26. Ganar o morir

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Diego Stone

La Competencia de los Ocho Clanes estaba sucediendo más rápido de lo que planeé y menos abrumadora de lo que creí. No sabía cómo sería, a quién me enfrentaría o lo que pasaría si no ganaba, pero estaba a punto de hacerlo.

―Al fin ha llegado el momento ―suspiró Luvia Cavanagh desde su pequeña tarima delante de nosotros.

El grupo de Construidos yacía dividido. Yo me encontraba junto a Dimitri bajo la flamante bandera que tenía el blasón de los Stone bordado, esperando las instrucciones que no nos dieron hasta ese instante y observando a los espectadores. Una pequeña multitud se ubicaba en los improvisados asientos que rodeaban el bosque dentro de la Academia Black.

―Décadas transcurrieron desde que alguien tuvo el valor de pisar este suelo y por motivos que nos superan estamos hoy aquí para celebrar la Quinta Edición de la Competencia de los Ocho Clanes ―anunció finalmente.

No pensé que el concepto "celebrar" estuviera acorde a la situación.

―Entre estos chicos, nuestros competidores, se halla el futuro líder de nuestro Concejo que ayudará a nuestro honrado príncipe en su tarea de gobernar La Nación. Es un deber que debemos cumplir el averiguar quién es. Entonces, hemos planteado un único desafío ―continuó Cavanagh―. Existen ocho anillos que representan a los clanes, serán las joyas que deberán capturar y traer en su totalidad antes del toque de queda, y la persona que lo logre se convertirá en el nuevo concejal en jefe.

No fue la prueba que esperaba, sonaba sencilla en realidad.

―Pueden hacer lo que sea necesario para conseguirlos, no hay prohibiciones al respecto. Se les permite el derramamiento de sangre mientras no culmine en la muerte de sus competidores.

De pronto aparecieron cuatro hombres y cuatro mujeres de diversos portes y vestidos con ropas rojas que cargaban en un collar un anillo diferente.

Allí supe cuál era la parte difícil.

―Estos sujetos son presos de La Corte Roja. Se les castiga debido a los terribles delitos que cometieron como homicidio, traición, etcétera. Su sentencia dicta que mañana al alba serán ejecutados y su sed de venganza contra la justicia que dictaminó el gobierno, sus padres, es grande evidentemente. Así que ahora se enfrentarán a ellos y tendrán que arrebatarles los anillos cueste lo que cueste. Les daremos unos minutos por si desean prepararse y espero que el honor nunca los abandone ―finalizó ella.

Tras esa declaración, Diógenes se dirigió hacia donde estaba, pretendiendo entregarnos el último mensaje de la noche del mismo modo que lo hicieron los otros con sus respectivos hijos.

―Será sencillo. Consigan las reliquias, trabajen juntos hasta el final y cuando tengan todos los anillos serás tú, Dimitri, quien los entregue. Serás el sucesor, hijo mío ―indicó mi padre, diciendo lo que imaginé que diría.

―Si está todo decidido ya; pues que empiece la Competencia ―suspiré y las trompetas sonaron, dando inicio a lo que sería un largo día.

Kaysa

A pesar de estar escondiéndome, no me consideraba una cobarde. No me dieron armas; a ninguno de los herederos se las entregaron. Estaba sola, sin hermanos que me ayudaran, sin ningún aliado. Solo me tenía a mí misma y debía ser suficiente.

La luz de un sol oculto bajo las nubes se filtraba entre los árboles, iluminando mi camino. Tuve que cuidar mis pisadas, traté de no hacer ni el más mínimo ruido en busca de evitar que descubrieran mi posición. Honestamente, no sabía adónde ir ni qué hacer. Ni siquiera si valía la pena intentarlo. Una capa negra cubría mi cuerpo y la capucha a mi rostro de la repentina llovizna que comenzó después de que anunciaron el inicio y los campeones se dividieron el terreno. Transité metros y metros sin ninguna señal de los portadores de los anillos. Un silencio sepulcral reinó en mi zona hasta que escuché el primer grito.

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