Un sinestésico puede, por ejemplo, oler los colores, sentir el sabor de las palabras o texturas, oír las sensaciones e incluso hay quienes pueden llegar a ver el aura de las personas relacionándolas con colores y percibiendo sus emociones.
➻Donde B...
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AGUA DERRAMADA
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Inconscientemente Joseph se abrazó con fuerza a Benjamin y tembló, luego lo soltó con miedo y miró a todos lados como si tratara de buscar con desespero algo en medio de ese taller.
—No puede ser —susurró Joe con el temor en sus ojos —. Mi tío está aquí; no puede ser... Benjamin, tienes que esconderte. ¡Ya sé! Cuando abra la puerta tú correrás y te escaparás de él. Yo puedo distraerlo
Respirando agitado, Ben tomó su mano sujetándola con fuerza.
—No. No quiero irme de aquí sin ti.
—Benny... tengo miedo.
Y Benjamin pudo verlo en ese color negro ónix que lo rodeaba. Enfocando sus propias manos que se teñían de un color cobrizo, Ben sonrió con tristeza.
—Yo también, Joey. Estoy aterrado.
La puerta se abrió con el sonido característico de las láminas chirreando; el par de niños retrocedieron y cerraron sus ojos con fuerza cuando la luz de la linterna les impactó el rostro señalándolos; iluminándolos como si fuesen una especie de premio en una partida. Gordón avanzó con pasos pesados hacia ellos salpicando con su rojo escarlata las cosas a su alrededor.
—¿Benny? Siempre es un placer verte—sonrió con sorna Gordon balanceando a lámpara haciendo que la lámpara iluminara todo el lugar con aspecto tétrico —. Una disculpa por el desorden; enseguida te atenderé como te mereces. Joseph, me hubieras dicho que tu amigo iba a venir.
Joseph miró fugazmente a ambos y tembló un poco antes de responder.
—No sabía que vendría.
—Veo que te gusta llegar de sorpresa, Benny. No te preocupes —. Gordon caminó con paso inestable y tomó un vaso de agua derramando de forma grotesca líquido por las comisuras de su boca —, te gustará tanto estar aquí que ya no querrás irte.
El hombre fue al otro extremo del taller a buscar algo y los niños por mero instinto se unieron como si con eso pudiesen darse más fuerza.
—Lo siento —susurró Joseph con un halo azul índigo rodeándolo —. Perdón —. Repitió —. Esto es mi culpa, perdón Benny, perdóname por favor —. Joe tomaba su mano y sollozaba con la cabeza baja.
Benjamin estiró su mano tocando apenas sus cabellos. —¿Por qué pides perdón? Yo quise venir por ti. Saldremos de aquí.
