Capítulo 22

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Durante el resto de la cena no hubo ni un solo comentario. Ni una sola miraba lasciva. Ni rastro de la perspicacia y don de gentes del chico. Se comportó tal y como Julia deseó que lo hiciera el primer momento en el que le conoció . Como un chico sensato y serio.

Pero ya no estaban en el primer momento. Y deseaba que sus comentarios se produjeran. Que la pusieran en un aprieto. Que le diera un poco de esa adrenalina sin la que parecía que ya no podía vivir.

Le miraba de soslayo. Tan concentrado en las conversaciones triviales de los demás. Sin devolverle la mirada ni una sola vez.

Julia había marcado terreno. Había dibujado un círculo a su alrededor con gasolina y le había predido fuego. Un fuego que Carlos tenía miedo de saltar y salir escaldado.

Al final de la cena Julia esperó que Carlos se despidiera de ella pero el chico se levantó y tras saludar a su hermano y a sus padres emprendió rumbo con los amigos que le había presentado anteriormente.

Julia lo vio marcharse. Con la esperanza de que se girara una sola vez. Aunque no le dijera nada. Aunque simplemente se encontraran sus miradas. Aunque su mirada reflejara odio.

—¿Tan mal ha ido hermanita?—Dijo su hermano situándose a su lado despertándola de sus pensamientos.

—¿Qué?—Preguntó Julia aún aturdida.

—No nos has hecho ni caso en toda la cena, ¿Te pasa algo?—Julia no había sido consciente del tiempo que había pasado mirando a Carlos y esperando su reacción hasta que Mikel lo verbalizó.

—No me gustan este tipo de convenciones sociales, ya lo sabes.—Dijo Julia girándose para mirar a su hermano.

—Podías haber hecho un esfuerzo,  incluso Carlos parecía mostrar más interés que tú .—Y el nombre de Carlos sonó como un insulto en la boca se su hermano. Como si el universo quisiera que supiera que incluso alguien como Mikel se había dado cuenta de la rudeza de Julia con Carlos.

Julia se despidió de sus padres y su hermano y se metió corriendo en el coche.

Agarró el volante de cuero con sus manos y lo retorció mientras retenía la cascada de lágrimas que ejercían presión en sus ojos para salir.

Cuando la vista volvió a ser clara y nítida, puso en marcha su coche y se fue al único refugio que Julia veía seguro.

Su hogar.

Intentó sosegarse antes de subir. En los últimos tiempos fingir que todo iba bien mientras el cajón de problemas apretaba, se había convertido en el pan de cada día para Julia.

Se miró en el espejo del portal de su apartamento. Se sentía aún más ridícula con esa ropa. Se hubiera desecho de ella allí mismo si hubiera podido.

Subió con los tacones en la mano y abrió despacio la puerta de su casa. Todo parecía en silencio, ni risas ni llantos, solo calma.

Avanzó hasta su habitación y sin encender la luz se dejó caer sobre la colcha de su cama.

Ni siquiera se había quitado ese estúpido vestido. Ni había mirado los mensajes de su novio. Se encontraba tal y como había estado hacía un par de horas. Hundida en la suavidad de su cama.

Creyó estar quedándose dormida cuando unas manos se colaron en su pelo. Cerró fuerte los ojos deseando que fuera Carlos el que hubiera colado sus manos en su pelo eximiéndola de toda culpa.

—Juls...—La voz de Alba la hizo despertar de un sueño irreal. Julia no se movió. No tenía fuerzas para pelear con Alba . Se había quitado la coraza que llevaba desde hacía meses y no quería ni podía volver a ponersela.—¿Tan mal ha ido?—Julia emitió un leve sonido a lo que Alba volvió a colar sus manos en su pelo acariciando de nuevo su cabeza, calmando sus demonios.—No es por tus padres, es Carlos, ¿Verdad?—Preguntó Alba que conocía a la perfección a su amiga sin necesidad de ver la decepción en sus ojos.

Cien maneras de mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora