Capítulo 4

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Se acostó sobre las pieles, y observó al gran rubio dormir en su cama. ¿Y si intentaba huir ahora que se había dormido? ¿Qué tan peligroso sería andar de madrugada por la selva?

Y como ese tipo que lo había atacado, quizás podrían haber más, por lo que salir a esa hora, sería una muerte asegurada. El estómago de la castaña gruñó, y se hizo un ovillo en sus pieles.

Tenía hambre, hacía horas no comía nada. Y al parecer, seguiría del mismo modo, porque él estaba durmiendo, y con el carácter de mierda que parecía tener, no iba a despertarlo.

Ni siquiera sabía cómo iba a hacerle saber que tenía hambre. Desgraciado que le había tirado el diccionarios.

***

Se despertó al sentir que alguien la estaba observando, y al abrir los ojos, vio que el rubio estaba parado frente a ella. Cerró los ojos rápidamente, y se giró, mirando al lado opuesto.

Sí, hermoso despertarse y lo primero en ver, sean los genitales de un desconocido. Lo escuchó gruñirle, y como la tomaba del hombro.

—It jatat (sígueme) —le dijo esperando a que ella se girara.

—No te entiendo —murmuró.

Gruñó molesto, y la hizo girar con fuerza, haciéndola jadear. Se agachó junto a ella, y le gruñó a escasos centímetros de su rostro.

—It jatat hatat'ma (sígueme, extranjera)

—P-Pero no te entiendo —le dijo con temor.

Gruñó molesto y la tomó por debajo de los brazos, poniéndola de pie, al mismo tiempo que él también lo hacía. Le señaló la puerta, y volvió a pronunciar lo mismo.

—It jatat.

—De acuerdo, creo que quieres que me vaya, y lo haré con gusto —le dijo comenzando a caminar.

Al llegar a la puerta de la casa, él le ató una liana gruesa en la muñeca, para que ella no pudieras alejarse de más. Era un hecho, con eso le confirmaba que la tenía de mascota.

—Genial, Corine, estudiaste para médico, para terminar como mascota de Tarzán fitness —suspiró.

Él la ignoró, continuando por el camino hacia el río. Necesitaba limpiar sus heridas.

***

—Hemos podido hallar su rastro, pero no sabemos si sigue con vida. Junto a su aroma, y el resto de sus pertenencias, había el aroma de un macho.

—De acuerdo, no importa si ahora estamos buscando sus restos o no, deben hallarla de todos modos —pronunció con pesar el representante de la isla—. No daremos aviso a su familia hasta encontrarla.

***

Al ver el río, corrió sin importarle más nada, y se metió al agua. Tenía sed, se sentía sucia, necesitaba bañarse, y que mejor opción que esa para satisfacer todo de una sola vez.

Él la miró con el ceño fruncido, y luego se metió también, jadeando levemente al ir mojando sus heridas.

Y Corine nadó feliz por el río, como un niño pequeño en su nueva piscina, hasta cansarse, y salir del agua. Fue hasta una de las grandes rocas de la orilla, y se sacó el pantalón, escurriéndolo y poniéndolo sobre una de ellas, para que el sol lo secara.

Tendría que haber hecho lo mismo con la camisa, pero al momento de sacársela, recordó que el grandote ese le había roto el brasier.

Miró hacia abajo, y observó avergonzada como sus pezones se notaban sobre la tela mojada, por lo que se cruzó de brazos a la altura de su pecho.

Levantó la cabeza, y observó que él la estaba mirando, aún en el agua. Desvió la mirada, y se bajó de la roca, acostándose del otro lado, sobre la arena.

Se cubrió los ojos con su antebrazo, y dejó que el sol la secara. Escuchó pasos del otro lado, y no necesito mirar para saber que él también había salido del agua.

Se estremeció al escucharlo más cerca, y se sentó, tomando su pantalón.

—Oye ¿Me dejarías hacer algo? —le dijo mostrándoselo.

Él sólo la observó en silencio, inexpresivo.

—Mira, esto es ropa, y la ropa sirve para cubrirse, porque nadie quiere vernos desnudos, es de mala educación. Y yo no quiero verte desnudo a ti, así que ¿Podrías cubrirte?

La miró, y no dijo ni hizo nada, ya que no le entendía.

—Mira —pronunció poniéndose de pie, y cubriéndose la entrepierna con el pantalón—. Mita (sí) —le dijo, para luego descubrirla nuevamente—. Iesu (no)

—Iesu —pronunció cuando ella quiso darle el pantalón.

—No, no, nada de iesu, te cubres y ya. Yo no quiero seguir viendo ni tu pene, ni tus huevos —le dijo dándole el pantalón—. Mita.

—Iesu.

—Mita.

—Iesu —gruñó, ya comenzando a molestarse.

—¿Por qué no quieres cubrirte?

Él la miró a los ojos, y luego se acostó sobre la piedra, ignorándola. Corine se acercó hasta el rubio, y le tocó el hombro.

—Oye, no como nada desde ayer, tengo hambre —le dijo señalándose la boca y luego la panza—. Hambre.

Gruñó molesto, y se puse de pie, dirigiéndose a uno de árboles que estaban lejos de la arena de la playa. Tomó uno de sus frutos, del tamaño de un coco pero de color naranja, y volvió hasta Corine.

Lo golpeó contra la roca con fuerza, y al romperlo por la mitad, se lo dio a ella.

—Muchas gracias, en serio, shinsei (gracias) —sonrió sentándose en la arena para comer.

El rubio la observó comer, pensando. Quizás podía quedarse con ella, no parecía que fuera a ocasionarle problemas, mucho menos que fuera un peligro.

Era más pequeña que él, sólo bastaba que le gruñera para que le obedeciera, algo que sus hembras no harían. Podía llegar a ser una buena mascota.

Sólo debía darle de comer y un lugar donde dormir.

La morena terminó de comer la fruta, y volvió al rio, para lavarse las manos y la cara. Y él observó más detalladamente su cuerpo, ya que no tenía más puesto el pantalón.

Y gruñó bajo al ver su trasero, sus piernas, y recordar sus pechos... Quizás como mascota no le sacaría tanto provecho a la humana. Después de todo, ahora era suya.

Él la había defendido del otro macho, él le había dado una cama, abrigo, agua, alimento. Era suya, quisiera o no ella. Y como era suya, él podía decidir que hacer con ella.

...

Ahora sí, mañana seguimos! 😘💕❤️❤️ Las amo bellas! Gracias por acompañarme una vez más!! ❤️❤️💕

BlaiseWhere stories live. Discover now