V E I N T I D Ó S

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9. Resultados y conclusión

Los lentes se me empañaron, las fuerzas de mis piernas parecían estar agotadas y no pude levantarme de la silla. El ruido fastidioso de la cabina no logró molestarme esta vez, quizás tuve todos los sentidos dormidos por ese lapso.

Intentaba asimilar las palabras de Dolly, pero mi cerebro no me ayudaba a hacer eso con rapidez. Me mezclaban los reproches, las verdades y las declaraciones de su parte, de tal manera que no entendía gran cosa.

Había dicho que estaba enamorada de mí. Me pregunté si esa confesión realmente había pasado o si era solo uno de los hilos de la maraña de mi mente y acaso lo había imaginado.

Cuando el zumbido de la cabina empezó a bajar de a poco, mis neuronas decidieron por fin hacer conexión y entrelazaron palabras con acciones. Fue como si de repente una gran sábana como la que cubría los implementos de La Guarida la primera vez que llegué allí, hubiera sido retirada de algún archivo mental y dejara todo a la vista.

Dolly siempre me había dicho que me quería.

No textualmente, es cierto, pero sí lo insinuó de todas las maneras posibles.

Desde que había ido a buscarla esa primera vez a la cafetería para que me ayudara a traducir La femme parfaite se había interesado en mi episodio con Amy y me había alentado, diciéndome que ella no me merecía. O cada vez que me decía que debía buscar el amor en personas. O cuando se reprendía a sí misma por ayudarme pero aún así lo hacía. O cuando le pregunté si ella había encontrado el amor y me evadió el tema con una sonrisa mitad picardía mitad nervios. O más recientemente esa misma tarde cuando me dijo que dejara de oírla y empezara a escucharla. Cada maldita vez ella me insinuaba que estaba allí conmigo, para bien o para mal. solo le faltó ponerse un letrero en la frente que dijera "Nótame, pedazo de imbécil".

Pese a que no me estaba moviendo desde hacía varios minutos, el corazón lo tenía latiendo velozmente como si estuviera haciendo el más arduo trabajo físico. El aire me faltaba, me sentí por primera vez claustrofóbico de estar en La Guarida. Me dolía la cabeza y recordé que esa misma tarde yo mismo me había cuestionado ese cosquilleo que sentía con la cercanía de Dolly; no me había dado una respuesta en ese momento y preferí ignorarlo por pensar en Lou, pero allí pareció que esa inquietud había tomado todo espacio en mi mente y solo logré responderme que a mí también me gustaba ella.

No al principio, querido amigo, no te voy a mentir.

Cuando fui a buscar ayuda hacía ya varias semanas, no veía a Dolly más que como una conocida, mis anotaciones en el diario son prueba de ello. Pero quizás con el tiempo empecé a sentir algo por ella. Pudo ser su manera de nunca negarme ayuda, sus palabras dulces al verme decaído, su insistencia en que yo era una buena persona, el brillo de sus ojos cuando no estaba enojada o la combinación de su cabello con el color de su piel. O todo junto.

Con el paso de los días empecé a verla. A verla realmente. Comencé a notar y a diferenciar sus estados de ánimo, a predecir sus resoplidos, a mentalizar cuando rodaba los ojos, a ver el movimiento de su pelo con el viento y su forma de combinar los colores a la hora de vestir. Inicié con las sonrisas al pensar en ella y a considerar cómo reaccionaría a mis tonterías antes de proponérselas.

Nunca había tenido una amiga cercana, así que no podía saber si era normal o no verla así; si eso se hacía con todas las amigas o adivinar si me gustaba.

Me cuestioné seriamente mi inteligencia en ese momento, el coeficiente intelectual no me llegaba para la comprensión de lo que estaba sintiendo.

El no haber notado el cariño que Dolly me tenía, muy por encima a cualquiera que hubiera recibido, era una ceguera de la que no podía culpar a mis problemas ópticos.

Amor de Laboratorio •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora