Capítulo 1

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 La hermosa melodía suave y clásica resonaba en las cuatro paredes cenicienta adornadas con grandes espejos relucientes, mostrando la pequeña silueta del niño moviéndose al compás de las estrofas lentas. Pasos delicados como caminar sobre grandes nubes blancas. Movimientos tan perfectos que contrastan cada sentimiento de amor que desprendía de su cuerpo. Armoniosa voz que perfectamente podrías confundir con un ángel delicado.

Era una obra de arte abstracta, pero se entendía el detalle con sólo observar detenidamente, sólo con amor en todo corazón podrías entender.

Esos eran los pensamientos del joven adolescente pelinegro, llamado JungKook, Jeon JungKook.

Cada que volvía del colegio, observaba desde su ventana como aquel niño castaño bailaba como si su vida dependiera de eso. Sólo bailar. De una manera asombrosa.

Y vaya, Park sabía a la perfección que su vecino lo veía cada jueves mientras practicaba para su Escuela de Artes Musicales, amaba cuando sus ojos profundos paraban en sus movimientos suaves donde mostraba su talento. La pasión que era bailar.

Un día, no sabe cómo pasó, pero recuerda haber escuchado de manera insistente el timbre de su casa para que atendieran al llamado; en ese momento el niño se encontraba practicando un baile clásico para una tarea. Se limpia las pequeñas gotas de sudor golpeando contra su frente, salió de su salón para caminar hasta el recibidor donde el sonido ya se había detenido.

Sus padres nunca estaban en casa, por lo tanto, estaba solo al igual que la gran casa, entonces decidió que sería mejor ver quién era.

Nunca imaginó que su lindo vecino se encontraba del otro lado de la puerta. Observó con detenimiento sus grandes ojos oscuros, sus cabellos rebeldes de color negro, su tímida sonrisa similar a un conejito. Muy adorable. Tampoco pasó por alto el hecho de que sus casi pronunciados pómulos eran teñidos con el color salmón, resaltando de su rostro.

— H-Hola... ¿JiMin? —menciona, aunque sonaba más como un cuestionamiento a los oídos del menor.

— S-Sí... Hola —responde mostrando una adorable sonrisa.

El pequeño corazón del mayor latió con rapidez al observar la expresión tierna de su menor. Abultadas mejillas rosas al igual que sus apetecibles labios. «Pero... Jeon, ¿Cómo puedes tener esa clase de pensamientos frente a un niño de diez años? ¡Tienes sólo quince, por Dios!» pensó el pelinegro mientras trataba de cubrir su rostro sonrojado.

— ¿Quieres pasar? —la suave voz del niño hizo que saliera de su timidez por unos segundos.

— ¿A tus padres no les molestará? —responde aún sonando avergonzado.

— ¡No! Además, no tengo amigos —exclama sonriente, como si su rendimiento social no importara en lo absoluto. — Mis padres trabajan, son muy exigentes conmigo... —susurra, bajando su cabecita.

— Yo seré tu amigo y te trataré como un príncipe porque lo mereces —habló rápidamente, casi sin imaginar que aquellas palabras saldrían de sus labios.

Ambos chicos se sonrieron con timidez y el mayor entró en la casa. Nunca imaginó lo elegante que ésta sería dentro y también lo espaciosa que es. Paredes completamente blancas con detalles negros, adornadas con muchas fotografías familiares y extrema limpieza. El pelinegro siguió al más bajo hasta las escaleras donde los guiaba a un pasillo, terminando frente a una puerta de acero realmente extraña, dentro de ella se encontraba la reconocible sala de práctica donde espiaba al niño. Inhaló con fuerza detallando un olor a flores y vainilla, característico en el cabello castaño de Park (sí, tenía un buen olfato como para determinar su específico olor).

ιnocencιa [KookMin] BTSWhere stories live. Discover now