LILLY.

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—Ella no sufrió mucho, claro que no. Puedo asegurarle que después del primer golpe, ella ya no sabía nisiquiera cuál era su nombre. Luego, el horrible olor a putrefacto se había adueñado de mi auto, obviamente no podía llevarlo a un lavado de autos, claro que no. Verían la sangre y olerian su último aroma a descomposición.

Una opción muy válida en este caso, sería declarar al señor Luther como un enfermo mental sin embargo, no estaba en mis manos sugerir eso, y a estas alturas él no tenía abogado alguno. Lo cierto es que tiene derecho a uno de oficio, si en dado caso no puede pagar al que desee. No obstante, él ah dejado muy en claro que no desea a nadie, él sería su propio abogado.

—El arrepentimos ayudará mucho en su caso, señor Luther. Debería de tomar mi propuesta, usted me dice dónde, cuándo, cómo mato a las demás víctimas. Yo cumpliré con mi palabra y con suerte podría minimizar su condena.

—Ya hemos empezado señor detective, ahora no hay vuelta atrás. Comenzaré lo que termine. —Sonrie sinicamente. —Entonces seguí con mi vida, como lo hacía todos los días. Nadie sospechaba nada así que yo podía dormir en paz, no iría a prisión.. Era mi costumbre leer los periódicos todos los días, exactamente a las seis y media de la mañana, cuando tomaba el café. Solo que en esos días, comenze a buscar cualquier texto sobre mujeres desaparecidas, revisé día tras días pero simplemente jamás apareció nada sobre ella. Así que me sentí mal por algunos instantes, porque me dí cuenta que ella era igual que yo, aparentemente no tenía familia ni nadie que se preocupara por ella, nisiquiera se les hizo raro su desaparición.

—La señora Lilly era nueva en la ciudad, nadie sabía nada de ella y pocos la recuerdan, algunas malas lenguas decían que era viuda, su esposo mujeriego empedernido seguidor de las mujeres jóvenes y bellas, simplemente se esfumó de la faz de la tierra. Así como lo hizo usted con ella.

Después de que confirmara el asesinato, investigamos a Lilly pero habían pasado tantos años que ya nadie sabía cómo contactar a sus familiares, Lilly era un apodo, nadie sabía su verdadero nombre, nisiquiera nosotros. Jamás encontramos algún certificado de nacimiento con su nombre, tampoco trámites legales. Hubo muchas Lilly, pero nosotros buscabamos a una en especial, una mujer con ojos verdes, tez pálida, delgada y de estatura media. Nadie jamás la había visto en el café restaurante en el que dijo trabajar, nisiquiera el encargado.

—¿Alguna vez se había encontrado tan cerca con alguna mujer?

—¿Yo?, claro que no. Nisiquiera con Emily, mi madre.. Lilly era la primera, lamentablemente jamás deje a un lado mi nerviosismo. Mi cuerpo era invadido por un espíritu de vigor, o paranoia quizá. En ese momento, lo único que atravesaba por mi mente era vivir o morir, y decidí vivir. —Hizo una pequeña pausa.

—Sabe, a veces algunas personas no están destinadas a vivir mucho tiempo. Ella pudo matar a su esposo de una manera cruel pero nadie nunca lo sabrá ahora, tal vez le suplicó por su vida o tal vez no tuvo el mínimo tiempo para suplicar por su miserable vida, igual que ella. Ella supo hacerlo, y yo también.

Él tenía toda la razón y lo sabía, jamás descartamos de que ella podría ser la asesina de su marido, el problema era que las autoridades locales no les interesa nada lo que pase a no ser que sea un asesino en serie, como el caso del Señor Luther.

—Ahora quiero que me diga, ¿Cómo pudo conectar Lilly con su segunda víctima?

El simula pensar un poco, pero yo sé perfectamente bien que lo tiene todo estructurado. Él hombre es un experto en lo que hace, de no ser así estaría en la cárcel desde su primer asesinato. Todavía me faltaban muchas cosas por saber, el cómo escogía a sus víctimas y si hubo alguna con la que tuvo tan siquiera una gota de compasión.

—Oh no, le he explicado que la situación de Lilly fue un accidente, ella estaba en el lugar incorrecto a la hora incorrecta. Ahora, mi segunda víctima era una mujer simpática, pero era otra de esas perras desgraciadas que se paraba todas las noches en una esquina, se iba con cualquier persona que quisiese pagar por ella. A ella si supe que la mataria, desde el primer momento en que la vi, coqueteando con todos, con los labios más rojos que la sangre que le salió por los ojos. Más rojos, que cualquier otra cosa que hubiese visto en mi vida.

El gusto rojoWhere stories live. Discover now