2 ~ Fuego

157 18 1
                                    

Golpe tras golpe, patada tras patada, aquel saco de boxeo recibía la peor de las golpizas. Las pequeñas marcas negras causadas por el fuego dejaban en evidencia que los golpes eran certeros y bruscos, llenos de fuerza y enojo, algo que se le había vuelto imposible controlar. Desde que aquellas pesadillas habían vuelto, su odio hacia la humanidad había ido solo en aumento. Las palmas de sus manos picaban las veinticuatro horas del día y la necesidad de saciar ese enojo a base de golpes se había convertido en algo esencial. Ya no era suficiente con dos horas de entrenamientos frente a los ojos de los supervisores de los médicos, necesitaba más si no quería destruir toda la organización con sus propias manos.

Golpeó un par de veces y se detuvo, exhausto pero no saciado. Buscó sobre el saco de boxeo alguna marca nueva y, efectivamente, justo donde había dado el último golpe se dibujaban sus nudillos de forma perfecta en un intenso color negro. Suspiró. ¿Desde cuándo no tenía control de sus habilidades? Levantó la mano derecha intentando comenzar una nueva ronda de golpes, pero el fuego que la cubría lo detuvo; estaba manejando el fuego si siquiera darse cuenta.

-¡Agh!- gritó lleno de frustración.

Y agradecía estar completamente solo en el gimnasio, porque no hubiera soportado que algún inoportuno preguntara por su estado. Su mano izquierda también se encendió, logrando que el rojo del fuego lo iluminara. Sin preocuparse, volvió a repartir golpes al maltratado saco de arena aun sabiendo que el fuego de sus manos lo arruinaría por completo. Unos, dos, tres, cuatro golpes y el sacó se abrió, dejando que todo su contenido se esparciera a sus pies.

Pudo sentir como las marcas en sus brazos picaban también y, soltando un suspiro, caminó por entre las máquinas hasta quedar frente al enorme espejo con el que contaba la instalación, comprobando lo ya evidente. Las marcas de su antebrazo derecho, aquellas que se ubicaban en la parte interna del mismo, habían tomado un intenso y poco natural color morado, al igual que sus ojos, que solo parecían querer provocar que el enojo de Jungkook fuera en aumento. Odiaba aquellas marcas, odiaba el cambio de color de sus ojos, odiaba cargar con semejante poder. Odiaba todo aquello que le recordaba que era diferente y que por esas mismas razones se encontraba solo en el mundo.

Suspiró varias veces con la vista fija en su propio reflejo, más concretamente en sus ojos, e intentó contener la poca calma que quería escapar de su organismo. Sentía el pecho inflarse y desinflarse a una velocidad considerablemente alta y como su pulso cardíaco aumentaba. Bajó la mirada, apretando fuertemente los, ahora, puños, cerró los ojos y juntó fuerzas. Quería acabar con todo esto, con la organización, con sus recuerdos, con la presencia de sus habilidades... quería acabar con él.

-Jeon Jungkook, presentarse en el consultorio del doctor Jung Hoseok. Jeon Jungkook, al consultorio del doctor Jung Hoseok.

Abrió los ojos cuando escuchó aquella voz casi robótica retumbando dentro del gimnasio, volviendo a llevar la vista al espejo, sorprendido por lo que estaba viendo. Centímetros lo separaban de haber convertido su propio reflejo en añicos; su puño derecho estaba alzado, como cuando golpeaba al saco de boxeo, con la diferencia de que, esta vez, tanto las flamas, como sus marcas y sus ojos se tiñeron de un morado oscuro, casi negro, intenso y perturbador. Sus manos emanaban un calor mucho más elevado que el normal y se sentía como el mismo se esparcía por todo su cuerpo, concentrándose en sus marcas para disiparse y ser menos intenso en su pecho. No podía ver al doctor en esas condiciones. Bajó los brazos para dejarlos descansar a los costados de su cuerpo, logrando que las llamas se apagasen y que tanto las marcas como sus ojos comenzaran a tomar su color natural. Suspiró buscando calma y luego de algunos segundos de un silencio que solo se veía interrumpido por el sonido del aire saliendo de su organismo, emprendió viaje al consultorio del doctor.

Los cuatro elementos [Kookmin]Where stories live. Discover now