Capítulo 18

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Agosto de 1389

Jin vio a Jungkook mejorar día a día. Pasó de no poder mantenerse en pie por más de diez minutos sin descansar, a dar largos paseos alrededor del palacio y después empezar a trotar. Dos meses y medio después de estar convaleciente, ya podía correr y mantener su espada alzada, en la lucha. Pero todo esto lo hacía a la noche, a espaldas de su padre que seguía creyéndolo convaleciente.

Seokjin determinó, en una de esas reuniones que se hacían de forma cada vez más frecuente entre él, Jungkook y Namjoon e incluso a veces Nia, que lo mejor era pretender ante el rey que Jungkook todavía seguía incapacitado en cama.
En esos dos meses desde que Seong-gye había asumido al poder, el reino se mantenía en una calma impulsada a base de una mano de hierro. Seong-gye era cruel y despiadado ante cualquier subversión por parte del pueblo o sus ministros, tenía al susodicho colgado en la plaza pública en un parpadeo. Incluso, amenazó de matar a una de sus concubinas cuando se negó a acostarse con él porque estaba en un estado avanzado de su embarazo y el médico le había mandado reposo. Sólo la intervención de Jihyo, salvó la vida de la pobre mujer.
Todo lo que Seong-gye había soñado al ser rey, se había transformado en un libro redactado en sangre. No confiaba en sus soldados de élite, aquellos que lo subieron al poder. No confiaba en sus hijos, incluso en los más jóvenes, ni en sus concubinas. Miraba con reticencia a los ministros y en sus idas al pueblo iba solo a acabar con sus supuestos enemigos.
Entre la sangre y la paranoia, el justo rey del pueblo, se volvió incluso peor que su predecesor.
El rey de Mongolia estaba a pocos kilómetros de distancia. Un mensajero había llegado hacía pocos días al palacio, con un misiva del rey, que pedía la devolución de su hija y que disponga el trono a favor de los familiares más cercanos vivos, del difunto rey.
Seong-gye estaba furioso ante las exigencias del otro monarca y en ese arrebato de furia, quiso decapitar a Nia y enviarle en una caja su cabeza a su padre. Jin estaba presente cuando hizo arrastrar a la chica y casi la mata ante los demás ministros, que veían más asustados que otra cosa, el rumbo que estaba tomando el país con Seong-gye a la cabeza.
— ¡Su Majestad, ocasionará una guerra! —dice Jin, temblando ante la vida de Nia.
— ¡Eso es lo que quieren!
— ¡Entonces no hay que darles lo que quieren, Majestad! —intervino otro ministro, Hong. Del cual Jin estaba muy agradecido desde ese día.
— ¡¿Dónde está, Jungkook?! ¡Él trajo a la puta mongola! ¡Que se haga cargo de lo que ha traído a este palacio!
Mientras la furia de Seong-gye mermaba y era dirigida hacia otro puerto, Jin intervino y sacó de la habitación de ministros a Nia, que todavía temblaba ante lo recién acontecido.
—Jungkook debe apresurarse o me matará.
—No creo que esté en condiciones de luchar con él. Y la gente de las aldeas próximas están asustados del rey.
—Deberíamos usar eso en nuestro favor.
—Pero nadie va a levantarse contra el nuevo rey, sin una figura fuerte. El pueblo no va pelear por ti o por mí, ellos conocen y confían en Jungkook. Si el le planta cara a mi padre, es posible que abdique.
Nia todavía temblaba cuando una doncella la escoltó hacia el edificio de la reina, en dónde residía de forma permanente. La vio caminar de forma lenta, sosteniéndose con un brazo de la mujer y con la otra acariciando con suavidad su abultado vientre. Tenía poco más de tres meses de embarazo, y a pesar de su delgadez natural, su piel se veía rojiza y brillante. Jin creía que el embarazo la hacía resplandecer. Igual que a Jihyo, que después del inconveniente con la concubina de su padre se mantenía en cama, ya que estaba por dar a luz.
Había tantas vidas inocentes en juego, que Jin no podía parar de pensar en todo lo que perderían si su padre se mantenía en el poder de esa manera. Incluso se negaba a dejar entrar en el territorio a sus aliados de la dinastía Ming de China.
Su paranoia iba a llevarlos a la destrucción. Y no es la primera vez que piensa en cómo llegó a aquello. Si su locura la desencadenó su subida al poder o la pérdida de Baekhyun.
A diferencia de él y Jungkook, la madre de Baekhyun había sido su primera esposa y vivía en la villa junto con Seong-gye. Baekhyun nació y creció delante de sus ojos y a pesar de lo desleal y las muchas carencias de espíritu del muchacho, estaba seguro que su padre lo amaba. Tal vez, más que a ninguno de sus demás hijos y su pérdida había producido algo dentro de él.
No sólo su muerte, sino la forma que tuvo de morir. Conocía a Jungkook y estaba seguro que él había sido sanguinario e implacable, parado delante de su padre, asesinando a su hijo frente a sus ojos, de espalda al aludido, cortándole el cuello como un cerdo de matadero. Habría sido brutal, Jungkook era una fuerza de la naturaleza cuando estaba furioso y no dudaba de que en ese momento, estaba molesto con Baekhyun y su padre.
Además, estaba el factor decisivo que le había dado la muerte a Baekhyun. No fue un accidente o una enfermedad, no había muerto a manos de un desconocido, sino a manos de su hermano. Manos que su padre había ayudado a crear, manos que había enseñado a empuñar el arma que en un futuro le daría la muerte a su primogénito. Todo era tan nefasto y poético, que podía entender que su padre no estuviera en sus cabales.
Tanto era así, que la sóla mención del nombre Jungkook lo hacía temblar de furia, por lo que el hombre se mantuvo escondido de la mirada de su padre, en el mismo cuartucho al que fue destinado desde que tomaron el palacio. Jin evitaba ir de día, sus reuniones con su hermano, Nia y Namjoon allí, tenían lugar en la noche, por lo que intentaba ocupar su día con diferentes actividades.
Leía usualmente en la biblioteca, que era un sueño en sí misma y había sido salvada del incendio, pasaba tiempo con sus hermanos y sus madrastras, también junto a Nia, pero a ésta de día generalmente siempre la veía en compañía de Jihyo, ya que desde que se mudaron al palacio, junto con sus mutuos embarazos se hacían compañía la una a la otra.
A su vez, cuando no lo estaba rondando cuál satélite, Yoongi se la pasaba con las mujeres, escondido lejos de los ojos furiosos del rey.
Caída ya la noche, fue a buscar precisamente allí al pequeño, que estaba cenando con las mujeres y sus hermanos Jaemin y Jisung. Cenó junto con ellos para luego retirarse a sus aposentos con un casi dormido Yoongi en brazos, que mientras hablaba de su día junto a su familia, babeaba un poco su ropa y cuello.
A pesar de que estaba en edad de tener un cuarto para él solo, no confiaba en dejarlo sólo, teniendo en cuenta que su padre no aprobaba la estadía del niño. Así que compartían cuarto.
Había dejado un sector del mismo, que antaño se usaba como un escritorio privado, en dónde estaba el cuarto de Yoongi con su cama, sus juguetes, ropas y su pequeño escritorio en el cual estudiaba unas dos horas al día aprendiendo matemáticas, geometría y a leer.
No era ávido de la lectura ni de estudiar nada en particular, pero descubrió que le gustaba la música y era bastante dado a aprender con los instrumentos que las mujeres de las casas de Kisaeng habían dejado detrás si, al mudarse con el antiguo rey.
Lo desvistió y lo dejó sólo en su larga ropa interior blanca, lo arropó entre las mantas, con una sábana fina, ya que estaban en verano pero a la madrugada descendía la temperatura y no quería que se enferme.
—¿Cuánto falta para que nazca el bebé, Jin-hyung?
—Poco, Jihyo va a dar a luz a los gemelos en pocos días.
Con los ojitos medio cerrados, Yoongi niega con la cabeza.
—No Jihyo-ajumoni. Nia-noona. ¿Falta mucho para que nazca su bebito?
—Unos meses, un poco más de lo que dura una estación.
Habían estado estudiando las estaciones del año, por lo que esperaba que entendiera más o menos, el lapso de tiempo que le faltaba a Nia para dar a luz.
—Falta mucho. Quiero conocer al bebé, va a ser tan bonito.
—Puede ser una niña.
Yoongi arruga la nariz, y niega con la cabeza.
—Es un niño bonito y le gusta que le hable. Cuando le hablo está tranquilo y feliz. Vamos a ser los mejores amigos.
Jin sabe que es imposible que el bebé de Nia se haya movido de nada, porque era demasiado pequeño para eso, pero Yoongi se oía tan feliz ante la perspectiva, que no pudo refutar sus palabras.
—Seguro que sí, bebé. Vas a ser su hermanito mayor, lo tienes que cuidar.

• The King •《Kookjin》[FINALIZADA]Where stories live. Discover now