Seda

624 27 36
                                    


Buenas noches, siento tardar tanto en actualizar, pero he estado de exámenes hasta arriba. Por fin soy libre, pero no del todo, así que intentaré actualizar más a menudo. Espero que os guste.

-----

P.O.V Irene

Mis manos se enredaban en su pelo al compás de los últimos acordes de aquella canción que habíamos convertido en nuestra. Y lo que también era nuestra, era aquella pasión brotando, porque ante todo éramos semillas que aún tenían mucho por delante. Nuestra sed era por fin disipada por nuestros labios, y esta vez no me he echado para atrás, porque tenía las mismas ganas de comermela a besos que de hacerla mía. Nuestras lenguas jugaban como si ya lo hubieran hecho antes, como si ya se conociesen, nuestras manos calmaban las ganas que nos teníamos, rozando cada uno de los milímetros de nuestros cuerpos. Nuestras jadeantes respiraciones pedían más, y ambas queríamos más.

Inés me empujo contra una de las paredes que nos rodeaban, besándome de la manera más apasionada que te puedas imaginar, las manos de Inés ascendieron hasta mi rostro, para besarme con más fuerza, como si me fuera a escapar de ahí. Entre jadeantes, y entrecortados alientos, comencé a besar cada uno de los lunares de Inés, aquellos que adornaban su cuello formando una línea perfecta, saboreando aquella constelación que lucía, mientras que la boca de Inés mostraba signos de un placer incansable.

Sus manos se deslizaban por todo mi cuerpo, desde la cintura hasta mi pelo, desde mi miedos, hasta mis complejos. Acariciando cada uno de los vértices de mi cuerpo, haciéndome sentir cada vez más mía , y cada vez más suya. Me besaba, como si este momento lo hubiera estado esperando toda su vida. Nuestras lenguas querían seguir conociéndose, y los labios de Inés buscaban los míos, mordiéndome el inferior, inaugurando un nuevo beso, como si rebobináramos una cinta de cassette, para poder volver a empezar, para que fuese eterno, para que este momento no terminase nunca y nos tengamos que enfrentar a una realidad que nadie aceptaría.

Nuestras lenguas querían conocer más lugares de nuestros cuerpos, nuestro éxtasis nos permitió deshacernos de la parte superior de la otra. Inés quitó aquella camiseta de pijama que aún lucía y yo desabroché cada uno de los botones que adornaban su lencero, con la delicadeza de cualquier animal salvaje. Nuestras lenguas se buscaban cada vez con más pasión, con las ganas de conocer más ciudad. Inés me cogió por los hombros, me dejó inmóvil en la pared y comenzó a besar cada uno de los milímetros de mi cuello, sin dejar hueco por probar y dejándome a mí sin un ápice de respiración, con los labios entreabiertos y suspirando de placer.

Inés me volvió a mirar a los ojos, de la manera más excitante posible, y con mi mano derecha le cogí el mentón, y alcé su cara hacia arriba para poderla besar de nuevo.

Nos acariciábamos, y volvíamos a empezar, intentando parar el tiempo, no queríamos salir de ahí, intentado que fuese eterno. Nuestras manos surcaban nuestros cueros, bajando cada vez más, entrando en zona prohibida. Fue cuando mutuamente nos estábamos desabrochando nuestros pantalones, sin parar de besarnos, cuando aun con el aliento de placer en la boca, nos separamos y dijimos a la vez.

-Ines...

-Irene...

Y no hicimos nada más porque nos habíamos leído la mente, porque además de nuestras bocas, nuestras mentes también se conocían demasiado. Supimos en ese justo instante, que teníamos que parar, que ni ella ni yo, íbamos a estar cómodas, aunque el fuego y la pasión estuviera yendo por el mejor de los caminos, un cubo de agua fría no mojó de pleno, volviendo a la realidad, en la que teníamos que ser solo compañeras políticas.

Un pequeño y lamentado "Lo siento" salió de su boca, y la miré, y repitiendo el mismo gesto que hace escasos segundos, cogí su barbilla, y la besé, pero ya sin tanta pasión, solo con resquicios de ternura y lamento, y con mis labios aun cerca de los suyos, pudiendo notar mi respiración, un "Perdóname tu a mi" pronuncié.

Como quieres que te escriba una canciónWhere stories live. Discover now