Capítulo 29

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Su vida había cambiado en ese casi año. Primero con la huída, tener que dejar atrás su trabajo, su identidad, no había sido fácil. Pero al menos seguía con vida.

Y ahora estaba por la isla, había escuchado que habría un evento especial, y ella quería saber de qué se trataba. Era extraño ver que en esa isla, los Kanatitas se comportaban de otro modo.

En la isla helada, dónde ella había pasado los últimos quince años, aún eran unos salvajes. Pero aquí todo era completamente diferente.

Iba tomando un refresco, paseando por los puestos, cuando una pareja llamó su atención. No era común ver muchachos con ese color de cabello por allí.

Frunció levemente el ceño, y se quitó los lentes de sol, mirando curiosa a ese joven rubio, y a la muchacha y niña con las qué estaba.

Era imposible ¿Se había salvado? O era un tipo que se veía igual a su antigua mascota.

Se acercó hasta ellos, siguiéndolos.

—Maizak.

Al ver que él se detenía, ya no tuvo dudas ¡Era él!

—¡Maizak! —exclamó con una gran sonrisa, antes de ir hacia él, y abrazarlo—. Ay cariño, estás tan guapo —sonrió antes de besarlo, tanto en los labios, como por el rostro—. No sabes cuánto te extrañé, tuve tanto miedo de que no te salvaras ¡Y estás aquí, mi amor! —le dijo antes de volver a besarlo.

Shana los observó confundida, y luego miró a su hermana, que lucía muy afectaba. Maizak separó a aquella mujer de él, y antes de que pudiera hablar, Ayrata tomó a la niña de la mano.

—Ven chiquita, volvamos al hotel.

—Sí —murmuró la niña.

Sabía que su hermana no estaba bien, no iba a replicar. Incluso ella se sentía incómoda por lo que acababa de ocurrir.

—Ayra —pronunció confundido—. Espera.

Ella no lo escuchó, se marchó con su hermanita de allí.

—Cariño ¿Qué ocurre? —le inquirió Esther, girándose para ver hacia la dirección donde él estaba mirando—. ¿A quién buscas?

—¿Qué haces aquí, Esther? ¿Cómo llegaste a esta isla? ¿Cómo me encontraste?

—No te estaba buscando, corazón —sonrió divertida—. Simplemente fue casualidad, y que bueno que así se fue. No creí que ibas a salvarte.

—Perdí una pierna por ti —gruñó.

—Oh amor, lo siento tanto —le dijo tomándolo del rostro—. Te recompensaré, seré muy buena contigo, bebé —sonrió traviesa.

—No —pronunció en un tono molesto, alejándose de ella—. Yo ya no quiero nada contigo.

Río divertida, y se pegó a su cuerpo.

—¿Estás molesto por haberte dejado? Mai, regresé a las semanas para buscarte, y nadie te había visto. Creí que habías muerto en el mar. Tú sabes que yo jamás me habría deshecho de ti, mi amor —le dijo en un tono meloso, tomándolo del rostro—. Tú siempre fuiste mi chico especial —susurró dándole un beso corto en los labios—. Sabes que eres mío... Y yo soy tuya —pronunció bajo, antes de besarlo.

***

Llegaron a la habitación, y cerró la puerta, antes de decirle en un tono tembloroso a Shana que no saliera, y encerrarse en el baño.

Se quebró al cerrar la puerta, y lloró en silencio. ¿Quién era esa mujer? Él no la había evitado, al contrario, se había quedado sorprendido. Era obvio que la conocía.

Ella conocía su nombre, le había dicho que lo había extraño, lo había tratado de amor. Ellos ya se conocían y tenían alguna especie de relación.

Y era una mujer muy bonita, eso era innegable.

—Ayra ¿Quieres que volvamos a casa? A mí ya no importa estar aquí —pronunció afligida Shana, pegada a la puerta del baño—. Podemos volver caminando ¿Quieres?

Sus labios temblaron, y lloró, poniéndose de pie. No podía mostrarle una imagen así a su hermanita. Ella tenía que enseñarle a ser una mujer fuerte.

Se lavó el rostro, y luego de secarlo, salió del baño.

—¿T-Tú quieres volver? ¿S-Segura?

—Sí —sonrió Shana, abrazándola—. Yo sólo quiero estar contigo, y que tú estés bien, Ayra.

—De acuerdo —sonrió con tristeza—. Guarda tus cosas, y nos vamos ¿Sí?

—¡Sí! ¿Puedo llevar los libros para pintar?

—Sí chiquita, guárdalos —le dijo ayudándola a guardar sus cosas.

Ella no quería nada de Maizak, no se llevaría nada de lo que le había comprado.

***

Le había llevado casi una hora poder deshacerse de Esther. Ella no quería dejarlo ir, hasta lo había amenazado. Y luego de decirle que regresaría, y ayudarla a alojarse en un hotel, había podido huir.

Debía hablar con Ayra, explicarle que él no tenía ningún tipo de relación con Esther. Qué ella... Siempre era así de atrevida con él, y que no lo había hecho sólo porque ella estaba ahí.

Qué Esther no significaba nada para él, que él sólo quería estar con ella. Qué la elegía.

Pero al llegar a la habitación del hotel, la encontró vacía, aterrándolo. No quería volver a pasar por lo mismo que con Nidia. No podía perderla, ni a ella ni a Shana.

Bajó rápidamente por las escaleras, ya que no quería esperar el ascensor, y preguntó por ambas hermanas, si las habían visto. Y lo único que había podido conseguir, es que se habían ido casi media hora atrás.

Salió del hotel, y miró a su alrededor, sintiéndose desesperado. ¿Dónde iría a buscarlas? Habían muchos caminos para irse hacia la selva.

Y habían tantas personas, que era imposible poder rastrearlas por su aroma.

Se pasó una mano por el cabello, frustrado. Tenía que encontrarlas.

***

—¡Ahí viene el autobús, Ayra! —exclamó sonriendo Shana.

—No creo que nos lleve.

—Yo creo que sí, le haré una seña para que pare —sonrió.

La pequeña rubia le hizo seña con su mano, y el autobús frenó junto a ellas. Ayrata cerró las tapas de la caja donde llevaban a Prurp, y luego de explicarle al chofer que necesitaban regresar a su hogar, él las dejó subir.

Y además, les explicó que el autobús era gratuito en aquellas zonas de la islas, así que podrían viajar siempre que quisieran.

Fueron hasta los últimos asientos, y sólo entonces Ayrata le permitió a Shana abrir la caja, para que el gatito pudiera asomar la cabeza.

—Ayra ¿Te sientes mejor?

La joven castaña la miró a los ojos, y asintió levemente con la cabeza, dándole un beso en la frente y fingiendo una sonrisa.

Sólo quería volver a su hogar. Tal vez se había apresurado mucho en creer que Maizak era el muchacho indicado para ella. Sólo había sido culpa del celo.

Pero ahora, luego de las tres dosis, aquel frenesí había bajado, y ella podía pensar con claridad.

...

MaizakWhere stories live. Discover now