P2 Capítulo XI - Parte II

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Apenas había dormido un par de horas, le despertó algún leve ruido que ni siquiera pudo identificar. Un dolor de cabeza implacable palpitaba sobre sus sienes, enseguida su mente se vio inundada de todos los recuerdos de la noche anterior, como un mal sueño que termina siendo la realidad más cruda.

Alba volvía a Paris esa misma tarde y con ella se llevaba la posibilidad de que Natalia pudiera intentar reconstruir aquel desastre, le dejó claro que no había mucho más que decir, pero es que aquella historia, su historia no podía terminar así, sentía como si el mar le estuviera atormentando bajo el pecho y solo haciéndole saber cuánto la quería de verdad pudiera descansar.

Recordó la noche anterior, su cuerpo torpe, aún más sus palabras. ¿cuál era la diferencia de hablar respecto del silencio? quizás hablar era únicamente soñar en voz alta, y a ella no se le daba bien soñar, tampoco hablar, con Alba prefería los ojos, la piel, prefería imaginar estrellas, cualquier cosa menos la voz, esa misma voz que meses atrás vertió sobre un pozo el amor que sentía echándolo todo a perder, y se maldijo por no saber poner en palabras todo lo que retumbaba en sus huesos a punto de quebrarse.

Hay personas que son como ciudades, otras como continentes y algunas, muy pocas, como universos, Alba era de las últimas y su corazón era el único cielo que Natalia quería habitar.

Pasó un buen rato perdida entre aquellas sabanas, rememorando los labios de la rubia sobre su sobre los suyos, sus palabras, su boca que decía adiós pero su cuerpo que gritaba todo lo contrario.

Saltó de la cama y rebuscó bajo el escritorio, encontró el cargador del ordenador que conectó impaciente, levantó la tapa del portátil que se iniciaba con absoluta tranquilidad ajeno a cualquier emoción humana.

Windows se está iniciando. Instalando actualizaciones, espere por favor.

Miró incrédula la pantalla mientras su pierna empezó a moverse nerviosa, miró el reloj apenas eran las 10 de la mañana.

20% completado...

Cogió aire y trató de calmarse, dejó el ordenador haciendo su trabajo y encaminó sus pasos hacia la cocina. Conectó la cafetera, necesitaba pensar y para ello necesitaba tener la mente trabajando a la máxima potencia, y eso hacia indispensable la presencia de cafeína en su cuerpo. María aún no se había levantado, estuvo tentada de ir a su habitación y despertarla, pero se contuvo.

Sacó una taza y vertió aquel elixir que prometía al menos temporalmente, despejar su mente y activar su cuerpo. Cogió el paquete de tabaco de María que reposaba sobre la mesa y se encendió un cigarro para terminar de repartir veneno por su cuerpo.

Decidió irse al salón con el portátil y respiró profundamente antes de dar vía libre a la decisión que acababa de tomar. Abrió Google y con él las páginas de los principales buscadores de vuelos, lo que iba a hacer tenía todas las papeletas de ser una locura, pero no podía quedarse en Madrid mientras Alba cogía un avión y desaparecía de su vida, esta vez no, si había una mínima posibilidad de recuperarla tenía que intentarlo y si no, la menos tenía que hacerle saber todo lo estrujaba sus entrañas.

Buscó vuelos para los días siguientes, en la mayoría de las operadoras no había disponibilidad hasta dentro de un par de días y en las que sí había los precios eran absolutamente desorbitados, aunque le daba igual gastarse todos sus ahorros tenía que pensar también en más detalles importantes que le invitaban a tomarse las cosas en calma, y calma era lo último que ella tenía en ese momento.

El teléfono comenzó a vibrar sobresaltándola, miró la pantalla, el número correspondía a un móvil que no conocía, hizo caso omiso y retomó las búsquedas en el ordenador. Apenas habían pasado unos minutos cuando entró un wasap de ese mismo número, frenó momentáneamente la tarea y desbloqueó la pantalla algo extrañada.

La ausencia de la luzWhere stories live. Discover now