D I E C I N U E V E

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Cuando llegamos a la residencia era cerca del mediodía; el trayecto a pie debajo de un moderado sol había secado parte de la ropa de Dolly pero ella seguía incómoda y algo molesta.

Cuando entramos y cerré la puerta, se cruzó de brazos. Mi capacidad de bromear para aligerar el ambiente no era muy buena, pero lo intenté:

—Debería estar yo enojado.

—¿Disculpa? —Se indignó.

—Fuiste tú quien enamoró a mi chica. —Y efectivamente, no funcionó. Me observó sin expresión en sus ojos—. Vamos, mira el lado positivo.

—¿Y ese es...?

Levanté con mis dedos la bolsa de papel que había comprado un par de calles antes.

—Tengo panecillos de canela.

No se puede decir que lo vio como algo positivo pero al menos dejó de mirarme mal. Le presté ropa mientras llevábamos la suya a la secadora del sótano de la residencia, la dejamos allá y volvimos a la habitación mientras tanto.

Tuvo que hacerle cuatro dobladillos a las mangas de mi suéter y a las botas de mi sudadera para que le quedaran. Parecía una muñeca vestida con ropa de adulto. Tuve que ladear la cara para no reírme abiertamente, no quería fastidiarla más.

Dolly se sentó en el filo de mi cama y se quedó mirando la pila de libros en el suelo (solo había podido devolver la mitad porque no pude cargarlos todos de un tirón). Pasó sus manos repetidamente por su cabello intentando peinarlo tal vez; el agua se lo había dejado más voluminoso que de costumbre.

—¿Qué piensas?

—Muchas cosas.

—Dime una.

—Hay días en eres más tonto que otros días.

—Dime otra.

Tardó dos latidos en contestar.

—Solo me preguntaba si la paciencia humana tiene límites.

—¿Lo dices por alguien en especial?

Sabía muy dentro de mí que hablaba de ella y de toda la paciencia que me había brindado a mí y a mis Cosas. Sin embargo, dudó y negó con la cabeza.

—Solo son pensamientos al azar. ¿En qué piensas tú? —Rió de sí misma y blanqueó los ojos—. En Louisa, por supuesto.

—De hecho pensaba en que te ves graciosa con mi ropa. —Me fulminó con la mirada—. Y más que en Lou, en ti. ¿Cómo es posible que la enamoraras en diez minutos de charla continua? ¿te das cuenta de que es la segunda mujer que creamos que no me prefiere?

—Quizás es el destino diciéndote que dejes de hacer muñecas y busques a una humana. O que eres demasiado tonto para esas muñecas fenómenas.

—¿Crees en el destino?

—Tú crees que hallarás amor con algo salido de una máquina, ¿quién está más desubicado?

—No me respondiste.

—¿Para qué? Todo lo que digo te parece absurdo y solo una manera de llevarte la contraria.

—Te prometo que no me parecerá absurdo.

Se alejó hacia la ventana y se ubicó frente a esta, solo mirando hacia afuera. El sol le daba en los ojos, así que me paré a su lado y cerré a medias la persiana, lo suficiente para que no se le encandilaran los ojos y para que siguiera viendo la calle.

—A veces me sorprendo de la manera en que tu mente trabaja, Jonathan. Eres tan inteligente para tantas cosas pero tan ingenuo para otras...

—Lo dices como si supieras todos los secretos del universo.

Amor de Laboratorio •TERMINADA•Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz