No pude.
Un dálmata, un pastor alemán, un pitbull y un caniche enano jugaban con todas sus fuerzas a arrastrarme sobre la resbaladiza pista de hielo en lo que Angeline cargó en brazos a un cachorrito herido de la pata.
Los mejores momentos que pasamos juntos, lo hacemos en silencio, es extraño, como si pudiera saber exactamente lo que está pensando sin ningún poder más que conexión.
Al integrar al perro salchicha a varios kilómetros lejos, decidimos volver, algunos se pusieron a lamer mis manos aun con el sabor salado de las papas. Pensar en que ella hizo esto todos los años de su vida me hizo considerar jamás desafiarla a una pulseada, es puro terror en frasco pequeño.
Los dejamos en el establo junto con un montón de pienso, pese a que me quisieran echar, se comportaron increíble cuando ella los controló, como si supieran quien manda. El caniche se le trepó encima hasta provocar que cayera, tomé una fotografía cuando le lamió la cara en lugar de ayudar.
Cierto tono rosáceo nos rodea al estar solos me hace sentir en uno de esos tontos libros de romance juvenil predecible. Mi genero favorito.
—¿Cómo sabemos cuándo es año nuevo?
—Así —respondió al oír un petardo explotar, elevó la cabeza en dirección a la ventana—. Mira el cielo.
Salí a admirarlo, líneas de luz empezaron a subir, iluminar y explotar varias más de esa en forma de flor, los colores brillantes me deslumbraron, acabó uno, empezó el siguiente, los dibujos arriba nuestro podrían hasta considerarse mándalas. Al mismo tiempo sin que lo hayan planeado, esferas de brillo entretenían a un país entero.
Pero Angie se mantuvo en el piso abrazando a los perritos con tal de que no se asustaran.
—Quieres venir a acompañarme o...
—Estoy bien con ellos —apenas los logró contener—. Puedo ver alguna grabación de los fuegos, pero no puedo hacerlos sentir seguros dos veces.
Di vuelta en mis pasos, cerré la puerta al ingresar, quedamos a oscuras siendo la luna junto con un par de pirotecnias que no alcanzaron a emplearse a tiempo, de cuclillas junto a ellos agradecí que me hayan hecho quedarme.
Eso duró minutos, Héctor irrumpió nuestros teléfonos con video llamadas insistiendo por conseguir que contestáramos, sus emojis de duraznos, frutas moradas, fueguitos y un pimiento se esparcieron en el chat grupal. Se supone que ese joven era introvertido, ¿A dónde se fue su calma?
Escupí mi bebida al verlo con ganas de reno, no reconocí donde estaban con Aaron pero de seguro que eso no era un hospital. Por fortuna su problema no era sanguíneo, dejó de tomar medicina fuerte hace rato, solo pasó de observación a observar una botella de cerveza.
—Se van a matar uno de estos días. —dije subiendo las escaleras con el teléfono tratando de no verme raro en cámara.
—Es mi quinta vida, me quedan un par más —jadeó Aaron—, en mi defensa esperaba que no nos vieras porque aposté que estarías ocupado. Gracias, hiciste que pierda mi sueldo.
—Perdona que tus tiradas de tarot vayan a otro bolsillo, ¿Quién fue el inteligente que...? Esperen, por qué estaría ocupado.
—¡Fui yo! —Héctor le arrebató el teléfono—, soy intelectual —carraspeó—. Ocupado hablando con otras personas, sabes.
—Qué idiota, estamos Angeline y yo en esta cabaña, nadie más.
—Joder —Aarón tiró su cabeza para atrás, Fer se la levantó—, Diosa dame paciencia, dame paciencia que no lo soporto, típico de Cáncer.
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Un demonio enamorado
Romance¿Quieres saber como tener un demonio a tus pies? * 💗* El príncipe más encantador del infierno fue expulsado por fallar su prueba de coronación, Belcebú, un adorable y poco convencional pecado capital, ha caído del cielo a la tierra en la habitació...