Capítulo 3: Guerreros

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El primer par de días se me hace cuesta arriba volver a mi rutina sin un brazo y para el tercero ya quiero lanzarme por una ventana al sentirme tan inútil. Cada mañana veo por la ventana de mi habitación como todos se van a ayudar a los afectados por el ataque y yo me quedo en casa, haciendo lo mejor que puedo para sanar más rápido.

Para el quinto día ha mermado buena parte del dolor, pero aún no soy capaz de levantar el brazo sin ver todo el firmamento. El agujero se ha reducido bastante en tamaño, sin embargo, no es tanto como me gustaría y mi hombro se ha convertido en una enorme mancha morada que me hace lucir como una ciruela.

—¿Y bien doc., que opina? —le pregunto a la doctora Holland cuando se deshace de los guantes de látex luego de examinar mi herida y vendarla con pericia.

—Está mucho mejor, me alegra saber que has seguido las indicaciones al pie de la letra —Su tono es divertido y mira de reojo a Tyler, sabiendo que ha sido gracias a él. Si por mi hubiese sido me habría arrancado el cabestrillo al segundo día.

—¿Eso quiere decir que...?

—No le daré el alta hasta que la herida no haya sanado por completo, fue algo bastante grave y aún tengo mis reservas sobre el acónito que utilizaron en la estaca. Sin embargo, está apta para cumplir actividades administrativas.

—¡¿En serio?! —Sin poder evitarlo, me levanto de la silla y la abrazo emocionada.

Por fin podré dar mi primer vistazo a la manada después del ataque.

—Así es, Luna —me sonríe cuando la suelto. Las mariposas en mi estómago se revuelven al escuchar su forma de dirigirse a mí, sin dudas me costará acostumbrarme—. Puede comenzar a realizar actividades de bajo impacto, con supervisión.

—No se preocupe —asiente Tyler acercándose a nosotras. Se ha mantenido todo el tiempo a un par de metros, cruzado de brazos y haciendo su típica caminata de tigre enjaulado que usa para relajarse cuando esta estresado—. Yo mismo me aseguraré de que siga cumpliendo sus indicaciones al pie de la letra. Muchas gracias por venir.

—Sigo aquí, ¿sabían? —me quejo, haciéndolos reír. La doctora Holland estrecha su mano con Tyler y luego con la mía para recoger sus cosas.

—Mi trabajo aquí ha terminado por hoy —se despide, inclinando su cabeza un poco—. Nos vemos en un par de días.

—Hasta pronto —me despido. Rita se encarga de abrirle la puerta para que pueda irse y giro sobre mis pies para poder mirar a Tyler con una enorme sonrisa en mi rostro.

—¡Por fin puedo salir de aquí! —exclamo dando saltitos como una niña pequeña y dejo un beso casto en sus labios, haciéndolo reír.

—Nos están esperando en el refugio, así que será mejor que vayas a cambiarte.

Le doy un último beso y subo con cuidado los escalones que me llevan a mi habitación. No es mi intención que vea la herida en mi hombro, pero con el cabestrillo es bastante complicado usar cualquier cosa que tenga mangas largas. Por lo que termino usando un par de mis jeans favoritos y una camiseta oversize blanca con el logo de Queen en la parte delantera.

Tyler se hace un espacio entre la puerta entreabierta y el marco y puedo ver una sonrisa divertida en su rostro cuando me ve batallar al intentar atar los cordones de los zapatos. Tener un brazo menos es bastante complicado cuando quieres hacer algo tan simple.

—¿Quieres ayuda? —pregunta con burla en su voz.

—Por favor. —Gruño frustrada y le extiendo mi pie para que pueda atarme los cordones.

—¿Estás nerviosa?

—Un poco —confieso—. ¿No me dejarás sola ni un segundo?

—Ni uno solo —promete, dándome un apretón en la rodilla—. Tengo que decirlo, no será nada bueno de ver...

La Alfa (Trilogía Alfas #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora