Capítulo 1: "Let's dance"

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La comida había sido, si no obligatoria, insistentemente sugerida por los secretarios generales de las respectivas formaciones. Siendo la segunda del partido, Irene no había tenido opción más que resignarse y acudir a la totalmente cordial, para nada incómoda, reunión entre los dirigentes y altos cargos del PSOE, Unidas Podemos y, lo que a ella realmente le dolía, Ciudadanos.

Para sorpresa de todos, se aventuraba a pensar Irene, no había habido altercados de mayor notoriedad y los abundantes platos habían ayudado a tragar más fácilmente el estrafalario convite. Por supuesto, no habían avanzado en ningún tema de verdadero interés e Irene seguía convencida de que una coalición de los tres partidos para la formación del Gobierno del país era inviable, además de totalmente desaconsejable. Sin embargo, aunque la cuestión de formación de Gobierno continuaba abierta a debate, la reunión no había desagradado por completo a la de la formación morada.

Es más, una vez salieron del restaurante saciados, que no satisfechos, a la calle, unos cuantos habían propuesto culminar la velada con lo que no podía considerarse de otra forma que como unas cañas de la paz, a las cuales la joven no se negó, para su propia sorpresa. Al fin y al cabo, pensó en su fuero interno, era viernes, muy tarde como para hacer planes de novo y demasiado temprano como para irse a casa, sobre todo teniendo en cuenta el buen tiempo que hacía en la capital aquella semana. Como estaban por el centro, al grupo no le costó encontrar un bar donde tomarse unas cervezas y pasar el rato.

Para colmo de la ya de por sí peculiar tarde que estaba teniendo, se descubrió a sí misma absorta en conversación con Inés Arrimadas que, de alguna manera había sido abandonada por la gente de su partido y ahora pululaba como una mariposa social por los distintos corrillos de gente que se habían ido desperdigando por el bar de copas al que habían entrado, compartiendo risas y anécdotas como si no fuera consciente de que, en menos de un mes, estaría soltando frases sentenciosas y acusaciones a diestro y siniestro en cuanto tuviese la palabra en el hemiciclo del Congreso.

—... total, —prosiguió Inés, ajena a la recapitulación mental que había estado haciendo Irene. —que me encontré en mitad de la Gran Vía y ya empecé a sospechar que debía haber cometido algún error técnico al diseñar mi trayecto al Congreso.

Irene soltó una carcajada a costa de las desgracias de la andaluza como neonata en la ciudad de Madrid. Al ver a su contrincante unirse a sus risas, añadió:

—No te sientas mal, Inés. Confundir Plaza España con Banco de España nos ha pasado a todos en algún momento.— le confió, dándole un toque en el brazo con la mano que no estaba sujetando la tercera cerveza de la tarde.

—Espero que no me cueste mucho acostumbrarme a Madrid.—suspiró sobre su copa de vino.—No sé si se nota que me gusta sentir que tengo el control.

—¿Tú? ¿Una maniática del control?— preguntó Irene, sarcástica. —Noooo, jamás lo hubiera imaginado.

Inés le dio un suave golpe en el brazo a modo de represalia.

—¡Oye, un respeto!

—Es verdad, es verdad, que eres la chica nueva y hay que empezar con buen pie.—respondió Irene, elevando las manos a modo de rectificación.

—Claro, ¿acaso no es esa la intención de estas convivencias a las que nos han obligado a asistir?—preguntó conspirativamente la andaluza bajando la voz para que ninguno de los presentes en el bar pudiese escucharla.

—O sea que no soy la única que ha pensado que esto parece más una excursión de colegio que una reunión de políticos. —contestó Irene, siguiéndole el juego y acercando su cabeza a la de Inés como si estuvieran intercambiando secretos de alto estado.

Estrictamente 'Gal Pals'Where stories live. Discover now