Capítulo 5: "Bórrame todas las huellas."

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POV Inés

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El 'clic' de la puerta al cerrarse trajo consigo una ola de consciencia sobre Inés. Ahora podía ver la casa como la vería un invitado; más exactamente, como la estaría viendo Irene Montero que, como si de una broma del destino se tratase, en ese mismo instante se encontraba en el recibidor de su casa, caminando distraídamente hacia su salón. Todo estaba fuera de su sitio porque aún no había pensado más allá de que la ropa iba en el armario y los platos en los cajones de la cocina (y ni siquiera se había puesto manos a la obra en ese aspecto). Algunas cajas se amontonaban a los lados de la puerta de entrada, mientras que otras yacían desperdigadas por el suelo de ébano del amplio salón, el cual contaba con apenas un par de muebles, entre ellos un pequeño pero cómodo sofá de color verde botella, una mesita de café demasiado baja como para resultar funcional y una estantería pegada a la pared más lejana, que permanecía vacía a excepción de su portátil, que descansaba en una de las baldas.

En las dos semanas que llevaba viviendo allí, con tanto mitin al que acudir entre semana y las pocas energías que le quedaban los días que tenía libres, no había limpiado ni un solo día. Por esa misma razón, había decidido dedicar aquella tarde a airear y limpiar las zonas que requerían atención más urgente. Por supuesto, no esperaba visitas de ningún tipo y apenas había estado media hora manos a la obra antes de que se produjese la repentina llegada. Esperaba que Irene no fuera del tipo de personas que revisaba todos y cada uno de los defectos que encontraba en un lugar, aunque ese lugar fuese la casa de su adversaria política. Al mirar hacia donde estaba esta, sin embargo, la encontró observando con detenimiento la estructura de las vigas del techo, ajena a las inquietudes e inseguridades de Inés acerca de la higiene y el orden de su nuevo piso.

La simple visión de la diputada contrastaba con la atmósfera apagada del aún pobremente decorado salón, el cual Inés acostumbraba a ver vacío. Entonces recordó que no sabía qué le había llevado hasta allí ni cómo había conseguido llegar sin aparentemente mayor dificultad.

—¿Cómo sabías dónde vivo?—preguntó Inés, rompiendo el silencio que se había instalado en la sala. Irene no pareció oírla, absorta como estaba en las vistas que ofrecía el gran ventanal de la sala, desde las que se podía apreciar el horizonte, sin edificios que ocultasen el perfil de la ciudad. Inés se acercó a ella, sigilosamente debido a su descalcez y volvió a tratar de captar su atención.

—Tierra a Montero— bromeó.

La aludida dio un respingo por la cercanía de su voz y se dio la vuelta.

—Perdona, no quería asustarte.—se disculpó Inés.

Irene abrió la boca para contestar, pero titubeó, al tiempo que su mirada viajaba de la cara de Inés hacia abajo y, un momento más tarde, desviaba la vista rápidamente. Inés siguió la trayectoria de su mirada hacia sí solo para darse cuenta de que seguía vestida en el top deportivo que había decidido usar durante la limpieza de la casa para evitar ensuciar su ropa de calle.

Orgullosa de su cuerpo, a Inés generalmente no le importaba mostrarlo pero, por deferencia a su visita, de naturaleza aún desconocida, decidió coger una sudadera que descansaba en uno de los taburetes de la cocina y se la puso por los hombros.

—Menuda mansión te has agenciado.—comentó Irene, de nuevo mirando por la ventana. —O sea, que esto es lo que ofrece Ciudadanos a cambio de vuestro alma. Ahora lo entiendo todo...

Inés le dio un suave golpe en el brazo a modo de represalia e Irene giró la cara para dedicarle una mueca, a cambio.

—Difícilmente podría considerarse una mansión,—comentó Inés, aun siendo consciente de las dimensiones desproporcionadas de todas las habitaciones y las alturas ostentosas de los techos, a las que aún no se había acostumbrado. — sobre todo teniendo en cuenta cómo está.—añadió, a modo de excusa.

Estrictamente 'Gal Pals'Where stories live. Discover now