Un sinestésico puede, por ejemplo, oler los colores, sentir el sabor de las palabras o texturas, oír las sensaciones e incluso hay quienes pueden llegar a ver el aura de las personas relacionándolas con colores y percibiendo sus emociones.
➻Donde B...
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PETRICOR
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Benjamin tanteó con sus dedos el contorno del escritorio de madera saboreando la inconfundible sensación de café a recién hecho combinado con el olor del bosque después de la lluvia; tendía a ir ahí cuando necesitaba descansar de la sobrexplotación de estimulantes y sensaciones de su alrededor y ahora tomaba algo de su tiempo en tratar de calmar el nerviosismo de su halo blanco que se movía inestable desde su interior.
El profesor May lo observó desde el umbral de la puerta y permaneció en silencio unos instantes; siempre había sentido una particular curiosidad hacia el padecimiento del niño y solía dedicar de su tiempo a observarlo desde un perfil bajo tratando de no hacerlo sentir más abrumado.
Brian May había sido testigo por años de algunas situaciones de acoso que Ben tuvo que pasar debido a ser considerado como alguien rarito o demasiado sensible que su intervención fue necesaria en más de una ocasión para evitar algún daño mayor. Brian también sabía de los lazos de amistad que tenía Ben y los otros chiquillos y también había notado la particular cercanía que en los últimos tres meses tenían con Joseph.
Benjamin estornudó y May sonrió al verlo fruncir el rostro y remover su cabeza en un gesto que parecía haber sido heredado.
Entonces decidió hacer lucir su presencia.
—Lamento haber tardado, Ben. Tenía que atender unos asuntos en dirección.
Benjamin sonrió y despistadamente tronó una de las burbujitas color azul verdoso que su profesor emanaba cada vez que sonreía mostrando esos particulares colmillos.
—No se preocupe, gracias por hacer un espacio para mi.
—Soy tu profesor y tutor del grupo, Ben. Siempre tendré espacio para ayudarles en lo que requieran —. Contestó y esa gentileza hizo sentir algo cálido en Ben —. Me sorprendió que quisieras hablar conmigo porque de hecho yo iba a pedirte que vinieras a mi oficina terminando las clases —Benjamin bajó el rostro jugueteando con sus dedos —. Supongo que ya sabes porque iba a llamarte, ¿verdad?
—Porque no he traído la tarea y porque estuve muy distraído en la clase de hoy —. Aceptó el niño con un deje de vergüenza en su voz. Benjamin admiraba mucho a su maestro y realmente se sentía mal por haber sido reprendido en clases.
—Exactamente. Pero no voy a regañarte, Ben; solo quisiera saber si hay algo que está pasando porque tú no eres de faltar con tus tareas y siempre pones atención.
