sixteen

942 83 73
                                    

April

— Por quinta vez, señorita, no puede pasar sin la entrada correspondiente —vuelve a repetir el hombre encargado de vigilar el acceso al enorme edificio donde está a punto de comenzar el combate de Zayn —o, mejor dicho, donde ya se está celebrando el combate, combate en el que yo no estoy presente debido a mi mal cálculo del tiempo (en mi defensa debo decir que mi vuelo con destino a Nevada ha aterrizado con una hora de retraso), a mi pésimo sentido de la orientación y a los enormes nervios que se están haciendo con el control de mi cuerpo y que apenas me han dejado pensar con claridad por el simple hecho de que estoy a punto de decirle a Zayn que sí quiero casarme con él; que sí quiero pasar mi vida a su lado; viéndolo despertar cada mañana; viéndolo superarse en cada combate; viéndolo madurar; creando una vida junta en la que nuestros pasados tengan el sitio justo para permitirnos colocar a su lado nuestro futuro, un futuro prometedor— y que estoy comenzando a odiar porque es la única barrera existente ahora mismo que me separa del amor de mi vida; sé que no merezco estar pensando así de un hombre que solo está haciendo su trabajo, sé que no merezco estar quejándome internamente por su prohibición dirigida a mí para que no pase debido a que no tengo la maldita entrada, sé que no lo merezco porque ya he tenido dos oportunidades en las que he podido perfectamente decirle a Zayn lo que estoy a punto de decirle —si es que consigo convencer a esta persona de que haga una excepción conmigo—... pero, lo cierto, es que en esos momentos no era yo la que hablaba o actuaba: eran mis miedos, mi cobardía, la parte dominada por mi madre que huye al más mínimo sentido de responsabilidad. Ahora, finalmente, sí soy yo, soy April la que va a decirle «sí»—. Así que, por favor, le recomiendo buscarla si es que la ha perdido y, en caso de que no tenga ninguna, siento informarle que ya es imposible comprar una entrada —aunque su tono es cortés con un toque de seguridad digno de una persona que se dedica a establecer el orden en algún evento, soy capaz de descifrar su desesperación por perderme de vista de una vez ya. 

Y no va a ser tan fácil que me vaya porque no pienso perder esta oportunidad que la vida me ha dado a pesar de que no me la merezco —¿quién en su sano juicio pensaría que, después de todo lo que le he hecho sufrir a Zayn, tengo derecho a tener en mi poder esta ocasión irrepetible? Nadie... ¡Si hasta recayó durante un corto período de tiempo en las drogas por mi culpa, por mi maldita culpa! Lo único que yo debería haber recibido a cambio de todo el sufrimiento que ha padecido él a causa del nudo que había en mi mente es nada. Literalmente nada. Me convertí en el tipo de persona que detestaba a los once años, me convertí en el tipo de persona que nunca quise ser, me convertí en el tipo de persona que era, es y será mi madre... y ni siquiera recuerdo cuando comenzó mi metamorfosis, simplemente pasó, ocurrió y estaré eternamente agradecida a Zayn por haberme abierto los ojos a tiempo: ¿en qué me habría convertido cuando tuviera cincuenta años? Seguramente, mi obsesión por el control hubiera ido ascendiendo hasta el punto de querer tener bajo mi poder absoluto a personas que no he visto en mi vida o de las que ni siquiera me preocupo; también me habría convertido en una persona egoísta, egocéntrica y sin sentimientos que solamente querría que sus seres queridos estuvieran a su alrededor por y para ella: es la perfecta definición de mi progenitora. No hay gracias suficientes en el mundo para Zayn, para mi Zayn; por esto mismo, pienso utilizar un poco del egocentrismo de mi pasado para no sentirme tan culpable por estar a punto de decirle que sí quiero casarme con él después de todo— y porque estoy dispuesta a gastar hasta el último cartucho para conseguir atravesar la puerta de cristal en la que me estoy viendo reflejada ahora mismo: mi pelo es un caos absoluto, mi expresión es de angustia total por no haber llegado a tiempo y por no haber comprado una entrada durante todo el viaje (¿cómo puedo ser tan idiota?), mis ojos brillan cual estrella en la noche compartiendo espacio con la luna (mi luna sería él, Zayn es mi todo) y mi lenguaje no verbal denota mi deseo por tener ya delante al boxeador que ha conseguido devolverme a mis orígenes, que ha conseguido devolverme mi verdadera personalidad... el boxeador que amo.

They » z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora