Capítulo III

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Observa como el humo sale de su boca cuando saluda a una persona, el día de hoy hacia frío. Cubrió su boca con la bufanda. Solo llevaba un suéter ligero, agradecía que su cuerpo resistiera el frío.

En sus manos llevando unas bolsas de dulces, que su tía había llevado la noche anterior con la excusa de que saldría y no iría al día siguiente. Así que hoy iba a estar sólo, sólo atendiendo a personas que algunas resultaba para nada agradables.

Tenía paciencia, eso sí. Así que no se desespera tan rápido con aquellas personas que solo miraban, preguntaban algo y se iban sin comprar nada.

Frunció el ceño, cuando vio alguien en las puertas de la dulceria. No podía saber quién era, la persona estaba muy abrigada, así que no podía saber quién era, además el rostro de la persona miraba hacia el interior de la tienda. Apresuró su paso, cuando por su mente paso la idea de que era un cliente.

No fue hasta que llegó y que olió el dulce olor del Omega que supo quien era, su lobo se removió contento, aulló en su interior. El Omega se dió cuenta de su presencia, por que volteó para verlo. Observó su rostro, la pequeña nariz estaba rojita, sus mejillas coloreadas de carmesí, los ojos del Omega brillaban. Dejo las bolsa en el suelo y por capricho de su alfa, abrazó al Omega, sin decir nada, solo necesitaba sentirlo entre su brazos, pudo sentir como correspondía.

—Te extrañe...— la voz del Omega llegó a sus oídos, dulce  y suave. Río levemente.

La cita había hecho que el Omega fuera más confiado en él y bueno quizás el también lo es con él. Cerró los ojos al poner su nariz entre el cabello de Guillermo.

Solo una semana había pasado desde su cita, habían acordado de que hoy sería la segunda.

—¿Que haces aquí? Hace frío.

—La señora Luque, me pidió que viniera a ayudarte, sigue sin confiar en ti.

Evitó poner los ojos en blanco, por supuesto, su adorada tía aún creía que destrozaría su dulceria.

Se separó del él, obligándose a si mismo en soltarlo, saco la llave de su pantalón para introducirla en la abertura de la puerta—Entremos, vas a enfermar.

—Estoy abrigado.

Se agachó y tomó las bolsas de dulces. Samuel espero a que entrara el Omega para después entrar él.

—Voy a encender la calefacción.

Días atrás.

Había citado al Omega en la cafetería The Moon una cafetería tranquila, a parte por que preparaban el mejor pastel de vainilla que alguna vez haya probado.

Tomo la carta que había a un lado, veía que comería mientras el Omega llegaba.

Su lobo está algo inquieto, lo hacía sentir ansioso también a él. Había una parte que deseaba esto.

Una cita era perfecto para conocer más al Omega que su lobo deseaba.

El dulce olor de duraznos llegó a su nariz, su mente pensó en el Omega y que seguro en la cafetería había postres de duraznos. Pero el olor se incrementó, fue ahí que levantó la vista de la carta y miró al Omega quien estaba sonrojado, entrar a la cafetería.

Sonrió sin pensarlo, el chico portaba una sudadera roja algo grande. Se levantó de la silla cuando el.oemga llegó a la mesa.

—Hola... —El rostro del Omega se volvió a colorear, su lobo soltó un gruñido coqueto, Samuel se contuvo de emitirlo.

—Hola, Willy— se acercó a él y recorrió una silla para que él sentará. Este susurró un gracias al sentarse. Volvió a su lugar tomando asiento—. ¿Cómo estás?

Dulceria De Luque »wigetta«Where stories live. Discover now