•16 de marzo•
—¡Corre!
El grito del ojiazul me puso alerta de inmediato y aceleré mis pasos, todavía sin poder dejar de reír. El cielo no tardó en oscurecer y las nubes se pusieron grises en cuestión de segundos. Él tiró de mi mano y me hizo correr a su ritmo, a lo que yo me quejé perezosamente.
Sí, había aceptado la propuesta de Sebastián. Primero pasamos a una bonita cafetería en busca de chocolate caliente y luego nos adentramos a un parque cercano, donde nos quedamos conversando por un par de horas. ¿Ahora? Ahora corríamos a través de las enormes calles bajo la incesante y densa lluvia para no empaparnos y pillar un resfrío.
—¿Ya? —Pregunté cansada. Me detuve de golpe e intenté recuperar el aliento, respirando de manera exagerada—. Da igual que nos mojemos, me rehúso a seguir corriendo.
No soy la mejor en resistencia y la actividad física en definitiva no es lo mío.
—¿Ya? Emma, apenas hemos corrido —Respondió el chico, soltando una carcajada al aire.
Para nuestra suerte, me detuve bajo un enorme árbol. Éste era lo suficientemente grande y voluminoso para protegernos a ambos y cubrir un poco la lluvia.
—¿Qué haremos ahora? —Cuestioné, abrazándome a mí misma. El frío se estaba haciendo más presente que nunca y podía sentir todo mi rostro helar a medida que los segundos pasaban.
—¿Libro, café, galletas y biblioteca?
La propuesta de Sebastián me hizo sonreír y asentí al instante, comenzando a caminar junto a él.
—Andando. Debo pasar a mi casa primero, mamá me matará si llego empapada —Hice una pausa, posando mis ojos en él—. Deberías ir a la tuya a cambiarte también, puedes resfriarte.
—Oh, ¿te preocupas por mí, amargada? —Sebastián me regaló una sonrisa arrogante, alzando una de sus cejas—. Eso es muy lindo de tu parte.
Aquí vamos de nuevo.
—Claro —Respondí de manera divertida— ¿Quién será mi compañero de lectura si te resfrías? ¿Eh?
El chico volvió a sonreír y ambos comenzamos a correr entre empujones y risas. Acordamos que nos volveríamos a encontrar dentro de veinte minutos, así que, luego de dejarme en la puerta de casa, Sebastián siguió su camino hacia la suya.
Suspiré agotada apenas puse un pie dentro de mi habitación y avancé a pasos perezosos hacia mi armario. Una vez que elegí la ropa que me pondría, comencé a deshacerme poco a poco de las prendas mojadas. Hice una mueca de desagrado cuando me quité las zapatillas y sentí los calcetines completamente húmedos. Tiritando, me vestí con la seca y calentita ropa lo más rápido posible, finalizando mi atuendo con una gorrita de lana para protegerme del gélido clima.
ESTÁS LEYENDO
The Library Of Our Dreams
Romance«Los libros pueden unir más que corazones». Emma Harvey ha vivido rodeada de libros desde muy pequeña, de allí su gran afición y amor por la lectura. Es una adolescente sencilla que, como cualquier otra persona en este mundo, está trabajando por enc...