en primer lugar.

La mujer había bajado el pequeño escalón para poner sus pies en el suelo y su mirada era neutra, estática. De cabellos largos, ondulados y color caramelo, piel tersa y sedosa, era una diosa en el grado más alto que esa palabra pueda albergar. Tenía sus manos a los lados, completamente firme, espalda recta y completamente desnuda, gloriosa. Me olvidé de que Dolly estaba allí y me acerqué a esa preciosidad de ojos oscuros. Cuando me vio me sonrió y ese gesto la hizo más angelical, sus dientes perfectamente alineados, blancos y rodeados por un par de rosados y tiernos labios. Me había embelesado tanto su rostro que no la había detallado completamente y cuando bajé solo un poco la mirada, me percaté con más consciencia de su desnudez y con apuro caminé hasta el pequeño armario y saqué lo primero que encontré para cubrirla. Ella no se había movido de su lugar y sin mucho problema recibió la ropa —que estaba allí desde hace años, la debió traer el dueño del laboratorio— y se la colocó. Esa blusa, esa falda las sandalias feas estaban empolvadas, viejas y un poco grandes pero lucía hermosa, nada podía quedarle mal.

—Hola —saludé. Noté que me temblaba la voz y aclaré la garganta—. Hola.

—Hola —respondió con una voz dulce y baja.

—¿Cómo te llamas?

Mi pregunta no me sonó estúpida sino hasta que vi su gesto de confusión. Dolly intervino, con una voz seca:

—Acaba de nacer, Jonathan, no tiene nombre.

La mujer miró a Dolly y su gesto se endureció, no le sonrió con la misma dulzura que a mí. Dolly ni se inmutó pese a que la mirada de esa "muñeca" era un poco muy recelosa.

—¿Quién eres tú? —le preguntó a Dolly.

—Me llamo Dolores Platten.

Luego me miró a mí.

—¿Y cómo me llamo yo?

Pensé un momento en un nombre para ella y dije el primero que se me vino a la mente:

—Melinda.

—Melinda —repitió—. Me encanta, ¿y tú quién eres?

—Jonathan.

—Eres muy apuesto, Jonathan —dijo, sin pizca de duda aunque mentía, y me dedicó otra de sus preciosas sonrisas.

Tenía tantas preguntas que hacerle, quería tocarla para asegurarme de que no era de plástico, quería que me hablara por horas para ver qué tan inteligente o humana podía ser. Quería saber cómo se sentía, si tenía hambre o frío o le incomodaba la ropa vieja que tontamente no reemplacé pues no llegué a considerar que la necesitase.

—¿Cómo te sientes?

—Bien —dijo—. Tengo un poco de calor.

Siente temperatura, me dije mentalmente.

—¿Tienes hambre?

—No.

—¿Sabes en qué año estamos? —dijo Dolly—. ¿Sabes lo que eres?

—Es 2002 y soy una mujer creada allí. —Señaló la incubadora y luego agregó con rudeza—: ¿Tú sabes lo que eres?

—Soy humana.

Amor de Laboratorio •TERMINADA•Where stories live. Discover now