Capítulo 3: "Tenía sed, prisa y no tiempo."

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POV Inés

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Era su primer día, el oficial, el de verdad, el inicio de su nueva carrera como diputada y, como tal, estaba ansiosa, que no nerviosa (llevaba demasiado tiempo esperando aquel momento como para sentir nervios), por comenzar.

Después de tomarse su infusión de jengibre y limón mientras releía la novela que se había llevado para el viaje en avión de Barcelona a Madrid, se dio una ducha rápida y comenzó a prepararse para ir al trabajo. Mientras decidía qué tipo de ropa interior ponerse, una notificación del móvil reclamó su atención y corrió a mirar de qué se trataba.

"Mucha suerte en tu primer día." rezaba el mensaje. Apoyó el móvil contra la barbilla, sopesando si contestar o no. Haciendo de tripas corazón, únicamente escribió un rápido "gracias" y lanzó el teléfono sobre su cama, lejos de su alcance, para retomar la tarea de vestirse.

El traje seleccionado para su "estreno" en el Congreso llevaba un par de días colgando de la puerta de su armario, a modo de recordatorio para que no olvidase la razón por la que estaba allí, por la que había cambiado de vida, dejando todo lo conocido atrás.

Cuando al final se enfundó en la chaqueta casi neón del color de su formación, sonrió ante el reflejo que vio en el espejo. Había decidido que, como no esperaba poder tener mucha oportunidad de hablar más allá del momento del juramento, aquella era una declaración alta y clara de quién era y de que estaba orgullosa de lo que representaba.

Una vez lista, cogió su maletín y rescató su olvidado móvil y salió de su casa. Ya en la calle, se dirigió hacia la esquina para coger un taxi, la misma esquina donde el viernes pasado se había despedido de una confundida Irene Montero. Inés sonrió ante el recuerdo. Aún no entendía bien cómo podían haber acabado hablando de tantas cosas, con lo reservada que solía ser ella. Acto seguido, se acordó de las incontables cervezas y copas de vino que había ido aconteciendo con el transcurso de la tarde y todo cobró más sentido. Sin embargo, no creía que solo el alcohol pudiese explicar lo cómoda que se había sentido con la mujer de la formación adversaria. Recordaba haber tenido previos encuentros con ella anteriormente, como en la entrevista para Salvados, de los cuales siempre había salido más escarmentada que encandilada por la madrileña. Y, aún así, una comida insustancial y un par de confidencias habían conseguido que el peculiar encuentro hubiese mejorado su estado de ánimo durante el resto de su solitario fin de semana. Mudarse a Madrid por su cuenta, por muchas ganas que tuviese de comenzar aquella nueva etapa profesional, no había sido tan gratificante como le hubiera gustado.

Un taxi paró a su lado y la andaluza se subió, indicándole a la taxista la dirección de su nueva oficina para, rápidamente, volver a sumirse en sus pensamientos.

Lejos de todo lo que había conocido hasta aquel momento, en una nueva ciudad, era consciente de que su cerebro requería estímulos que lo mantuviesen ocupados en la nueva vida que estaba comenzando, pero también sabía que no podían consistir en pasar sus viernes de fiesta con la diputada de la formación morada y, seguramente, lo más sensato sería encontrar un hobby que la mantuviese entretenida y que, con suerte, no implicase tener que emborracharse. Aquel prospecto, sin embargo, aunque infinitamente más responsable, no se presentaba ni la mitad de emocionante que la alternativa (claramente ya desechada) de pasar sus tardes haciendo sonrojar a jóvenes comunistas (o, al menos, no a la que tenía en mente). Aun así, no podía negar que había tenido ganas de pasar más tiempo con Irene la pasada noche; probablemente, la hubiese podido convencer de subir a su casa a tomarse la última. Pero ese no era un pensamiento que Inés estuviese dispuesta a contemplar más (y menos no pudiendo utilizar la excusa de estar bajo los efectos del alcohol), por lo que achacó su imprudencia a la falta de una rigurosa rutina, como la que solía llevar en su vida en Barcelona. Meditación, trabajo, gimnasio, vida en sagrado matrimonio; el lote completo. Solo necesitaba terminar de instalarse (si al menos hubiese comenzado a desempacar las cajas de la mudanza), encontrar una nueva dinámica, un nuevo ritmo... y volvería a ser la de antes. Lo que siempre le había importado más a Inés (al menos a la Inés de por las mañanas, que era más dócil y disciplinada que su análoga vespertina) era su impecable reputación, pues sabía que, en el mundo de la política, la imagen lo era todo. Llevaba una trayectoria envidiable y debía mantenerse así, por lo que se prometió a sí misma que, al volver del trabajo, buscaría alguna clase de ganchillo o de mindfulness a la que apuntarse, si con eso conseguía evitar volver a repetir el espectáculo del pasado fin de semana.

Estrictamente 'Gal Pals'Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ