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7. Profecía de fuego y muerte

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Hubo una explosión.

Mis ojos no sabían hacia dónde mirar.

Habían preparado eso mientras yo me alistaba y fue como si hubieran revolucionado el concepto que tenía de la academia.

Una brisa fresca soplaba aliviando el calor que prometía derretirme y arrastraba una combinación de aromas peculiares: especias, flores y riquezas. Era emocionante. El color sangrante del cielo era similar al del fuego de las antorchas que manipulaban los malabaristas desperdigados por los puntos de encuentro con la intención de entretener a quienes pasaban por allí.

Clanes, eran más de los que imaginé, a pesar de que me había esforzado por estudiarlos casi tanto como a mis principales rivales.

Los jardines destilaban belleza por naturaleza y los arreglos que les realizaron no hicieron más que resaltarla.

Agregaron puestos móviles para los juegos destinados al entretenimiento. Con ayuda de la creciente iluminación de las lámparas de gas que iban colgando en lugares estratégicos, vislumbré como los carruajes de los invitados continuaban llegando libres de cualquier carga gracias a que, a diferencia de ellos, sus equipajes habían estado arribando desde la mañana.

Los descendientes más importantes de los linajes de todo el mundo paseaban por los terrenos vestidos con sus mejores atuendos combinados con las joyas y las medallas correspondientes y murmuraban cosas en una majestuosa diversidad de idiomas.

No tardé en notar que la mayoría se dirigía a la torre que le pertenecía a su respectivo clan a causa de los colores que empleaban. Los ayudantes les señalaban el camino, ya que el itinerario decía que habría fiestas simultáneas y separadas en honor a cada dinastía para finalmente reunirnos antes de medianoche y del toque de queda en el gran salón.

Pese a que me escondí detrás de un muro, mi corazón retumbaba como un tambor y me sentía expuesta. Música de estilo clásico, pero emocionante, emanaba del interior de los diversos sectores, invitando a entrar a cualquiera con agallas. Yo no estaba segura de poder moverme.

De repente, percibí la presencia de un individuo particularmente molesto que se colocó detrás de mí.

―¿Por qué nos estamos escondiendo? ―cuestionó Diego en voz baja, provocando que me diera escalofríos en el cuello.

―Nosotros no estamos haciendo nada ―respondí, haciendo énfasis en "nosotros"―. Y no me estoy escondiendo, simplemente evito ser vista.

Él llevó la mano a su pecho y apoyó su palma sobre la zona del corazón como si tuviera un infarto con tan solo verme.

―Oh, sí, eso debe ser muy difícil para usted.

―De hecho, lo es, considerando lo increíble que luzco esta noche.

―Tiene razón. Luce increíblemente modesta.

―¿Sarcasmo? ¿Esa es su única arma?

―No, pero funciona de maravilla.

En realidad, no estaba segura si me veía bien o no, solo quería pretender ser tan arrogante como él y darle un bocado de su propia medicina.

―Esto definitivamente es un escondite ―repuso la voz masculina y cantarina de Cedric, quien dio un paso al costado para que nos percatáramos de que había venido con un estridente frac del color más oscuro que su clan se permitía con unos bordados lilas.

―¿Usted también?

―Todos ―farfulló Ivette, atravesando la salida del vestíbulo de nuestra torre, y el resto emergió en una fila perfecta.

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