Capítulo 4

1K 39 5
                                    

Ese no era Mikel. No era su hermano.

A medida que se acercaba, unos ojos negros la seguían, unos ojos que se iluminaban a cada paso de la morena, que se paró a escasos metros del chico.

-¿Qué haces tú aquí?- Tal vez sonó más brusca de lo que pretendía y el semblante del chico cambió, ahora mucho más serio que antes.

-¿Es que acaso no te alegras de ver a tu novio?- Dijo el chico estirando los brazos en una invitación que la chica no dudó en aceptar.

-Claro que me alegro, es solo que no te esperaba, creía que eras...-Dijo Julia entre los brazos del chico que la abrazaba inundándose de ese rico olor que tanto había echado de menos en ese largo mes.

-Mikel.- Terminó diciendo él.- Le llamé pidiéndole que quedara contigo, para darte, bueno, esto, una sorpresa.-Dijo él, tímido, mirando el rostro de su novia. Sabía que ella no era una chica de muchas sorpresas y que las cosas que se escapaban a su alcance no le gustaban, la ponían de mal humor, hacían que su ceño se frunciera casi por instinto. Julia sabía que el chico estaba buscando su aprobación por lo que se acercó a él lentamente y besó sus labios por primera vez desde hacía ya un mes. 

-¿Me has echado de menos?-Preguntó la morena tras separarse de sus labios.

-Cada día.-Respondió él aún sin soltar a la chica de sus brazos. Julia rodeó el cuello de su novio con sus manos y lo acercó a ella haciendo que sus frentes chocasen.-Mikel me ha contado que tienes un nuevo trabajo.-Carlos había pasado no solo ha estropearle sus noches de fiesta sino que ahora también iba a estropear su sorpresa romántica.

-Sí, pero no hablemos de trabajo, cuéntame, ¿Qué tal la experiencia? ¿Dónde has estado? quiero saberlo todo.-Jugar al despiste era algo que a Julia se le daba sorprendentemente bien y también algo a lo que su novio ya estaba acostumbrado. Lo hacía muy a menudo, sobre todo cuando discutían y Julia sabía que no tenía razón. Aquello enervaba al chico que lo volvía loco y le hacía imposible mantener una conversación racional con ella. Pero era demasiado pronto para ponerse a discutir, y julia lo sabía, Julia sabía que eso le daría ventaja.

El chico comenzó a hablar, le relató con paciencia y minuciosamente todos y cada uno de sus viajes. A Julia le encantaba escuchar, esa había sido una de las grandes razones por las que el chico se había enamorado de ella. Julia escuchaba y callaba, comprendía desde el silencio las palabras que le transmitían. Hablaba cuando debía y callaba cuando la otra persona lo necesitaba.

Comieron en aquel mismo restaurante. Julia disfrutaba de la compañía del chico. Rubén le transmitía paz, le hacía poner los pies en el suelo cuando su mente echaba a volar. La apoyaba, por muy alocadas que fueran sus ideas, llenándola de confianza incluso cuando estaba a punto de saltar al precipicio.

—¿Recuerdas la conversación que tuvimos antes de que me fuera?—Preguntó Rubén mirando las manos entralazadas de ambos mientras caminaban de nuevo camino a casa de la chica.

—Sí.—Asintió ella mirando por un breve instante sus ojos.

—¿Lo has pensado?—Insistió el chico.

—Rubén, te quiero, te quiero más de lo que he querido a nadie nunca pero...—

—Pero no quieres venir a vivir conmigo.—Se adelantó a decir el chico. A Julia le sacaba de quicio que hiciera eso, que se adelantara a lo que ella iba a decir como si hubiera entrado en su cabeza, sin pedirle permiso, sin avisar.

—No quiero que te machaques pensando en qué es lo que ha pasado mal entre nosotros para que no quiera irme a vivir contigo.—Le dijo Julia tirando del brazo del chico obligándole a mirarla.

Cien maneras de mirarteWhere stories live. Discover now