CAPITULO DOS - PLACER Y DESEO.

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-¿Cómo la conoció?.. Señor Luther.

-Tuve el placer de conocerla un buen jueves. Era una noche fría. Era, uno de esos días en los cuales resaltaba la belleza de la soledad. Claramente, el noventa y nueve por ciento de la población estaría con su familia, pues faltaba media hora para navidad. Tenía la esperanza de no encontrar una sola alma vagando por ahí. Pero, ahí estaba ella. Sara..

-Sara Mccartney. ¿Pensó alguna vez en su familia?

Hubo un silencio, quizás estaba asimilando la pregunta, o simplemente deseaba hacerme querer saber más.

-Le diré algo, señor detective. Un buen asesino jamás piensa en la familia de su víctima. Y si lo hace, es para acabar con ellos también.

Sus ojos resaltaban la emoción que sentía, su mirada penetraba el alma de quién quisiese hablarle sobre sus escalofriantes crímenes y percepción de la vida.

-Sugiero, señor Luther.. que no demuestre tanto gozo al expresarse, únicamente refleja su culpabilidad.

-¿Sabe?, sé que pasaré el resto de mi vida en las celdas oscuras de alguna prisión. Pero, ¿realmente cree que me molesta?. El mundo no necesitaba a ninguna de las personas con las que acabe, ¡oh, no!. Ellos eran seres repugnantes, llenos de pecados, avaricia y sin un propósito en la vida. Tuve el agrado de ayudarles a terminar con sus horrendas y pésimas vidas de sufrimiento. -Hace una pequeña pausa y acomoda sus lentes. -Sara me conmovía, mucho. Aunque usted no lo crea, ella tenía una chispa, un brillo especial que me encendía por dentro. No era amor. Era algo más, algo más profundo. Algo, con el cual me sentía emocionado..

-¿Algo más que amor?, deseo, ¿quizás?

-No. No, no, no. Ese algo, pude descubrirlo al final del acto. -Enchina los ojos. -Entonces señor detective, como le decía.. Estacione mi auto justo a 2 centímetros de ella e inmediatamente se acercó, como la perra hambrienta que era. La invite a mi casa, rápidamente acepto, abrió la puerta y se subió. Permanecí estático durante pocos segundos, hasta que su voz juvenil habló: "Vamos, la noche está por terminar". Y así era, efectivamente, su noche estaba por terminar..

-¿Pensó en algún momento las razones de Sara, sus necesidades?

-¿Razones?, ¿necesidades?. Sara era una joven vestida provocativamente. Buscaba seducir a los hombres, quitarles sus miserables monedas, porque era lo único que podían ofrecerle. ¿Yo? Le ofrecí algo más que eso, le ofrecí libertad. De aquella libertad con la que únicamente se sueña, en la que ya no tenía que esforzarse, en la que todo, todo era infinito. -Acomodó rápidamente su cabello empapado de sudor.-Llegamos a mi casa, la invite a pasar y ella acepto sin pensarlo dos veces. Mientras caminaba hacia la entrada su calzado se dañó. "¡AY!, no es mi noche", dijo con todo el sentimiento que le era posible. Preparé mi vino especial y lo serví, la música sonaba y ella no paraba de bailar. Entonces, era la hora de hacer lo que habíamos llegado a hacer.

-¿Se acostó con ella?

Hace un pequeño gesto de desagrado.

-Más allá de eso señor detective, conectamos. Conectamos de una manera especial, ella era la persona más divertida que se había cruzado en mi camino. Las horas pasaban, el vino se acababa, pero ella seguía teniendo la misma chispa como cuando subió a mi auto. Sara lucia contenta. . Pero en cuanto se acabaron las bebidas, ella se apagó. Su chispa no era la misma, ella, se convirtió en el ser más miserable y vulnerable que haya visto. ¿Tenía pensado tener sexo con ella? Claro que no.

-¿Entonces?, ¿cómo explica usted su conexión con ella?

-Teníamos algo en común, ¡ella era huérfana!. ¿Entiende eso?. Sus lágrimas rodaban por sus mejillas rojizas, sus ojos triste, grandes pero asustados a la misma vez. Pensé un segundo en mí. Luego, me di cuenta que realmente, pasaría lo que tenía que pasar. No lo que yo quisiera, tampoco lo que ella quisiera.

-Y, ¿Qué era lo tenía que pasar?

-Esperaba ansioso por verla caer. Su bebida llena de extasis jamás hizo efecto en ella. Debo admitir, que cada vez me desesperaba más. Debía buscar otra opción para lograr completar mi acto.

Un minuto para las doce del medio día, es la hora del almuerzo. Maldije internamente, sabía que necesitaba aprovechar cada minuto con el señor Luther pero extender mis horas de trabajo no es una opción.

Decido despedirme de él hasta mi otro turno. Necesitaba ir a casa, darme un baño con agua fría y prepararme para lo que podría venir a mis oídos en las próximas veinticuatro horas. Mis músculos se contraen un diminuto segundo y cuestiono el porqué, aún que decido culpar a las largas horas sentado en una silla de madera interrogando a otro asesino. Sin pensar en mi edad y lo peligroso que podría ser seguir siendo un policia de la UEP.

Empiezo mi camino hacia la casa donde habita mi esposa y mi pequeña hija. El sentimiento de que alguien me sigue se hace presente. ¿Quién? Estaré alucinando quizás, o simplemente era culpa de la paranoia que tampoco me deja en paz. Necesito mis pastillas, busco en la guantera y solamente hay una. Estaciono la camioneta, observo un momento mi casa.

El asombro invade mi cuerpo ya que al parecer no me han visto llegar. Nadie sale a recibirme y nuevamente siento que hay algo mal.

-¿Hellen? -Digo con voz fuerte. Antes de entrar decido tomar mi pistola. Giro la manecilla lentamente, la puerta se habré y entro. Ahí estaba mi esposa, completamente asustada, con ambas manos arriba.

Sin embargo, hay algo que no concuerda. No le estoy apuntando con la pistola. ¿Porqué alza las manos?

Sin dejarme decir otra palabra, siento algo justo detrás de mi cabeza. Me apuntan con algo, finalmente, llegaron por mi, llegaron a liquidarme.

El gusto rojoWhere stories live. Discover now