Capítulo 4

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—Mai, él es Adrián, y es quien te va a ayudar ahora —sonrió Isabella—. Él es uno de los tantos muchachos que viven en el edificio de oficiales, dónde tú te quedarás ahora.

—¿Por qué tú no?

—Porque yo no vivo allí, y él puede ayudarte en cualquier momento que lo necesites.

—Hola Maizak —sonrió el muchacho—. Qué bueno que ya te encuentres mejor.

El rubio miró al chico, y gruñó bajo, antes de volver su vista a Isabella.

—Yo poder cuidar solo, no necesitar ayuda.

—Claro que sí, amigo, nadie dice que tú no puedas valerte por tí mismo. Pero, en el caso de que necesites ayudas, puedes hablar contigo —explicó Adrián.

—¿Tú no ser más doctora para mí? —le preguntó a la morena, ignorando al otro chico—. Tú decir que seguir siendo, hoy.

—Por supuesto que sí, Mai —pronunció enternecida.

No podía verlo como un hombre cuando le hablaba así.

—Nos seguiremos viendo los lunes, miércoles y viernes. Incluso Adri propuso-

—¿Adri? —la interrumpió con el ceño fruncido.

—Sí, Adrián —sonrió—. Él propuso llevar tu prótesis, para que tú puedas seguir...

Dejó de escucharla, sin interesarle ahora lo que le estaba diciendo. ¿Adri? ¿Resulta que ese tipo ahora era "Adri? Se inquirió con las pupilas afiladas.

El otro kanatita, observó al rubio, y se aclaró la garganta, incómodo. Isabella no podía sentirlo, pero él sí. Maizak estaba molesto, y mucho.

—Doctora ¿Le parece si nos ayuda luego de su hora de trabajo? Estoy seguro que a Maizak le agradará tenerla en su nuevo hogar. Además, sería bueno que nos explicara a ambos como colocarse la prótesis ¿No lo cree?

—Claro, por supuesto —sonrió—. Mai, nos vemos luego, cualquier cosa que necesites, ya sabes, Adri te puede ayudar. Adiós —le dijo con una suave sonrisa, antes de irse, y dejar a ambos muchachos solos.

—Ey, amigo —carraspeó Adrián—. Tengo pareja ¿De acuerdo? No estoy interesado en la doctora —sonrió divertido—. Quita esa pose tensa, no quiero nada con ella.

Maizak la miró a los ojos, y no dijo nada.

—Bueno, creo que ya debemos desocupar la habitación. Te encantará el lugar —sonrió colocándose detrás de él, para empujar la silla de rueda.

***

—Hola, soy la doctora Isabella Aranda, kinesióloga y fisioterapeuta, entre otras vocaciones —sonrió—. Estoy aquí por Maizak, un muchacho que ha llegado ésta mañana.

El alto y musculoso oficial la observó, y luego tomó su credencial de identificación, antes de dejarla pasar. Isabella observó curiosa la sala, que funcionaba como recibidor.

Habían varios sillones y sofás, dónde unos diez oficiales, sin sus uniformes, estaban sentados. Y dejaron de hablar al ver a la morena ingresar.

—Es la doctora que vino por el muchacho —explicó quién la recibió—. Compórtense.

Isabella sonrió divertida. Pues sí, esos hombres estaba uno más bueno que otro, pero ella estaba allí por otro motivo.

—¿Dónde puedo encontrar a Mai?

—Tome el ascensor de la derecha, piso cuatro. Su habitación es la siete.

MaizakWhere stories live. Discover now