Capítulo 61

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Somos la consecuencia de todo lo que pudimos haber sido pero no fue.

Yo, soy la chica que nunca estudió medicina.

La que nunca destacó en gimnasia rítmica.

La que nunca aprendió a dibujar.

La que no tiene carné de conducir.

La que no lleva los apuntes al día.

La que no dice sí cuando quiere algo por vergüenza. 

La que nunca afronta sus actos pero siempre las consecuencias.

Somos, todo lo que nunca fuimos.

Julia era todo lo que aquella noche podría haber sido pero no fue.

Porque en el podium de preferencias ella siempre era la segunda. Siempre por debajo de Soraya.

Y no estaba enfadada con él por darle a Soraya el puesto que él creía que ella merecía en su vida, sino consigo misma por hacerse ilusiones y creer, que alguna vez podría ser ella.

Cuando todos los invitados se hubieron ido del apartamento de la morena, Julia fue a casa de su hermano en busca de su hija.

Sentía que todo el mundo la miraba raro, que la juzgaban por apartar a su hija de conocer a su padre. Pero no le importaba. Su decisión era firme, y más, después de aquella noche.

-Tienes que decírselo Juls.- Le aconsejó su hermano mientras le tendía a su hija dormida en sus brazos.

-No te metas Mikel, esto es decisión mía.- Dijo Julia cogiendo a la niña.

-Claro que es decisión tuya, pero si no se va pronto, no vas a poder ocultarlo mucho más.- Dijo Mikel que solo quería lo mejor para su hermana.

-Solo serán unas semanas, hasta que Dave se recupere.- Dijo Julia acariciando la nuca de su hija.

-No puedes simplemente borrar una persona de tu vida y fingir que nunca ha existido...- Dijo Mikel.

-No tiene porqué enterarse, nadie va a decirle nada.- Dijo Julia convencida.

-¿Crees que su padre no va a contarle nada? Es su hijo Julia.- Dijo Mikel mirando como la situación se escapa a a manos de su hermana.

-Me lo prometió.- Dijo Julia que no tenía motivos para dudar de la palabra del que alguna vez fue su suegro.

-Yo solo quiero lo mejor para ti Juls, y para ella.- Dijo Mikel dejando sobre la cabeza de su hermana un suave beso.

Todo el mundo quería lo mejor para Julia. Todo el mundo se permitía el lujo de opinar sobre ella. Sobre su vida. Sobre sus propias decisiones.

Y no tenía que dar explicaciones sobre la manera en la que había decidido vivir su vida.

Se pasó la noche entera en vela mirando a su hija acostada sobre su cama.

Durmiendo con la boca abierta y lo puños cerrados.

Desde que Carlos había vuelto, Julia no podía ver más similitudes con su hija.

Era verla y ver el vivo retrato de su padre. Su misma sonrisa, su mismo pelo, incluso los mismo hoyuelos cuando sonreía.

Era imposible que Carlos la viera y no supiera que se trataba de su propia hija.

Y no era protección de lo que estaba hablando pues Julia sabía que Carlos ningún mal podía hacerle a su pequeña. Lo hacía por él. O eso creía. Lo hacía porque aquello nunca fue lo que él quería. Era un hombre casado, abogado de éxito y feliz. No tenía el derecho de poner patas arriba su vida.

Cien maneras de mirarteWhere stories live. Discover now