Diego Stone
En cuanto vi el edificio de la Torre Roja alzarse frente a mis ojos recordé como nunca pensé que visitaría las instalaciones de La Corte Roja, o si lo hice mi imaginación no le llegaba ni a los talones a la realidad. El cuerpo me dolí. Las gotas de lluvia mojándome y el viento otoñal sacudiendo con fuerza los árboles provocaban que se me calaba los huesos debido al frío, no obstante, traté de mantenerme en calma. Tenía que averiguar qué estaba pasando. Luego de que los soldados descubrieran el tatuaje de Kay, no tuve otra alternativa más que intentar defendernos o conseguirnos tiempo para huir. Cuando la noquearon, me distraje y fue demasiado tarde, minutos después desperté en un carruaje de mala muerte sin señales de ella. Siendo honesto, no sabía qué hacer, solo que tenía que encontrarla y liberarnos de alguna manera.
Atravesamos pasillos lúgubres, subimos una decena de pisos mediante una escalera en espiral hasta que finalmente los guardias que habían permanecido en silencio mientras me trasladaban me dejaron en la que supuse sería mi celda: una simple y pequeña construcción de cemento pintado de carmesí libre de ventanas a pesar de la altura a la que se ubicaba. Así declararon que no tendría forma de escapar. Golpeé las barras de hierro con la poca energía que poseía. El lugar estaba vacío, no vislumbre a ningún otro preso en ese sector. Estaba solo y sin conexión con nadie que pudiera ayudarme a salir. De todos modos, supe que no había salida. Me ejecutarían por traicionar al reino, por amar a alguien y no disculparía por hacerlo.
Los minutos transcurrieron en un asfixiante silencio, ahogándome a mí mismo en la impotencia y la incertidumbre. Sin embargo, me puse de pie cuando escuché a alguien aproximarse desde los corredores, esperando hallar a un superior o algo por el estilo, no a Wesley Black.
―¿Usted? ¿Qué hace aquí? ¿Vendrá a dictar mi sentencia?
―Voy a ir al grano, usted sabe por qué estoy aquí y yo sé por qué está usted aquí, y como soy muy bondadoso le voy a dar a elegir ―comenzó a decir él en un tono cargado de cinismo―. Al menos uno no de los dos tiene que pagar por su crimen, así que tienes dos opciones: vivir como el honorable líder de un clan y Kaysa muere desgraciadamente o ella puede vivir como una reina y a ti te ejecutan un día de estos al igual que a cualquier traidor.
No lo dudé.
―No sé qué está esperando para matarme.
Meses atrás no entendía cómo alguien se podía sacrificar así por otra persona, condenarse con tal de darle la libertad a ese otro, mas en ese instante al su vida depender de mi decisión no podía pensar en mí, solo en Kaysa, en que saltaría a un abismo o permanecería el resto mi existencia en mi infierno personal con tal de darle la oportunidad de salvarse, y lo haría. Aceptaría mi condena, acataría las leyes por una vez en mi vida, y así ella podría seguir adelante.
―Claro. ―Black sonrió, creyendo que por tener el temor de todos los que formaban parte de la sociedad él dejaría de ser un asesino sin escrúpulos y se transformaría en el gran rey. La historia que Kaysa me contó sobre Destruidos cambió mi perspectiva―. Le diré algo. Hay un tipo de coraje que tiende a desbordarse y cuando sucede se convierte en locura, y aunque no lo crea la locura hace a alguna gente muy predecible. Lo mismo pasa con eso que ustedes llaman amor. Ahora los dos son niños jugando a ser adultos. Esta aventura que compartieron la vencería el paso del tiempo, yo estoy acelerando ese proceso porque soy un hombre de estrategia. Kaysa no es puro corazón, es una mente ansiosa por poder y tú lo sabes.
―Ni la conoce, ¿cómo puede hablar de ella así?
Su sonrisa se acrecentó.
―Te estoy haciendo un favor al ahorrarte energías en tratar de escapar o buscarla.

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Construidos
Science FictionDinastía decapitada I "Si el amor te lastima, solo apaga tu corazón. Literalmente." Tras prohibir cualquier tipo de sentimiento, el reino se ha consolidado en el 2084 y está dividido por los clanes dirigidos por las familias de élite con la suprema...