11. Crimen

139 7 3
                                    

—Scott, tu madre y yo queremos explicaciones.

Y una mierda.

La voz de mi padre se escucha lejana, distante.
Todo lo que acaba de pasar me dificulta enfocarme en sus reproches. Veo como Jane se aleja caminando, y mis piernas no se mueven.

—Hijo, ¿por qué esa chica estaba arriba? ¿Y por qué se ha disculpado?— Mi madre, manteniendo la compostura igual que siempre, utiliza una voz dulce y tranquila para dirijirse a mí.

Tengo tantas cosas en la cabeza, que no sé qué hacer ahora.

—No es el momento— Atino a decir, mientras la silueta de mi pequeño parásito desaparece en la oscuridad de la noche.

Es entonces cuando me levanto, y comienzo a seguirla. Soy rápido, no tardo mucho en dar con ella. Y es entonces cuando comienza otro intercambio de palabras.

Bla, bla, bla. Posiblemente sólo dije estupideces, antes de volver a alejarme de ella. Estoy de camino a mi casa, y es muy silencioso caminar solo. Tengo una nube en la memoria, no tengo idea, ni recuerdo por qué la seguí, en primer lugar.

Tengo la mirada perdida, y siento los ojos húmedos. Una desagradable sensación de vacío se aloja en mi pecho. Siento los pies pesados, y, aunque cada paso me acerca más a mi casa, también me aleja cada vez más de lo que, hasta hace unos minutos, consideraba mi hogar.

Me disculpo con mis padres, y subo a mi habitación.

Vacío.

Que desagradable es tener que acostumbrarme otra vez a una habitación vacía y a una cama fría, luego de haber compartido calor con alguien que ya no está.

No me apetece ni siquiera fumar un triste cigarrillo. No quiero ni puedo pensar en nada. Siento mi cuerpo pesado, bastante irónico teniendo en cuenta que me falta algo. Y ese algo ahora le pertenece a Jane.

Me siento algo patético echando en falta a alguien que lleva poco tiempo en mi vida, pero no es algo que pueda controlar.

¿A caso puedes controlar lo que sientes? Que va, puedes ignorarlo, no controlarlo.

Pierdo la noción del tiempo por unos... bueno, no lo sé. Por algo perdí la noción del tiempo. No sé si he estado pensando, sintiendo o sufriendo. Por mi cabeza aparece la idea de pasar página, de que ya no hay nada que hacer. Pero, de un momento a otro, recuerdo que aún hay algo que hacer.

Todavía hay una cosa en la que Jane me necesita.

Lo más rápido posible, agarro mantas, un termo, café, té, azúcar y unas galletas de chocolate. Meto todo dentro de un bolso. Me pongo mi chaqueta de cuero, y con unas vendas cubro desde mis nudillos hasta la mitad de mi antebrazo.

¿Y si llevo algo más? Supongo que es lo adecuado para la situación.

Camino lentamente hacia mi armario. En uno de los cajones inferiores, junto a mis chicas (las drogas, por si lo olvidaron), lo encuentro.

Una navaja italiana, de esas que usan en la mafia. Tengo ascendencia francesa, pero me van más éstas navajas. Tampoco soy un experto, o un coleccionista. Fue un regalo.

Salgo de mi casa, sin prestar atención a nada. Ahora... ¿Donde estás?

—Sacaremos a tu madre de ese maldito infierno, ahora mismo.

Bueno, es lo que he dicho. Pero la verdad es que ni loco dejaré que Jane se acerque a esa casa hasta haberme asegurado de que es segura. O bueno, todo lo segura que puede ser.

La encontré en el parque. Por Cthulhu, que manía de escaparse a lugares extraños, y la abrigué de inmediato, parece que esta idiota no sabe que estamos entrando a Invierno, y que hace un frío que te cagas en éste parque. Lugar que, por cierto, está cerca del Instituto, lo que me recuerda que faltaré a clases mañana. En el mejor de los casos, solo despertaré cansado pero satisfecho. Y en el peor, estaré molido a golpes, pero satisfecho aún. No tengo intenciones de fallar en mi plan.

Vicio Insaciable [Scott]Where stories live. Discover now