Sinestesia || BenHardy x JoeMazzello

-ˏˋataraxiaˎˊ-

ATARAXIA

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—¿Cuál es tu animal favorito?

Joe lanzó esa pregunta después de varios minutos en total silencio. Se encontraba pintando de color negro un rectángulo de papel cascarón, sus dedos estaban manchados de la pintura e incluso tenía un par de gotitas en su mejilla izquierda.

—Me gustan los peces y las aves.

—¿De verdad?

Ben asintió.

—Si pudieras ser un ave ¿Cuál serías?

—Un jilguero —. Respondió Benjamin de inmediato.

—¿Por qué un jilguero?

El rubio terminó de pintar la figura de unicel de color amarillo.

—Los jilgueros son aves muy felices.

Joe lo miró detenidamente por unos segundos tratando de comprender la realidad de sus palabras, luego simplemente asintió y bajó su rostro.

—¿Qué animal te gustaría ser a ti, Joe?

Se encogió en hombros. —Con ser un ave me conformo.

Benjamin le miró interrogativo.

—Así podría volar y ser libre —completó Joseph.

—Pero algunas aves viven en jaulas.

Joe no respondió nada más. Ambos niños guardaron silencio mientras continuaban haciendo su proyecto escolar.

—Y algunas personas también... —Murmuró Joe con voz tan bajita que creyó que Ben no lo había escuchado.

Pero no fue así.

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—¿Podemos tachar la opción de "Joe está muerto"?

Preguntó Gwilym tomando un plumón y posicionándose frente a la cartulina que habían pegado en una pared de la habitación de Alan.

—Esperen, me perdí. ¿Por qué quieren tachar esa opción? —preguntó Rami.

—Hace unos días se resbaló en el río y de su rodilla salieron gotitas de sangre.

—¡Entonces Joe no está muerto!

—Chicos... bajen la voz.

—¿Eso nos deja las opciones de que está en coma y que es un vampiro?

—No, Alan. Nadie de aquí considera vampiro como una opción. —Gwilym le respondió enfadado.

—¿Por qué no?

—Ya, bajen la voz... —volvió a pedir Samy siendo ignorado.

—¿Los vampiros sangran? —ahora fue Rami quien preguntó con curiosidad.

—Sí.

—No.

—Bueno... en unos libros yo leí que sí.

—Y en otros libros yo leí que no. Vamos, Alan. Seamos racionales en esto y hagamos buenas propuestas.

—Claro, como si todo esto no fuera la suficientemente racional —. Habló por fin Lucy recostándose a lado de Ben en la cama —. Oye... ¿te sientes bien? —preguntó en voz baja.

—Mi cabeza duele un poquito.

Lucy le miró juntando sus cejas y entonces utilizó las palmas de sus manos para cubrir los ojos de Ben. Para Benny, su sobre-percepción tendía a distorsionar los estimulantes auditivos y coloridos convirtiendo todo en un gran cúmulo sin forma que le producía un picor en su piel y oídos, una vista borrosa y unas incómodas palpitaciones en su cabeza.

El suave aroma a rosas le hizo volver a respirar más tranquilo. Ese dulce halo que Lucy emanaba siempre tenía el mismo efecto: dispersaba la masa de colores que se formaba a su alrededor cada que distintas sensaciones se juntaban en un mismo espacio.

—¿Se siente bien? —Preguntó Alan en medio de toda la discusión que se llevaba a cabo en esa recámara.

Lucy volvió a dirigir su mirada al niño, quien ahora dormía entre profundos suspiros.

—Ahora sí —. Contestó acariciando sus rubios cabellos.

—Les dije que debían guardar silencio —. Les regañó Samy y el resto intercambiaron miradas de culpabilidad.

Rami palmó la cama hasta lograr dar con el brazo de Benjamin comenzando a recorrerlo lentamente con la yema de sus dedos. Era una forma de pedirle perdón.

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Joe se volvió una constante en sus vidas. Ya no eran seis, sino siete.

Su singular alegría y esa sonrisa enorme era realmente contagiosa para las personas a su alrededor; sus comentarios siempre positivos, su carisma con los maestros y esa peculiaridad que tenía de sonreír incluso cuando sacaba una mala nota en un examen o erraba un gol estando solo frente a la portería hacía de Joseph un imán para atraer personas.

Pero él los escogió.

Cambió su lugar en el salón de clases sentándose justo a un costado de Benjamin. En la hora del descanso jugaba un tiempo en la cancha de la escuela y luego iba hasta donde estaban ellos para compartir su desayuno; por las tardes se reunían para ir juntos en bicicleta hasta el río del pueblo, comprar una nieve en el parque principal y jugar en el Atari de Alan. Incluso aprendió a describir todo aquello que Rami no podía ver prestándole su brazo para ser un paciente guía y cuidador.

Joe era ahora uno más de sus amigos y estuvo seguro que no fue solamente por los panquecitos que su abuelita le había hecho.

Benjamin agradecía que Joe estuviese ahí porque en momentos en que su sinestésica vista se cansaba ocasionándole un torbellino de hyper-sensibilidad; sólo tenía que ver a Joe. Ahí estaba él riendo por algún chiste que alguien contó, concentrado en el movimiento de las copas de los árboles o tarareando canciones de la radio. Estaba él y solamente él. No colores, no halos de luz, solo era Joseph Mazzello existiendo.

Y era todo lo que necesitaba para volver a respirar tranquilo.

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