Capítulo 17

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16 de Junio de 1389

Jin fue escoltado hasta el palacio, junto con toda su familia, dos semanas después de que su padre haya tomado el poder por la fuerza, haciéndose cargo del gobierno de la península.
Él habría querido partir hacía tiempo, pero su padre había prohibido su salida de la casa de los Min y tras escuchar varios rumores, la mayoría por los sirvientes de la mansión, supo por qué.
Jungkook estaba gravemente herido, no sabe cómo, pero sabe quién. Su padre fue el perpetrador, según lo que le había dicho Namjoon la primera vez que lo vieron, su padre había atacado a Jungkook momentos después de que él haya asesinado a Baekhyun, a sangre fría y por la espalda.
Su crimen tenía como castigo la ejecución y parecía que su padre quería llevar a cabo la sentencia, pero los soldados no apoyaban esa medida. Un día luego de la toma del palacio, las noticias de lo acontecido llegó a la villa del pueblo más cercana y fue a peor para su padre porque el pueblo festejaba las medidas tomadas por Jungkook ante un traidor como Baekhyun.
Namjoon creía que no lo mataba porque Jungkook era el soldado del pueblo, el que la gente conocía y respetaba. Pensaba que iniciar un gobierno con el pie izquierdo era algo que Seong-gye no quería hacer. Matando a Jungkook iba a conseguir exactamente eso.
Pero a pesar de mantener en vilo la sentencia de muerte, su padre se negó a cal y canto que él vaya a ver a su hermano. Tan reticente fue su medida, que lo mantuvo por ocho días luego de la muerte del rey, encerrado en los aposentos de Min Haneul, sin ningún contacto salvo los sirvientes que venían a traerle comida y los dos guardias frente a su puerta. Y Yoongi, claro. Pero su padre no sabía de la existencia del niño.
Por lo que, esa tarde noche cuando pusieron a toda su familia en un carruaje rumbo al palacio, sintió un terrible alivio. Sabía que Jungkook estaba vivo, pero no sabía cómo estaba. Por lo que le había dicho Namjoon, muy por arriba, estaba grave.
Nia le apretó las manos y le dio su pañuelo, que fue cuando él reparó en que estaba llorando.
—Él va a estar bien. Pienso que es un hombre fuerte y saldrá adelante.
Yo también, quiso decir. Pero el llanto no se lo permitió.
Nia no habló más, incluso cuando vio a Yoongi escondido entre sus ropajes, no hizo pregunta alguna y eso se debía a que Jin lloraba tanto y estaba tan ensimismado en su miedo y dolor, que no reparó en la primer pregunta que ella le hizo con respecto al pequeño.
Yoongi tampoco le respondió a Nia, pero sí tomó la mano de Jin entre las suyas pequeñas, acariciando el dorso con sus deditos.
Tardaron una hora o poco más en llegar al palacio, no los recibió ese lugar espectacular y soberbio que antes era, sino que era un sitio desolado, con pequeños incendios controlados pero vivos y muertos soldados decorando los suelos de grava y arcilla.
El olor nauseabundo a muerte era tan fuerte, que incluso Nia, no pudo esconderse detrás del recato que la caracterizaba y vomitó a un lado del carruaje todo su desayuno.
Él intentó ayudarla y con Sehun, uno de los soldados que más había visto en los pasados días, la llevaron a una de las habitaciones del edificio de las concubinas.
Su piel siempre oscura, se veía ahora de un tono enfermizo y apagado, perlado de sudor. Se recostó sin prestar atención a los hombres que la rodearon, incluso cuando llegó el médico se sentía demasiado cansada como para abrir los ojos y saludar. Sólo llegó a asentir o a negar lo que le decía el curandero.
Todos salieron de la habitación, dejándola descansar.
— ¿Dónde está Jungkook?
Sehun se veía incómodo ante la pregunta, sin querer responder por lo que el médico lo sacó del aprieto.
—Estoy por ir a atender al capitán Jeon, si quiere lo puedo escoltar.
Jin se lo agradeció y siguió al hombre, con Yoongi todavía pegado a sus piernas, caminando a su lado como si fuera una sombra. Salieron del edificio de la reina y con creciente horror vio cómo ingresaban a la prisión. Era un lugar oscuro y húmedo, alumbrado a toda hora con antorchas, ya que al estar en el subsuelo, la poca luz que entraba por las rendijas desde la parte superior de las paredes no alumbraban nada el interior.
El suelo estaba cubierto de paja, mugre e insectos, vio dos ratas en el camino hasta las celdas y abrazó con cariño a Yoongi que saltó del susto cuando una rata tocó su pie.
Las celdas eran pequeñas y repletas de personas, temblando reconoció a más de una. Soldados del rey, eunucos y doncellas. Ante su futuro, Jin no pudo más que sentir pena.
Un poco más alejado de las celdas, subiendo unas escaleras, había un cuarto pequeño que él supuso, era un sitio dónde la guardia que custodiaba las celdas hacía cambio de turno, bebían o comían algo.
El lugar estaba custodiado por dos guardias, uno en la puerta y otro dentro de la habitación. Y en una esterilla sucia, cubierto por otra, en el suelo debajo de una pequeña ventana, estaba Jungkook.
Corrió hasta él, arrodillándose a su lado. Colocó una mano en su frente y comprobó lo que sus ojos ya le habían dicho, ardía de fiebre. Pálido y sudando, cubierto de heridas superficiales, salvo la que recorría el lado izquierdo de su rostro, que parecía tan amplia que estaba cubierto totalmente con una venda todo su lado izquierdo.
Lo beso en la frente y apretó su mano, dijo su nombre y el propio, pero Jungkook no dio señales de haberlo escuchado. Sus lágrimas ensuciaron su rostro y una lágrima cayó en sus labios cuando se acercó tanto como pudo para tocarlo.
Yoongi tiró de sus ropajes, él distraído por el niño, se dio cuenta que era porque el médico quería acercar y comprobar a su paciente. Torpemente, se puso de pie y junto con el niño, se sentó en un costado de la habitación dejando al curandero trabajar.
Varios minutos después, que a Jin le supieron cómo horas, el hombre se acercó a ellos hablando con voz profunda y calmada.
—Creo que no está infectado, pero la pérdida de sangre lo ha dejado muy débil y la fiebre no remite. Es un cuadro complicado, por lo que deberían prepararse para lo peor.
Jin cayó al suelo ante las palabras del hombre, sin llorar, estaba estupefacto. Demasiado consumido en el terror cómo para llorar o para hablar. No sabe en qué momento se fue el médico, pero estaba solo en la habitación al lado de su hermano y a su lado, Yoongi, que se acurrucaba en su costado, dormitando.
Era tarde, se sintió culpable de tener al niño en ese lugar por tantas horas. Así que lo tomó en brazos y fue hasta el edificio de la reina.
Los hombres no estaban permitidos allí, solo el rey y los eunucos, pero cómo no eran situaciones normales, le permitieron el paso y fue hasta el cuarto de Nia.
Ella estaba despierta y se veía mucho mejor que en la tarde, su color había vuelto y vestía ropajes elegantes dignos de una princesa.
—Lamento perturbarte a estas horas, pero tú ya conoces a Yoongi y necesito, si es posible, que lo cuides.
—Así que Yoongi es tu nombre. Muy bonito.
El chico seguía escondido detrás de Jin, pero al escuchar la voz suave de Nia, se asomó a verla, y ella le regaló una sonrisa.
—Claro que lo cuidaré, Jin. ¿Viste a Jungkook?
Él asiente y su rostro es tan solemne que ella no necesita preguntar nada más.
—Lo siento.
Él no responde, pero sí se acuclilla a la altura de Yoongi y le sonríe.
—Nia es una princesa, una de verdad. Ella es mi amiga y va a cuidarte, ¿de acuerdo? Yo voy a volver en la mañana.
—Quiero ir contigo, Hyung.
El pelinegro asiente, sonriendo triste.
—Tengo que ir a cuidar a mi hermano, hoy lo viste, está muy enfermo. Y no quiero que te contagies, así que quédate aquí y prometo venir por ti a la hora del desayuno y comeremos juntos.
Yoongi quería negarse a ello, pero algo en el tono de voz y las lágrimas no derramadas de Jin, lo hicieron callar y asentir. Besó su mejilla y enroscó sus bracitos alrededor del cuello del mayor.
—Vuelve por mí, Hyung.
—Por supuesto, Yoongi.
Después de agradecerle a Nia nuevamente, sale de su habitación rumbo a Jungkook. Cuando llega allí, lo ve en la misma posición y con fiebre. Se ve tan demacrado y sucio, que lo primero que hace, seguidamente de alimentarlo con un poco de sopa, es bañarlo.
Luego de repasar su cuerpo y cambiarlo de ropas, con un esfuerzo casi sobrehumano, se decide a no prolongar su curiosidad sobre las herida que lo había dejado postrado. Quita la venda y ve con horror lo que su padre le ha hecho.
Desde el inicio de su frente, recorriendo hasta su ceja y luego su ojo, el tajo desciende hasta la parte superior de su mejilla y toma un camino distinto, girando hacia la oreja cortando la piel con profundidad a su paso. A eso se le sumaba la herida que tenía en el mentón, que bajaba por el cuello hasta el inicio de su pecho.

• The King •《Kookjin》[FINALIZADA]Where stories live. Discover now