O7. Cumpleaños

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Los 20 de abril nunca fueron una fecha extremadamente importante para Bakugou. Y no se debía a que la pasara mal en su cumpleaños, sino que, desde que tenía memoria, había recibido tanta atención en días comunes y corrientes que aquellos veinte de cada mes eran un día más en su recuerdo constante de que tenía un quirk maravillosamente increíble, que él era muy fuerte y que cada año sólo mejoraba y era más y más elogiado.

Claro, eso hasta su primer año en Yūei, donde pasó su cumpleaños número dieciséis sin que casi nadie de su clase lo supiera debido a que apenas acababan de conocerse. Su segundo año lo pasó junto a cada uno de ellos en una fiesta sorpresa en la que enviaron al idiota de Kaminari a entretenerlo. En su tercer año no tuvo fiesta ni mucha gente gritando y haciendo ruido, sólo la pasó en la cima de una montaña, observando el anaranjado atardecer mientras su mano tomaba otra con timidez y con mucha lentitud, suspirando lleno de tranquilidad cuando la tensión desapareció y la calidez se instaló en su pecho, planeando nunca desaparecer.

Después de salir de la academia e iniciando su carrera como héroe profesional, Bakugou tuvo buenos y malos cumpleaños. Existieron aquellos donde la vida le daba tanto que cerraba sus ojos rogando eso jamás desapareciera, como también tuvo que vivir aquellos donde presionaba sus palmas contra sus párpados y deseaba explotarse el rostro y morir en ese instante, preguntándose si sería capaz de levantarse al día siguiente.

Lo único que siempre se mantuvo fue una pequeña cosa: Bakugou tenía una motivación.

No necesariamente se trató de la misma persona o del mismo propósito, pero sí estuvo involucrado su deseo porque cierto pelirrojo idiota regresara a su lado. En la actualidad, un par de años después de haberlo recuperado, Bakugou había aprendido a, cada día, antes de comenzar su labor, agradecerle a la vida y a sí mismo porque consiguió mantener a su lado aquello que tanto quería.

—¿Ground?

El rubio dejó de observar las calles para centrarse en el héroe que se le acercó. Soltando un chasquido con la lengua, Katsuki regresó su mirada a la ciudad, asegurándose de no encontrarse con ninguna anormalidad de la que deba encargarse.

—¡Hey! Esa no es forma de tratar a un amigo.

Cellophane trató de ignorar la actitud del rubio héroe como había aprendido a hacer con tantos años conociéndolo, sin embargo, él, al igual que varios de sus excompañeros, sabían que Bakugou había cambiado y madurado mucho en comparación al chico idiota e impulsivo cuya primera impresión que les entregó fue su inmenso deseo de aplastar a Deku como si de una cucaracha se tratara. Y una cucaracha que había asesinado a quince bebés por lo menos, así de comparable era el odio que Bakugou les mostró aquella vez, durante su primera prueba en su primer año en Yūei.

Pero el Bakugou actual... Joder, Sero podía admitir con facilidad que admiraba a ese chico como héroe, como persona, como padre y como alguien completamente increíble.

Algo que probablemente Kirishima notó en Bakugou desde el momento en que lo conoció, mientras que el resto de la clase lo terminó de entender varios años después.

—¿Qué quieres, Cellophane? —preguntó el rubio después de un largo silencio—. ¿No deberías estar patrullando?

—Lo estoy, pero recibí un mensaje pidiéndome que por favor vigile a Ground Zero y que no haga desastres sólo porque es su cumpleaños.

—Hmph.

Soltando un resoplido, Katsuki dibujó una media sonrisa en su rostro, mientras Sero sonreía de la misma manera y se sentaba a su lado, observando la ciudad desde ese edificio como un punto de referencia alto y a la vez lo suficientemente bajo para oír si sucedía alguna emergencia.

Only seven days of the rest of my life. | #KRBKWEEK2K19Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu