Capítulo 8: Querida mejor amiga

2.9K 216 9
                                    

—¿Qué te parece este?

Levanto la mirada de mi partida de Candy Crush y miro a Ashley escanearse en el espejo de su habitación desde todos los ángulos. Después de cambiarse como mil veces, ha vuelto al outfit inicial: una falda de cuero que no deja nada a la imaginación junto con un top blanco de espalda descubierta, acompaña todo con sus fieles botines y un cinturón.

—Estas estupenda, Ash.

—Me has dicho lo mismo con todo lo que me he puesto —se queja riendo.

—Porque con todo te ves estupenda —repongo, haciéndola rodar los ojos. De su bolso de maquillaje toma un labial rojo y me mira por el reflejo.

—Oye gracias por encargarte de Lucy. Te debo una grande.

—Sabes que no es problema —musito, haciendo un ademán—. Lucy es una gran niña.

—Lo es —sonríe.

Vuelvo a mi partida en tanto Ashley termina de arreglarse para su cita y por el rabillo del ojo la veo mirar su teléfono repetidas veces. Y algo me dice que es por nervios a que su idiota novio la deje plantada. Otra vez.

Cuando Ashley me dijo que estaba saliendo con Miles Howard, el capitán del equipo de Lacrosse, me pareció una pésima idea. A Miles se le cae la baba por cualquier cosa que tenga un aparato reproductor femenino entre las piernas y aunque cumplí mi labor de mejor amiga al advertirle sobre lo idiota que es, ha preferido pasar de mí.

Si tuviera que poner a mi prima Kat y a Ashley en una balanza a ver quién se hace más ciega con chicos que no valen la pena, estaría difícil ver hacia qué lado se inclina.

En unos meses cumpliré dieciocho y papá me prometió que al tener mi mayoría de edad me dejaría incluirme en más cosas sobre la manada. Es decir, soy la futura Alfa de este lugar y es necesario conocer mi territorio de punta a punta para hacer un trabajo tan bueno como el que han hecho el resto de mis ancestros desde que el Clan Moore inició.

Ahora mismo el reglamento de la manada es bastante anticuado y el único delito por el que se puede ser exiliado, es cometer un homicidio. Uno de mis planes al tomar el puesto es modificar eso y agregar algún tipo de escarmiento para escorias de la sociedad como Miles o Gerard, el Super idiota novio de Kat.

—Demonios —bufo cuando me quedo sin vidas y, resignada, bloqueo la pantalla de mi teléfono y lo dejo sobre la cama. Mis pies caen a un lado del colchón cuando me siento en el borde y enfoco mi mirada verduzca en mi mejor amiga, quien se coloca rímel como si su vida dependiera de ello.

—Candy Crush es un invento del diablo —se burla.

—Lo dice la que pasa horas jugando jackblack en línea.

—¡Oye! —ríe—. En mi defensa, los juegos de azar generan buena ganancia si tienes suerte.

—¿Y qué haces cuando se te acaba la suerte?

—Robar la de alguien más.

Ruedo los ojos divertida y Ashley se da un último visto bueno, antes de bañarse en perfume: el de vainilla es su favorito.

—Mamá llegará de su turno a medianoche y luego de nuestra cita, Miles y yo iremos a una fiesta de uno de los idiotas del equipo de Lacrosse, ¿no quieres ir? —me pregunta y yo niego.

—No es divertido ser mal tercio, pero gracias. Prefiero irme a dormir a casa.

—¿De qué hablas? Nunca has sido un mal tercio.

—Eso dices tú, ¿pero Miles piensa lo mismo? Ni siquiera le caigo bien.

—¡Pero claro que le caes bien! —exclama con una voz más aguda de lo normal y la veo juguetear con su cabello. Siempre hace eso cuando miente—. Es solo que él... tiene una forma extraña de ser amable.

La Alfa (Trilogía Alfas #3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora