Final

28.5K 3.3K 1.2K
                                    

Sus vidas estaban perfectas. Un hermoso joven lobo, era feliz junto a su pareja y tres niños. Después de lo habían pasado, era un alivio poder vivir tranquilos y en paz.

Esa mañana, JungKook había sido el primero en levantarse como siempre. Sin su usual camisa, estaba a la vista la marca de su amor. Había insistido en portar una también, aunque algunos lobos preferían marcar a su compañero sumiso, JungKook quería estar en igual condiciones con su "esposo".

El siguiente en levantarse era TaeHyung, desayunaba con JungKook y luego se ponían a hacer algo juntos. La casa había necesitado de algunos arreglos, uno que otro cambio y esas cosas de siempre. A Tae le gustaba ayudar en lo que pudiera y JungKook no tenía problema en enseñarle o recibir ayuda.

Después llegaban los mellizos, el mayor les daba algo para comer y ellos solían pintar, dibujar o jugar a algo. En raras ocasiones se les daba por mirar que hacían los otros dos. Usualmente dejaban de trabajar cuando los mellizos decían que estaban aburridos. Sabían cómo se ponían.

JungKook viendo la hora que era, decidió mandar a los tres a comprar. Y los niños se fueron satisfechos porque les habían dado una importante tarea. El lobo mayor estaba a punto de hacer un poco de orden. Tendría que enseñarle a los cachorros que debían ordenar.

Cuando finalizó su limpieza, confundido vio que JiMin todavía no bajaba. Su compañero era el último en levantarse, pero nunca tardaba tanto.

Subió las escaleras fácilmente, recorrió algunos cuartos hasta llegar al suyo. Abrió despacio la puerta y miró dentro. JiMin salía del baño, ya vestido y listo. JungKook entró sigilosamente, causando que su pareja se asuste.

–¡JungKook! ¡No me asustes así! –reclamó JiMin con una mano en el pecho.

El lobo vio que su chico estaba algo alterado. No quería pensar mal o comenzar a sacar conclusiones. Pero JiMin estaba actuando raro. Se enojaba mucho con él y se irritaba. Últimamente apenas dejaba que lo tocara y estaba arisco. Sus cachorros también lo habían notado. Su papi estaba actuando muy raro, ni siquiera iba a arroparlos de noche. El asunto era confuso.

–Perdón –musitó en voz baja, estaba algo herido por el trato que recibía.

Cerró la puerta después de entrar. Miró con atención al joven del que estaba enamorado. Sin entender que había pasado de pronto. Inevitablemente sus malos pensamientos salían a flote. Deseaba con fuerzas que no fuera nada de lo que pensaba.

–Dios –JiMin se giró y se fue al ropero. Excepto que fue a la parte de JungKook para tomar una chamarra y ponérsela.

–Mi amor, tenemos que hablar –JungKook se sentó en la cama.

–¿Qué? –JiMin no se dignó ni a mirarlo.

–No puedo hacerlo si no vienes aquí –la situación colmaba la casi infinita paciencia que poseía, su voz salió más fuerte para que JiMin le prestara atención– vamos a charlarlo.

–Bien –a regañadientes vino.

–No quería decir nada, porque comprendo que hay veces que uno quiere mantener cosas para sí mismo, pero esto ya se ha salido de control –JungKook miró enojado a JiMin, endureció su tono a propósito– no me hablas, no ves a los niños, te alejas, te enojas por todo, no me dejas ni siquiera darte un abrazo. ¿Crees que eso está bien?

–Son mis asuntos, no deberías meterte –JiMin se cruzó de brazos y miró a otro lado. No lo estaba mirando, algo escondía.

–Esto empezó poco después de que nos apareamos...hace dos semanas... –JungKook suavizó su voz, y viendo que el joven no lo miraba, se arrodilló en el suelo frente a él y permaneció ahí– ¿es eso? ¿te arrepientes de estar conmigo? ¿No me quieres?

Por sus cachorros| кσσкм¡หOù les histoires vivent. Découvrez maintenant