25

1.2K 64 26
                                    

YUKINO POV.

Desde que Hachiman se ha marchado, los días se han vuelto muy monotónos. Ya no siento ninguna emoción en cocinar para una persona, o el lavar un solo plato, ni siquiera siento repulción al sacar mi propia basura. Me siento vacía, como si me hubieran arrancado no una sino dos partes de mi pobre y maltrecho corazón y las hubieran destrozado ante mis ojos. Y la única responsable de esto es mi madre. De no ser por ella, Hachi nunca hubiera tenido que trabajar para la compañía y nunca nos hubieramos estresado ni hubiéramos peleado entre nosostros. Es culpa suya que mi Hachi no esté conmigo. Es culpa suya que mi hija muriera. En mi mente, sus palabras siguen atormentandome:
Eso no es cierto, y lo sabes. La única culpable eres tú, niña tonta. Por qué la cruda verdad es que no le importaste en ningún momento. ¿En verdad creíste que él tomó la empresa por tí? ¿En verdad pensaste que ha hecho todo lo que ha hecho por tí? Lo hizo por si mismo. El viaje a América fue mera diversión y turismo ya pagado de tus gastos, la toma de la compañía fue solo un ascenso al poder, con limitaciones, sin duda alguna, pero poder al fin y al cabo. Y el por qué estaba contigo era por qué estabas embarazada, por qué quería un heredero. Su mera partida lo demuestra. Si le importáras, habría pensado en ti. Si le importáras, te habría tenido paciencia. Si le importáras, abría afrontado la situación, en vez de salir huyendo y esconderse en casa con mamá. Solo fuiste un instrumento para él. Algo que desechar. Por qué la verdad es qué no le importas a nadie.
No sé cuánto tiempo llevo llorando. No sé cómo algún rincón de mi almohada aún está seco. No sé cuántas lágrimas me pueden quedar.
No sé el por qué sigo viviendo.
Tengo sentimientos. Y fueron, precisamente, lo que no me permitieron ver más allá de mi misma. Tengo sueños. Tengo miedos. Le habría enseñado todos y cada uno de ellos si me lo hubiera pedido. Le habría enseñado mi vida entera, todas mis cicatrices, todo el terror, pero no le importó.
Por qué yo solo fuí una mera herramienta.
Ha visto que ya no le soy de utilidad y eso a sido suficiente para dezaserse de mí. Para dejarme sola y hecharme la culpa... ¿De que? Yo nunca quise esto. El nunca hablo conmigo sobre sus sentimientos o lo que sentía por mí, al menos no directamente. Pero, ¿yo lo hice? Tampoco fui abriera con él. Sobre lo que pensaba. Sobre lo que sentía. Eso fue egoísta de mi parte, igual que él. Decir que amas a alguien sin siquiera entender lo que siente en su interior realmente.
¿Que clase de amor es ese?
Y lo peor de todo es pensar que, hasta esta tarde, o quizás hasta esta mañana, todo iba bien. Éramos un gran equipo. Nos hacíamos bromas mutuamente y nos divertíamos. Disfrutábamos de la presencia del otro. Confiábamos. ¿Cómo fue que terminamos así, entonces? ¿Todo esto es culpa mía? Por mi inseguridad, por pensar que nadie sería capaz de quererme. Por pensar que lo que él hacia significa nada, que no valía nada. Por dudar. Por tener miedo. Por temer más daños de los que cualquiera de los dos estaba dispuesto a correr.
No. No, no es culpa mía. No es sólo culpa mía. Yo no sé nada del amor, pero si lo que dice mi madre es verdad; y si el amores pertenencia, si es cárcel, si es... posesión, no quiero saber más el. No quiero saber más del amor que Hachiman dice profesar.
Mi madre tiene razón: él no me quiso. Él me utilizo
Una vez que fuí desechable no dudo en marcharse.
Por qué solo sirves para eso, Yukino. Por qué solo eres eso. Por qué nadie querrá más de ti nunca.
Me tapo los oídos, como si pudiera también todas las voces, que vuelan a mi cabeza con más fuerza aquel nunca.
No es verdad. No es verdad. No es verdad.
Basta. Basta, por favor.
¿Pero no era esto lo querías? Que él se fuera para no regresar jamás.
Entonces llega.
Como un fogonazo que me desestabiliza, pierdo la conciencia de la realidad y mi cabeza se llena de imágenes que no he perdido, que no quiero recordar. Pero lo hago.
Yo y Hachiman discutiendo por su repentina ausencia la mayor parte del día y sus súplicas y disculpas por llegar tarde a cenar. Hachiman rechinando los dientes al tiempo que lo mandaba a sacar la basura o cuando lo hacía lavar los platos de la comida.
No. Basta. Basta, por favor. No quiero verlo No quiero que siga doliendo. No quiero seguir recordándolo.
La batalla que se libra en mi interior es interrumpida por una serie de toques al timbre de mi departamento. Miro la puerta. Debe de ser Yuigahama. Me a llamado un par de veces en el tiempo que llevo encerrada en mi habitación, pero no he querido contestarle el teléfono pese a sus súplicas y sus fotos de gatos. No quiero que me vea así. No quiero que nadie me vea así.
Pero tampoco se merece esto. Tampoco se merece que le dé la espalda todo el rato. Y, después de todo..., no es justo que la tomé contra ella solo por qué nuestros maridos son unos idiotas. Me limpio la mejilla. Ella si me entiende... A ella si le importó de verdad. No se merece que la trata de esta manera, por muy dolida que esté. Y me vendría bien un hombro sobre el que llorar, antes de empieze su tratamiento para que de a luz al niño. Yo nunca he hecho eso, ¿cómo de incómodo será? ¿Habría dolor o solo lo sacarían como si nada?
Me levantó de la cama, limpiándome el rostro lo mejor que puedo. Sé que no puedo disimular los ojos rojos y que habrá rastros de mis lágrimas en mis mejillas, pero tendrá que valer de momento. Las mujeres, al menos, no hacemos preguntas incómodas. O al menos Yui nunca las ha hecho. Sienpre me ha dejado ser como soy y a recibido todo con su sonrisa dulce.
Abro la puerta.
Yui no está allí.
En cambio está él. Cabizbajo y mano extendida al aire, con la intención de volver a tocar el timbre.
Tan ruidoso como siempre.
Al verme, baja lentamente el brazo: camisa desarreglada, palidez en su rostro, cabello revuelto. Su apariencia es casi tan lamentable como al mía.
Me apresuro a agarrar la puerta para volver a cerrársela en las narices. Él se adelanta:
-Lo siento.
Lo dice tan rápido que las palabras se le apelotan en los labios cuando las pronuncia con voz ronca. Me detengo un momento para mirarlo.
-Tú no tienes ningún derecho de pedirme eso. De hecho, ni siquiera tienes derecho a venir aquí -le espero. Que no me vea dudar. Puede que vea el llanto reciente en mi rostro, pero no quiero darle la satisfacción de descubrir cuánto me duele verle-. ¿Por qué has venido Hachiman?
-Vine para disculparme -murmura en silencio. Nunca lo he visto tan decaido. Tan lamentable. Casi hasta siento pena por la desesperación y el dolor que parece brillar en sus ojos. Casi. Pero no me la creo. No puedo volver a créermelo-. Perdóname,. Yukino. Por favor. Yo... no pensé que pasaría esto. No pensé en tí. En como te dolería. Yo... soy un idiota. Un completo idiota.
-Por una vez estamos de acuerdo en algo -le digo. Aunque se que es mentira. De hecho, ambos nos comportamos como unos auténticos idiotas.
-Para. Para con eso de una vez.
Frunzo el ceño. ¿Cómo se atreve a venir aquí y decirme lo que tengo y no tengo que hacer? Por no hablar de que ni siquiera sé de qué demonios habla.
-¿Disculpa? -siseo.
-¡Eso! -exclamq, haciendo un ademán hacia mí-. Fingir que no te duele. Como si nadie pudiera ver lo que sientes cuando te encierras en ese caparazón. ¡Dejar que las cosas te afecten no te hará más débil, Yukino! ¡P-por eso la primera vez que me fue dije que no tenías sentimientos! -Como si se arrepintiera de repetirlo, como si supiera que no está bien decirlo, aparta la vista para clavarla en sus pies-. A veces parece que eso es lo que quieres que crea. Lo que quieres que todo el mundo crea: que eres de hielo. Y no es fácil para mí tampoco, ¿sabes? Me gusta cuando te ilusionas, cuando sonries. Incluso cuando lloras por qué lo hacemos juntos. ¡Así que adelante! -exclama, señalándose a si mismo- ¡Pégame! ¡Enfádate conmigo! ¡Ahogame con la almohada si quieres! ¡Pero no hagas eso! ¡No te hagas eso!
Él no lo entiende. Cómo podría entenderlo. Cómo podría entender que está es la única manera de no ser vulnerable. Si nunca hubiera dejado abrir mi caparazón con él en primer lugar, no habría conocido a la chica que en realidad soy, y entonces yo no me abría sentido tan cercana a él, y nada de esto hubiera pasado.
Alzo la mano, dispuesta a cumplir con su petición y pegarle. Se encoge al verlo gesto, de hecho, esperando el golpe. Pero ni siquiera tengo ganas de eso. No quiero golpearle, ni mucho menos ahogarlo con la almohada.
Estoy cansada. Estoy dolida. Estoy vacía.
Verlo aquí, disculpándose ante mí, evidentemente todo lo que se ha roto entre los dos, es más de lo que puedo soportar.
Agachó la cabeza para que no vea mis ganas de volver a llorar.
-Confiaba en ti -murmuro, reprochándoselo. Reprochándomelo. ¿Desde hace cuanto empezé a hacerlo?-. Confiaba en ti de verdad. Confiaba en ti como... cómo hacía siglos que no confiaba en nadie. Podía ser como soy contigo. Te habría mi caparazón por qué no tenía nada que temer contigo, por qué no ibas a juzgarme, por qué no ibas a hacerme daño. Es culpa mía. Es culpa mía por confiar en ti. Es culpa mía por pensar que eras diferente.
Su expresión se vuelve un poco más desesperada cuando terminó de hablar.
-¡No quería hacerte daño, Yukino! No quiero hacerte daño. Estaba confuso y enfadado conmigo mismo. Enfadado por no ser suficientemente fuerte para protegerte a ti y a Nanae. Y tú me pusiste bajo mucha presión, me estrese. Sé que no es excusa pero es la única verdad.
¿Todo por no ser tan tierna como antes?
-¡Tenía miedo! -le grito, sin creerme que se haya comportado como un cretino por eso.
Aquella lo desconcierta.
-¿Miedo? ¿Tú? ¿De qué?
De muchas cosas. De que me dejaras. De no poder mantenerte. De separarnos. De que está nueva situación se volviera demasiado dañina para ambos.
De todo por lo que tú nunca has tenido miedo antes.
-Ya no importa -contesto, sin embargo-. Por favor, vete.
-¡No! -Me impide cerrar la puerta poniendo un pie en ella. Me observaba, con los ojos de pez muerto suplicando una oportunidad-. ¿Crees que yo no tengo miedo? ¿Crees que no estoy... aterrado? ¡No eres conciente de todo lo que me pasa por dentro, Yukino!
Claro que soy conciente. Eso es lo que más duele. Que piense en mi como una mera herramienta. Algo que desechar.
Solo soy un objeto más.
-Vete -le exijo-Ya he tenido sufriente de esto en mi vida, Hachiman. Te di una segunda oportunidad y la desperdiciaste. Te deje volver e hicimos las pases. Ya no quiero ser la responsable de todas las tragedias.
-¡Tu no eres la responsable! ¡El único responsable soy!
Los dos nos sobresaltamos, tanto por el tono de su voz como de sus palabras. Mi corazón da un brinco, queriendo creer, solo que no es tan fácil. Ha demostrado muy bien hasta que punto vale su supuesto amor. Y aún así, cuando se lleva la mano a la cara, cansado, desesperado, triste, creo que podría ser sincero y... No. No le importo más que a otros.
Y por qué ibas a importarle? ¿Que otro amor quieres? No te mereces otra cosa, niña tonta.
-Quiero que acabe está tortura -susurro, bajando la vista al suelo-. Ya no puedo aguantar más.
-Yo también lo quiero, Yukino. Yo también.
Hay un breve momento de silencio y yo misma no me veo capaz de decir nada en respuesta. Se ha comportado como un completo estúpido, de eso no hay duda. Pero él lo sabe. Y yo ahora puedo entenderlo un poco mejor. El problema es... todo lo que hemos callado. Todo lo que no nos hemos dicho, durante demasiado tiempo, excusandonos en la comodidad de las bromas y el despiste. Yo sabía que estaba bajo mucho estrés y no es que fuera una esposa muy cariñosa durante mi embarazo. El tampoco me lo hizo notar.
Hemos sido dos cobardes con demasiado miedo de enfrentarnos mutuamente.
Tal vez ahora tengamos la oportunidad de entendernos de verdad. No tenemos muchas opciones después de todo. Es quitarnos el disfraz por completo o no volver a vernos, porque hagamos lo que hagamos ya no volveremos a ser los mismos que éramos en la en la preparatoria. La cosa es así de simple: podemos darnos otra oportunidad o tirar todo por la borda.
Y yo quiero entenderlo. Quiero saber si sigue enamorado de mí.
Se me nubla la mirada y aprieto los dientes. Intento contener las lágrimas qye amenazan con volver a desbordarse.
No sé si seré capaz de soportar otra ruptura.
-Escapemos...
Doy un respingón y alzo la mirada. Hachiman ha levantado la vista del suelo y me mira. Y hay dolor en su mirada. Hay pena. Hay todo lo que yo nunca quise provocar en él. Pero también hay otra cosa. Un destello. Una esperanza.
-Vámonos muy lejos -dice él-, a un lugar donde nadie sepa quiénes somos.
Desgarro en su voz. Culpabilidad. No quiero ser eso para él. No puedo ser eso para el.
Mis mejillas se manchan con las primeras lágrimas.
-No digas eso. No quiero... no quiero que abandones tus sueños por mi. Por favor, por favor, no te hagas tú tampoco esto...
-Te lo dije Yukino, mi sueño es estar contigo y tener una familia juntos. Debí entenderlo antes..., pero no lo hice, no quise. -Vuelve a bajar la mirada-. Dejé que tu madre me engañara y me convirtiera en un peón más de su partida de ajedrez. Y lo pero es que pensé que podía gabarle, que si seguía sus reglas y me rebaja a su nivel podría regresarle la jugada y... ahora, tú..., lo que te hice...
No quiero que lo mencione ni que cuando nos miremos veamos eso. Hachiman y yo casi no discutíamos antes de todo esto. Con él podía ser diferente. Quiero que seamos los mismos. Quiero que olvide todo esto tanto como yo deseo olvidar.
Este no era la reconciliación que se suponía que debíamos tener.
-Yo misma te advertí de su juego -le recuerdo. Respiro. Que me vea segura, que no intuya que me cuesta hablar-. Tenía miedo. Miedo de perderte como perdí a mi padre. Miedo de que me convirtiera en mi madre con nuestra hija.
La mira de Hachiman es una tortura.
-Dime que esto no cambia nada, Yukino... Dime qué volveremos a estar bien, que vamos a seguir juntos. No te vuelvas a esconder. No te alejes de mí.
Aprieto los dientes. Quiero dejar de llorar, sonreírle y decirle que todo va a estar bien. Que será como si nada hubiera pasado, que seguiremos siendo los mismos.
No es verdad.
Cierro los ojos, conteniendo un sollozo.
-No quiero que cargues con la culpa, Hachiman. No podría soportarlo. ¿Lo entiendes? Te lo dije. No quiero verte sacrificarte por nadie más. Ni siquiera por mí. No sería justo... -Abro los ojos para poder observarle. Es él quien trata de mostrarse sereno ahora, para que yo no me sienta culpable de su sufrimiento, pero al parecer a Hachiman no se le da también la actuación como a mí-. Porque a ti también te duele, ¿verdad? Lo veo en tus ojos, Hachiman.

-Claro que me duele. -murmura-. Pero, si supiera hacerlo de otra forma. Dejaría de sacrificarme -parecia hablar en serio, y francamente así era, después de todo Hachiman no estaba acostumbrado a la convivencia mutua que se genera entre la gente. Es por eso que sus métodos le involucran completamente.
-Se a lo que te refieres, pero no quiero hacerte daño, Hachiman -le explico, mirándolo a los ojos-. No puedo. ¿Que no entiendes que cuando sufro al ver que cuando ayudas a los demás y no puedes ayudarte a ti mismo?
-Ya no voy a sacrificarme por nadie. Voy a ser el hombre que debo de ser, Yukino. El hombre que conociste en el club de servicio, del que te enamoraste. -Me agarra con fuerza, y yo me estremezco. De inmediato, sus dedos aflojan su presión-. Yukino... -Coge aire-. Escúchame. Escúchame: necesito solo de una única cosa para hacer frente a todo lo que venga. Dime qué aún me quieres. La única manera en la que tú podrías hacerme daño es diciéndome que ya no me quieres.
Es más de lo que puedo soportar. Con un gemido, me derrumbó. Me hecho a llorar, rompiéndome, con rabia, con toda la tristeza del mundo.
Suelto su mano para taparme la cara, para que no me vea. Para que no vea el dolor ni los recuerdos del daño. Para que no sepa hasta que punto los últimos golpes han sido definitivos. Solo quiero esparcir las lágrimas por la cara y el cuerpo y, de esa manera, lavarme con ellas; dejar de escuchar las palabras de mi madre; abrazar al chico que me mira, lleno de pena y frustración por mí, y besarlo, y volver a hacer el amor con él como siempre y que sus caricias borren cualquier rastro de pena...
Pero no puedo. No puedo.
Y el peor miedo de todos es pensar que no sé si alguna vez podrá hacerlo. Él dice que no importa lo que nos pase ni lo mucho que cambiemos en el futuro, pues los yos de los que nos enamoramos siguen allí, pero ¿y si nunca más salen a la luz? ¿Y si han muerto junto con Nanae?
Aún así, hay algo que ni siquiera mi madre ha podido arrebatarme. Me quito mi infancia, a mi padre y luego a mi hija.
Pero no ha estado ni siquiera cerca de tocar lo que siento por Hikigaya Hachiman.
Por eso lo miró, sollozando. Por qué al menos merece saber que eso no ha cambiado. Que al menos ya no tengo miedo de querer, porque, aunque haya dolido todavía más por haber conocido el cariño de verdad, sería mucho más triste no haberlo conocido nunca.
-Te quiero... Incluso así, Hachiman... Incluso... si nunca más vuelvo a ser la chica de la que te enamoraste, yo... te quiero... Te quiero muchísimo...
Él asiente, y sus ojos también contienen las lágrimas. Lentamente, se deja caer de arrodillas a mí lado, y yo apreció su gesto, pues no quiero que ninguno este por debajo del otro. Los dos hemos estado siempre a la misma altura. Al mismo nivel. Y es gracias a eso que logramos sobrevivir a tanto.

-Huyamos de esto -susurra con voz ronca-. Tal vez sea difícil al principio. Puede que nos encuentren. Pero... quiero intentarlo. ¿Y tú?
Pese a todo, asiento, pasándome una mano por la cara. Soy estúpida. Soy débil. Ojalá pudiera dejar de llorar. Nada más que eso.
Sus manos se alzan sobre mi rostro y no se mueven más que para limpiar mis lágrimas.
Quiero recuperarme. Quiero superar este nuevo obstáculos. Quiero que Hachiman me enseñe a querer de nuevo.
Pero sigue doliendo, quiero creer que el dolor será más soportable si lo compartimos.
-¿Puedo... abrazarte? -le pregunto. Él casi contienen la respiración y yo me encojo, conteniendo un nuevo ataque de llanto-. Yo a ti... Pero... tú a mí no, por favor... Todavía no. S-sé que no es justo pero... yo... ahora...
-Quiero que me abraces -me interrumpe él. De nuevo, intenta mostrarse sereno y se queda muy quieto-. No me moveré, lo prometo. Abrázame... Eso será suficiente.
Yo lo hago. Aunque los brazos me tiemblan y las palabras continúan amartillando mi cabeza, me inclino hacia delante y lo rodeo con cuidado.
Recupero la calidez de su pecho. El suave y seguro latido de su corazón. El tacto suave y cálido de su piel.
No me hace ningún daño.
Escondo el rostros en su camisa y me hecho a llorar.

El romance de un solitarioWhere stories live. Discover now