•Capítulo 28: ¿Amigos?•

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Moví mi tenedor de un lado a otro, jugueteando con la ensalada que se encontraba dentro del recipiente

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Moví mi tenedor de un lado a otro, jugueteando con la ensalada que se encontraba dentro del recipiente. No tenía apetito, no tenía ganas de asistir a la aburrida clase de biología y mucho menos de hablar con alguien, no cuando mis amigos charlaban alegres a mi alrededor casi como si no estuviese junto a ellos.

Esta última semana había sido así, y no existía noche que no me pusiera a pensar en qué demonios había hecho yo ahora para que todos actuasen así conmigo. ¿Ya lo arruiné sin darme cuenta? ¿Los cansé? ¿Dije algo malo? No tenía idea de qué estaba pasando, pero una pequeña y torturante parte de mí me repetía a cada segundo que había sido mi culpa, y no sabía exactamente la razón. Mamá ha actuado raro, Olivia ha actuado raro, Josh ha actuado raro, Addy ha actuado raro, Sebastián ha actuado raro, ¡hasta mi perro ha actuado raro!

Emma, tú no tienes un perro.

Buen punto, yo, pero debería tener uno.

Como si aquello no fuese suficiente, mamá me prohibió asistir a la biblioteca durante un total de diez días, luego de haberme descubierto leyendo hasta altas horas de la madrugada cuando le prometí que estaría durmiendo. Así que sí, yo, Emma Harvey, estaba castigada. Y no es como que me dejase muchas opciones, era eso o quedarme sin teléfono por todo ese tiempo, ¿y para qué mentir? Por mucho que amase la biblioteca, quedarme en casa por las tardes tampoco estaba tan mal.

Bien, ya no puedo.

—¿Quieren decirme qué diablos les pasa a todos?

Las palabras escaparon por sí solas de mi boca y el ligero tono de molestia era evidente en mi voz. Observé a mis amigos, quienes dejaron de golpe su animada plática al oírme y se miraron entre sí, actuando confundidos. Aquello me molestó muchísimo más, de verdad lo hizo, ¿acaso creían que era tan tonta como para no darme cuenta?

—¿De qué hablas? —Josh fue el primero en preguntar.

—Estamos igual que todos los días —Oliv se encogió de hombros, dándole un largo trago a su refresco.

—¡Claro que no! —reprendí— Somos amigos, se supone que no hay secretos entre nosotros. Si hice o dije algo que los enfadó, por favor, suéltenlo ya.

—Emma, hermosa mía, no hiciste nada malo —me tranquilizó Addy—. No sabemos a lo que te refieres, creo que estás malinterpretando las cosas. ¿Quieres contarnos algo? ¿Tú estás bien?

¿Y si tienen razón? ¿Y si en realidad soy yo? ¿Y si estoy imaginándome todo esto de manera involuntaria?

Dejé escapar un suspiro de mis labios y asentí con lentitud, bajando la mirada. No insistiría más, no valía la pena, era evidente que ellos tampoco querían hablar de esto y cambiarían el tema. Me sentía tonta. Actuar a la defensiva sólo podría empeorar las cosas y lo que menos deseaba era discutir con ellos, no sucedía desde hace años.

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