29. Para valientes

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Es el día.

Belfegor corrió la voz, por supuesto que no iría toda la población, solo unos cientos, con distintas ideas para sus discursos, algunas demasiado controversiales. No tuve el valor suficiente de volver a hablar del tema con Angie, solo me queda hablar con Paimon.

Terminé de abotonar mi camisa violeta frente al espejo, un color que considero de protección. Guardé la llave que Ángel me dio en mi bolsillo antes de dejarle a ella y Fer la organización, los demonios se veían desconfiadas, pensando que era alguna especie de prueba o broma de la realeza, pero con el pasar del tiempo se animaron a subir, incluso si fuera por hacer reír.

Me sorprendió ver como hablaban de política, religión, manejo de poder y métodos de trabajo pues normalmente se piensa que demonios como ellos solo estarán metidos en caos acompañado de lujuria. Me preocupé de más, el heredero a ese trono aún ni termina su entrenamiento.

El pueblo luce tan abierto, nunca los había visto más vivos, me hace no odiar de dónde vengo, de hecho, hace rato que no siento desprecio por nada del infierno. Eso me tranquilizó, la elite se demostraba conforme, por suerte solo los miembros menos relevantes.

Claro que hay uno que otro idiota como Belfegor que armó un PowerPoint sobre por qué ver Netflix acostado mejora la salud.

Es momento, no lo arruines.

Fui hasta el despacho de Lucifer junto a "él", cité a Paimon para hablar a lo cual él acepto encantado, ser amable conmigo era una de sus virtudes antes de que perdiera la cabeza. Estaba parado en su puerta esperándome con una sonrisa de oreja a oreja y un helado de chocolate en la mano.

Me quieren comprar sin siquiera llegar, no se vale.

—Buen día Lucifer. —hice énfasis en el nombre, el cual no era suyo.

Me ofreció el postre.

—Ya sé que sabes que soy Paimon.

Directo, sin rodeos y al blanco como siempre

Saqué sus llaves para colocárselas en la palma de la mano, me miró confundido.

—Planeaba hacer golpe de estado. —admití con una sonrisa.

La mirada cómplice que nos dimos me trajo tantos recuerdos, no pensé usar la fuerza ni violencia en ningún instante.

—¿Amenazar a la autoridad? Qué valor. —dijo con ironía.

—¿Secuestrar a Lucifer solo para tener el trono? Qué huevos.

Me abrió la puerta, nos sentamos frente a frente, su silla desde ya parece un trono, uno dorado, gigante comparado a donde yo estoy sin embargo esa diferencia no me hace sentirme menos como pudiera ser su intención.

El reflejo de nuestras figuras en las copas me hace ver lo similares que somos, tenemos la misma edad y misma crianza, incluso nos parecemos físicamente. Lo único que nos cambia son nuestras ideas, mientras que yo en la tierra me di cuenta que el trono no es más que un título para el guía, que prefiero sentirme en casa que ser el señor de esta, él permaneció aquí deseando eso solo por ser el puesto más alto.

Yo buscando mi felicidad en todos los sitios posibles mientras que él la busca en todos los puestos de poder, parecemos tan paralelos desde afuera si no tomamos en cuenta el interior, estuve suficiente rato abajo para aprender de tu prójimo, un par de seres infernales demasiado jóvenes y vulnerables, confundidos esperando hacer lo correcto para nosotros mismos.

—Sabía que te darías cuenta, eres como yo.

No, ya lo soy.

—Me di cuenta incluso antes de entrar, Lucifer tiene otra vibra.

Un demonio enamoradoWhere stories live. Discover now