-¿Me contarás ahora como me conociste?
Sonrió, mientras asentía con la cabeza y terminaba de masticar su espagueti. Ambos estaban comiendo en el comedor del hotel.
-Te conocí en la clínica, era una de las recepcionistas. Entiendo que jamás me vieras durante ese tiempo. Tú sólo estabas en tu habitación, y yo... Pues en los datos -sonrió-. Además, las pocas veces que pudiste notarme, tú estabas con Isa -pronunció bajo, incómoda.
Tomó un poco de pasta en su tenedor, y la giró, sin mirarlo.
-Vi como la mirabas, sé que no soy ella. Y entiendo si no quieres ahora que volvamos a estar juntos, sé que tendría que haberlo dicho antes.
-Sí, tendrías que habérmelo dicho.
Ella sonrió levemente, aún mirando hacia abajo, y luego levantó la cabeza.
-Bueno, creo que... No hace falta que le digamos esto.
-¿Por qué?
-Sé que quizás entre ustedes pueda haber una bonita relación. Yo sólo quise estar contigo, antes de que ustedes fueran algo. Y lo sé, actué mal -suspiró dejando el tenedor, mirando su comida-. Sí, mejor no le digamos nada ¿Quieres?
-¿Por qué me dices esto ahora? -le inquirió sintiendo un nudo en el estómago.
¿Se había arrepentido de estar con él?
-Porque siento que te mentí al no decirte que conocía a Isa.
Se mordió el labio inferior, y tomó su copa, para beber algo de agua.
-Mai ¿Volverías al centro para verla? Sólo debemos decir que te encontré, nada más.
-¿Esto es todo? -le inquirió sintiendo un vacío enorme en su interior.
Al final, ahí estaba nuevamente aquella sensación que Esther siempre le causaba. Nidia lo miró a los ojos, y apretó sus labios entre sí. Sólo quería besarlo, pero ahora se sentía culpable.
Tenía decenas de llamadas de Isabella, sin contar con los mensajes.
Maizak se puso de pie, dispuesto a irse de allí, sin haber tocado su almuerzo, y ella intentó seguirlo. Pero ni siquiera podía caminar rápido.
-Maizak, espera por favor -le pidió intentando seguirlo.
El muchacho se detuvo, al escucharla jadear.
-¿Qué quieres? ¿Seguir hablándome de Isabella?
-Lo siento, sé que actué mal, debí ser sincera.
-Sólo me buscaste para follar.
-Sí, es verdad, sólo te busqué para acostarme contigo, porque me gustaste. Porque sé que tú no podrías darme otra cosa, a ti te gusta Isabella.
-¿Por qué querías oler a mi?
-... Sólo quería saber que se sentía que un hombre kanatita me reclamara como suya -pronunció bajo.
-Sólo eso.
-Sí, pero no cualquiera. Si fuera así, me habría acostado con el primer tipo que se me cruzara, y yo sólo quería hacerlo contigo.
-¿Por lástima? ¿Así es cómo me ven? -gruñó.
-¡No! -le dijo molesta-. ¿Qué parte de que me gustas no entiendes? Vine hasta aquí porque esta era mi única oportunidad para estar contigo. Y sabía que iba a ser algo efímero, pero al menos... Me quedaré con un buen recuerdo. Y un dolor que me va a acompañar un buen tiempo también -sonrió-. Creo que voy andar coja unos buenos días.
-Dime que eres sincera.
-¿A caso te sueno a mentira?
-No, y no quiero equivocarme.
-¿Equivocarte?
La tomó del rostro y ella lo miró a los ojos, confundida.
-Si tú estás aquí, e Isabella no, me parece que no deberíamos estar hablando de ella.
-Pero Isa-
Unió sus labios con los de ella, y Nidia le correspondió, tomándolo de los hombros, poniéndose en puntas de pie para poder estar más cerca del alto rubio.
-Quien vino aquí por mí eres tú, no ella.
***
"-Wou, vaya que tu gato ha crecido -pronunció divertido un tipo.
-Sí, es todo un macho insaciable ahora, digo -sonrió traviesa Esther-. Un gatito bien domado.
-¿En serio? ¿Follas con el animal? Qué gustos extraños tienes -le dijo su compañero-. En fin, tengo los nuevos planos de dónde debemos excavar...
Maizak los observó a ambos hablar, y apretó sus puños. Sólo un animal, sólo eso era para su dueña."
La observó por un momento, y ella estaba concentrada en la película, que se suponía, estaban viendo ambos. Estaban nuevamente en la habitación del hotel, y Nidia había comprado palomitas.
Maizak le había contado que nunca las había probado, y a ella le había parecido una buena idea pasar la tarde de ese modo, viendo películas y comiendo palomitas de maíz.
Si estuvieran en el centro, lo habría llevado al cine que estaba cerca del aeropuerto. Pero allí en el pueblo, era lo mejor que podían hacer.
-Oye Mai, si no entiendes algo, tú sólo pregúntame -le dijo comiendo más palomitas, sin dejar de ver la película.
-Ven aquí.
-¿Hmm? -pronunció curiosa, girando la cabeza para verlo.
Él sonrió levemente y la tomó de la cintura, para sentarla entre sus muslos, pasando sus brazos hacia adelante, tomando también el tazón con palomitas, que ella sostenía.
Nidia sonrió y apoyó su cabeza sobre el pecho de él, continuando mirando la película. Tomó un par de palomitas, y levantó su brazo hasta Maizak, para que él también comiera.
El rubio entrelazó una de sus manos con la de ella, y la castaña cerró sus dedos, acariciando con su pulgar uno de sus dedos. Se sentía bien estar de ese modo.
Pertenecerle a alguien, que la hicieran sentir querida, elegida... Nadie antes la había elegido, siempre habían sido polvos de una noche, o una vez.
Y apesar de lo que le había dicho, Maizak la había elegido.
-Tengo veintiún años.
El rubio dejó de lado la película, y la observó curioso.
-Me gusta el color azul, soy alérgica a la nuez, y... Mmm -pronunció pensativa-. Amo el espagueti -sonrió.
La tomó del rostro, y ella giró la cabeza para verlo, sonriendo.
-Creo que empezamos al revés, pero, quizás... Podríamos conocernos ¿Verdad? ¿Qué dices?
-No, no puedo hablarte de mí.
-Oh, está bien.
La miró a los ojos, y bajó a sus labios para besarla, despacio, lento, saboreándola.
-¿Aún duele? -pronunció ronco, a escasos centímetros de sus labios.
-Un poco, pero creo que puedo aguantarlo, porque yo también quiero hacerlo -le dijo ansiosa.
Maizak le quitó el tazón de los muslos, y Nidia se arrodilló frente a él, para poder besarlo mientras le ayudaba a quitarse la ropa.
...